La campanilla de cristal tintineaba en la puerta corrediza que se abrió con rapidez. Varios pasos resonaron en el pasillo seguido de unas risas. El niño cruzó el umbral y salió al exterior con una espada de madera. Fuera, le esperaba su padre con una espada en cada mano.
—Veamos si eres capaz de seguirme el ritmo.
El niño dio un salto de emoción y se lanzó a su padre con el arma en alto. Los golpes se escuchan en el patio de la casa, donde una niña algo mayor que él, realizaba unos gráciles movimientos con los brazos imitando a su madre, que llevaba a sus espaldas sujeto un bebé que dormía a pata suelta. Del pequeño estanque brotó una esfera de agua que se mantuvo flotando en el aire el tiempo suficiente antes de llamar la atención de su madre, que ya la observaba con los ojos entreabiertos.
—¡¿Has visto eso mamá?!
La esfera estalló empapando a las dos, que rieron fuertemente. Atraídos por las carcajadas, quienes practicaban con las espadas acudieron rápidamente a ellas. La mujer creó otras dos esfera que impactó inocentemente en ellos y los cuatro continuaron riendo sin parar. Ante tal escándalo el bebé comenzó a llorar y su madre lo acurrucó entre sus brazos. La cinta roja que llevaba en el pelo se había mojado haciéndola resbalar. Su marido se acercó a ella y se la volvió a poner, terminando el nudo con un lazo.
—Te quiero —le dijo a ella.
—Te quiero —le dijo a él.
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Cinta Roja
أدب الهواةRaila encontró un padre en su maestro Axia, quien la crió desde bebé en una aldea de Jonia. Una tarde vio a un chico que practicaba con las espadas y quiso imitarle, aunque le costó un par de intentos llamar su atención. Así fue como conoció a Yone...