Capítulo 10

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Como cada mañana, fui al rio a por agua. Dejé los dos cántaros en la orilla y me senté a contemplar cómo el agua fluía a través de él. Rodeada de árboles y arbustos, el fluir del agua y el sonido de las hojas al moverse me susurraban su melodía al oído. Kayn se había quedado en la casa tratando de buscar algo con lo que afilar su arma. En la última batalla el filo se había desgastado, evitando hacerle cortes limpios a sus enemigos. Rhaast le había dicho que así era mejor, que eso era lo que les esperaba a todos y cada uno que trataran de hacerle frente y él se había dejado convencer el tiempo suficiente para acabar con aquella carnicería. Al regresar dejó el arma tirada en el suelo y corrió hacia mí. Exhausto se dejó caer encima y cedí ante su fuerza, cayendo al suelo de rodillas mientras nos fundíamos en un largo abrazo.

—No ha habido un solo momento en el que dejase de pensar en ti—me dijo antes de soltarme.

Aquella noche nos acostamos hasta que los primeros rayos de luz asomaron por la ventana del dormitorio. Contemplé durante un rato sus nuevas cicatrices y las repasé todas y cada una de ellas a lo largo de su torso con las yemas de los dedos.

Kayn se sumió en un profundo sueño pero no pude unirme a él, últimamente me costaba dormir, así que me levanté despacio tratando de no hacer ruido, me envolví en una manta y me preparé un baño caliente. A estas alturas del año, comenzaba a hacer frío bien temprano, así que fue la mejor opción que tuve para entrar en calor.

Unas pequeñas ondas comenzaron a aparecer en la superficie del agua, las hojas de los árboles comenzaban a caer sobre ella y algunos peces presos de la curiosidad emergían para ver qué había.

Una ligera brisa pero con suficiente fuerza hizo que la cinta roja que llevaba atada al pelo se soltara y cayese al suelo. La agarré rápidamente antes de que pudiese salir volando y con mucho cuidado comencé a enrollarla en mi muñeca. Unos dedos acariciaron los míos y no me hizo falta levantar la vista para saber quién era.

Yone mantenía una actitud serena, pero sus ojos reflejaban cientos de miles de emociones recorriendo cada parte de su ser sin control en ese instante. Me tendió una mano y me ayudó a levantarme. Una lágrima recorrió mis mejillas y él con una mano la limpió. Tenía una espada atada al cinto y otra sujetándola con su mano derecha. Era doloroso. Siempre lo era, aunque había aprendido a convivir con ello. Cada parte de mi cuerpo lo anhelaba, al igual que mi alma permanecería siempre atada a la suya.

Le acomodé un mechón pelo que le cubría la cara y lo aparté detrás de su oreja. Sus ojos se agrandaron cuando desvió la mirada hacia mi vientre hinchado.

—Ya lo sabías —le dije—, por eso te marchaste.

Yone no dijo nada. Fue suficiente para saber que estaba en lo cierto.

—Me abandonaste —acaricié mi barriga—. Nos abandonaste.

Abrió la boca para hablar, pero continué:

—¿Tienes idea de cuánto me ha costado seguir con mi vida estos meses? —le di un golpecito en el pecho— y aun así no puedo odiarte, es lo que más me duele.

—Raila —dio un paso al frente, quedándose aún más cerca—, te pido perdón, si hace falta de rodillas, por todo el dolor que te he podido causar. Pero no me arrepiento de haber tomado esa decisión.

En ese momento las palabras no podían salir de mi boca, estaba furiosa.

—He tratado de mantenerme alejado todo este tiempo. He luchado contra más espíritus y siempre rezaba porque nunca más volvieses a enfrentarte a uno de ellos —se llevó una mano a la cabeza—. Pero no podía dejar de pensar en ti, en cómo estarías, en el bebé...

—El bebé... mi hija, sabrá que fue Kayn quien nos ha cuidado todo este tiempo.

Yone se quedó atónito ante tal revelación. No fue el hecho cierto de que Kayn era quien se estaba haciendo cargo, sino que el bebé que Raila esperaba fuese una niña.

—¿Cómo sabes que es una niña?

—Me lo dijo una vidente —cambié el peso de un pie a otro—, es extraño que yo acudiese a una, pero hay tantas cosas que jamás pensé que haría...

—Lo siento. Lo siento mucho —bajó la vista al suelo—, siento haberte dejado sin decir nada, siento aparecer de repente e irrumpir en tu vida, otra vez.

Aunque estaba enfadada, no podía ponerle fin a mis sentimientos, daba igual cuántas veces lo intentase, lo que hiciese. Siempre amaría a Yone a pesar de todo. En respuesta le cogí de la mano y la apoyé en mi vientre para que él también pudiese notarlo. Sus ojos buscaron los míos y sonrió al notar cómo nuestra hija se movía. En ese momento la canción de los árboles y el agua pareció quedar en silencio. Todo se detuvo a nuestro alrededor.

Un pequeño crujido delató aKayn, que se apoyaba sobre el tronco de un árbol mirando a Yone desafiante. Nohubo preguntas ni tampoco respuestas. Tan solo quedó el rugido del metal alchocar.


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