Puse la cara de Yone entre mis manos, tenía que comprobar que fuese real y no un sueño del que todavía no lograba despertar. Tenía un aspecto diferente pero sentí que era la misma persona que más amaba en este mundo. Muchas preguntas surgieron de mi boca a las que dio respuesta mientras que seguíamos abrazados, incapaz de separarnos.
Realmente había muerto y después había regresado, persiguiendo cosas que aún no era capaz de entender. Me había buscado por todas partes y no cesó la búsqueda hasta encontrarme. Se había asustado cuando vió mis cosas tiradas por el campamento que Kayn y yo habíamos improvisado, aunque en ese momento tampoco le di importancia a que solo eran mis cosas las que estaban allí.
Dedicamos mucho tiempo a hablar, a saber de nosotros y todo lo que habíamos vivido este tiempo. Aunque daba la sensación no ser así, había pasado un año desde que dejé atrás la aldea, un año desde que nuestras vidas tomaron rumbos distintos. Horas más tarde cuando por fin pudimos separar nuestros cuerpos, Yone sacó una horquilla para el pelo y me lo dio.
—De parte de Sora, un regalo para ti. Todos quieren que vuelvas, Raila. Que regresemos a casa...
—¿Pero? —conocía muy bien esa mirada.
—Tengo miedo, por los dos —alzó la vista y noté su preocupación—. Desde que volví a la vida no he parado de enfrentarme a monstruosidades inimaginables y estoy tratando de entender cuál es mi misión en todo esto. No quiero pensar en lo que podría pasar si...
—Sea lo que sea, lo haremos juntos —lo tomé de las manos —. No tienes por qué hacer esto tú solo.
—Si te pasase algo, jamás me lo podría perdonar.
—Soy más fuerte de lo que crees, he seguido entrenando y... bueno —busqué la espada que había dejado un poco más atrás y sonrió al reconocerla.
—No me lo puedo creer, con esa espada... —sus ojos se nublaron antes de continuar.
—Lo sé, es una espada importante. Debo darle las gracias a una persona que apareció de repente y de la manera más inesperada por tomar la decisión de arreglarla y animarme a continuar entrenando con ella.
—Raila... —se llevó mi mano a su corazón—, no quiero volver a separarme de ti. Nunca.
Me ayudó a reorganizar el campamento donde pasamos unos días, esperando a que Kayn regresase. Entendí que tomase aquella decisión, aunque no le conté a Yone el motivo real por el que se había marchado. Me sentía demasiado culpable y me avergonzaban mis actos, aunque fuesen totalmente válidos y por voluntad propia, jugué sin saberlo con sus sentimientos para tratar de arrancarme el dolor y el vacío que Yone me había dejado en el alma. Llegado el momento, decidimos retroceder a la última aldea que había visitado, pues era la más cercana. Al llegar, varias personas me saludaron aún agradecidas por la ayuda prestada en aquellos encargos.
Todas las noches Yone y yo hacíamos el amor y acabábamos exhaustos y dormidos sin ropa. Éramos inseparables, caminábamos de la mano, nos besábamos a cada rato y entrenábamos juntos, alejados de la gente. En una ocasión mantuvimos una conversación profunda en la que nos apetecía tratar de compaginar nuestras labores con una vida juntos más formalizada. Era el momento de retomar lo que dejamos a la mitad y decidimos casarnos en el pequeño templo de la aldea, rodeados de nuestros queridos vecinos. Como fue algo improvisado, no habíamos tenido tiempo de comprar anillos nuevos, así que el día más feliz de nuestras vidas, Yone llevaba atado en el pelo una cinta roja que sujetaba su cabello, la soltó y la anudó en el mío, al final de mi larga trenza. Nos miramos sonrientes y con la bendición del sacerdote sellamos nuestro enlace con un beso. Entre la multitud me pareció ver una sombra familiar, estaba convencida de que era Kayn, aun así volví la mirada hacia mi esposo, que me tomó de la mano para salir de allí.
A las afueras compramos una pequeña cabaña algo derruida, pero con un poco de esfuerzo y ayuda la convertimos en nuestro pequeño y acogedor hogar. Todo parecía ir idílicamente bien, hasta que un ruido seco resonó entre los árboles del bosque cerca de casa. Yone, que estaba entrenando con las espadas y con el torso al aire debido a la calor que estaba haciendo en esta época, levantó la cabeza en dirección a aquel sonido. Con un movimiento silencioso, me hizo una señal para que lo siguiera y echamos a correr hacía allá.
Una oleada de viento me golpeó y, como si chocase contra una pared, caí de espaldas y me golpeé en la cabeza. Sentí algo frío en la nuca y al tocarme con los dedos, confirmé que tenía sangre. Aún aturdida, Yone me ayudó a ponerme rápidamente en pie, pues algo se acercaba de nuevo. Una segunda oleada venía directa hacia nosotros y Yone la paró como si fuese algo insignificante, desviándolo con la espada. El entrechocar del metal se volvió más claro y una voz grave, la de Rhaast me gritaba que huyese.
Kayn, transformado en demonio, salió disparado de entre los árboles y en medio del caos y la confusión, él y Yone comenzaron a pelearse. Ninguno de los dos me escuchaba cuando les grité que no eran enemigos. Entonces vi como un espíritu maligno envuelto en una sombra negra se materializaba cerca de ellos y se relamía mientras se preparaba para atacar. Rápidamente invoqué un escudo para evitar que ninguno sufriese el ataque pero el poder que tenía aquel ser era mayor y lo destruyó de un solo golpe. Entonces desvió su atención hacia mí y se preparó para golpear de nuevo.
Estaba claro que debía usar otro elemento, se trataba de ir probando cuál sería el que más daño podía causarle, así que esta vez me decanté por usar el de fuego, ya que al ser un espíritu sería el más conveniente. Con un chasquido de dedos invoqué unas llamas de fuego y las fui lanzando en su dirección, sentí con cada movimiento cómo mi reserva de energía comenzaba a bajar. El ser logró esquivarlas todas y cuando quise darme cuenta lo tenía tan cerca que me quedé paralizada al instante. Noté cómo mi brazo ardía y una herida desde la muñeca hasta el hombro comenzó a sangrarme. Mis llamas se apagaron. La criatura soltó un grito estremecedor y volvió a abalanzarse sobre mí pero rápidamente saqué mi espada y traté de contenerlo, aunque en vano, pues esa fuerza inhumana me superaba con creces. Jamás me había enfrentado a un ser así. Traté de sacar fuerzas a pesar de que me sentía agotada, pero me apretó con sus largos dedos el brazo con el que sujetaba el arma y lo hundió en mi carne, solté un chillido demasiado fuerte como para llamar la atención de Kayn y Yone que reaccionaron al unísono.
Mientras que Kayn me sacaba de allí rápidamente en brazos, Yone se enfrentó al espíritu. Levantaron una niebla de poder tan densa que no alcanzaba a ver qué estaba sucediendo. A Kayn le caían gotas de sudor en la frente y tenía múltiples heridas por su cuerpo que no paraban de sangrar, Rhaast ya no lo estaba dominando, ahora era él mismo.
—Quédate aquí y ni se te ocurra moverte, ¿me oyes? —me dijo mientras se alejaba con la guadaña sobre el hombro.
Un golpe tras otro. Las chispas saltaban cual brasas ardientes. Yone parecía un ser de otro mundo, realizando unos movimientos tan precisos que al espíritu no le daba tiempo asimilar. Kayn se unió a ellos y lograron sincronizarse para intercambiar golpes que agotasen al enemigo. Cuando el final de la pelea parecía estar a punto de terminar, el ser se transformó y adoptó una forma que duplicaba su tamaño. Kayn cayó de bruces contra el suelo inconsciente y Yone se encontraba de rodillas, apoyando el peso sobre las espadas clavadas en el suelo.

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Cinta Roja
FanfictionRaila encontró un padre en su maestro Axia, quien la crió desde bebé en una aldea de Jonia. Una tarde vio a un chico que practicaba con las espadas y quiso imitarle, aunque le costó un par de intentos llamar su atención. Así fue como conoció a Yone...