Capítulo 8

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No. El ser no se había transformado. Esas oleadas, esa sensación... el ser absorbía la energía de sus contrincantes y la utilizaba para hacerse aún más poderoso e inmortal. No podía quedarme allí de pie observando, sentía la necesidad de actuar, aún tenía fuerzas. Kayn estaba recuperando el conocimiento cuando el espíritu se abalanzó sobre él, Yone actuó demasiado tarde y no pudo pararlo.

Entonces el cielo se oscureció y un remolino de relámpagos descendió e impactó con fuerza en el espíritu que comenzó a revolverse en unos ángulos extraños. Los brazos me temblaban y la vista comenzó a nublárseme, mi poder menguaba mientras que el ser trataba de arrancarme la energía y entonces los relámpagos cesaron y sentí que corría a los brazos de la muerte. El espíritu se había cegado conmigo de una manera que no vio a Yone cuando le atravesó el pecho con las dos espadas.

Kayn, que ya se había recuperado, hacía lo posible por sostenerme. Aquel horror que se retorcía comenzó a desvanecerse hasta que se disolvió por completo. Ahora Yone nos miraba fijamente y entendí todo lo que estaba pasando por su mente. Tiró las espadas al suelo y regresó a mi lado, Kayn se apartó y ambos inclinaron la cabeza a modo de saludo.

—Gracias —le dijo Yone a Kayn, que tan pronto como comprobó que estábamos a salvo, se marchó de nuevo.

Yone enterró su cabeza en mi cuello y comenzó a llorar. Dejé caer mi peso sobre él y lo rodee con los brazos, haciendo pequeños círculos con mis manos en su espalda para tranquilizarlo.

—He tenido mucho miedo Raila, no he sido capaz de protegerte.

—Shhh...—le susurré al oído—, lo has hecho bien Yone, no podías solo, era demasiado fuerte.

—Estás herida, mi amor.

—Estoy bien, no te preocupes. Necesitas asimilarlo, nos ha pillado muy de sorpresa —comencé a temblar, lo cierto era que tanto consumo de energía me había dado agotada.

Yone recogió las espadas y después me llevó en brazos a nuestra casa. Me sentí feliz de notar el calor de sus brazos, de estar con mi persona amada. Me preparó un baño y los dos nos sumergimos en aquella agua caliente, me ayudó a lavarme e hicimos de nuevo el amor como nunca antes lo habíamos hecho, era como si en esta ocasión nuestros sentimientos fuesen los que nos estaban guiando en ese momento. Después del baño, me ayudó a vestirme, me vendó las heridas y me ofreció un té que había preparado mientras yo me cepillaba el cabello. Lo bebí sin pensármelo dos veces y noté cómo mi cuerpo se relajaba por completo, si hubiese sabido lo que llevaba esa bebida en realidad, me habría negado hasta morir a beberlo.

—Te quiero Raila, te amo —me sujetó una mano—.

—Yo...—los párpados me pesaban—...ne...

No era capaz de mantener los ojos abiertos, la oscuridad lo estaba invadiendo todo y tan solo alcancé a ver cómo una alta figura salía de la habitación.

—¡Yone! —chillé, con la garganta ya destrozada—¡Yone!

Cuando desperté recorrí toda la casa y los alrededores buscándole. No me importó salir descalza al exterior, no me importó pincharme con las espinas de las flores del jardín cuando me caí sobre ellas al perder el equilibro. Yo solo quería pensar que no me había abandonado, no otra vez.

Tenía los nudillos blancos de apretar la cinta roja, símbolo de nuestra unión, entre mis dedos. Me la encontré en su lado de la cama cuando me giré buscando su cuerpo. Rota. Otra vez estaba rota. ¿Por qué?. Definitivamente el universo había conspirado en mi contra.

Escuché unas pisadas en el umbral y corrí esperanzada, pero quien me encontré allí fue a Kayn, que me miraba con lástima. Empecé a sollozar y a llorar desconsoladamente, lo abracé fuerte mientras balbuceaba palabras inteligibles y el me devolvió el abrazo y me dio un beso en la mejilla.

Al parecer había sido el propio Yone quien le había comentado sus intenciones, le pidió que se mudase a nuestra casa y cuidase de mí. En el fondo sabía cuáles eran los sentimientos de Kayn y creyó que lo mejor era alejarse de mi para que tuviese la oportunidad de llevar una vida mejor, con alguien que no me pusiese de cara al peligro cuando este tuviese la mínima oportunidad de aparecer. Seguía sin ser justo, no había tenido en cuenta mis sentimientos, mis pensamientos, me había negado la capacidad de decidir por mí misma lo que quería, me había abandonado.

—Vayamos dentro, Raila —abrió la puerta de casa.

Tiempo. Ese había sido siempre el mayor aliado que he tenido a lo largo de mi vida. Dicen que el tiempo todo lo cura y aunque no siempre es así, es cierto que te da las herramientas para sobrellevar el dolor y entender las acciones que desencadenan los hechos. Con el tiempo, me obligué a mí misma a entender que Yone no regresaría. Con el tiempo, Kayn me mostró que su amor por mí no había cesado. Con el tiempo, Kayn me prometió estar conmigo siempre. Con el tiempo, pude permitirme amar de nuevo. Con el tiempo, Kayn y yo decidimos empezar algo sin saber a dónde nos iba a llevar, pues él sabía que mi alma estaría atada siempre a otra persona.

Cinta RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora