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—¿Y a dónde irán?

—Por chocolate caliente.

Clara se arreglaba los chinos, sin mucha técnica. No sabía si era mejor que los acomodara hacia la izquierda o hacia la derecha, si necesitaba más brillo o más rubor. Tan solo quería estar a la altura de la ilusión que estaba haciendo espacio en el corazón. Brandon la miraba desde su propio casillero, un poco preocupado.

—¿No tienen chocolate caliente aquí? Digo, el de Alhelí es el mejor. Le pone esos malvaviscos especiales y la crema batida que ella misma hace en su máquina ruidosa.

La chica lo miró condescendiente y después aplicó un poco de brillo labial extra.

—No tienes de qué preocuparte, iremos a una cafetería que está a cinco minutos. No somos rehenes del hotel.

—Pero, Clara... solo ten cuidado. No sabemos en realidad quién es. Con lo de Lorenzo...

—Pero no es Lorenzo —justificó cerrando el casillero para tomar un suspiro y acercarse a su amigo—. ¿Estás preocupado por mí?

Brandon negó por un instante con la cabeza y después levantó la mirada hasta la rubia.

—Solo llámame si necesitas ayuda, sabes que no tardo ni un minuto en llegar.

—¿Con esa carcacha? La última vez que fuimos todos a jugar bolos, tardamos una hora en que prendiera.

—¡No le digas carcacha a Luis!

La muchacha soltó una risa amistosa y continuó de vuelta a su trabajo. Cuando la recibió el lobby, percibió un ambiente acogedor. Los últimos meses del año siempre cargan con esos aires de nostalgia, para recordar, para imaginar. Trajo al presente ese momento que había mencionado unos minutos atrás, cuando fueron a jugar bolos todos los empleados.

Gino, como siempre, estaba muy contento. Entusiasmado por formar el mejor equipo, pero como parte de alguna broma del destino, le tocó hacer dupla con Alhelí. La mujer tenía el peor tino del mundo y su equipo terminó pagando todas las golosinas y comida que cada uno pidió.

Una sonrisa se pintó en la chica cuando terminó de pensar en todo. Ella había estado con Brandon, fueron el equipo con la puntuación más alta. Recordaba que, a pesar de que Luis tardó en encender una hora, cuando todos iban de camino, parecía que lo hacían en una limosina. Esos toques que te hacen sentir completo, lujoso, aunque no haya ni un gramo de oro alrededor.

Aún mantenía un dejo de lo que repasaba al alma, cuando Gino se acercó a la recepción.

—¿Qué ha pasado? ¿Actualizaciones? —cuestionó el chico dando golpecitos emocionados en el escritorio.

—Voy a salir con Ramiro, hoy terminando mi turno. —Dio un salto de alegría al terminar de decirlo. 

Los ojos de Gino se abrieron, así como su sonrisa. Extendió los brazos para darle un abrazo a su amiga, a modo de celebración.

—Todo esto llevó a un gran sitio, ¿no crees? Seguro será una cita maravillosa. Brandon... ¿sí recortó la lista?

—En realidad no lo sé. Mira, allá va, puedes preguntarle.

Como si fuera un llamado especial, en cuanto levantó el brazo para señalar a su amigo, Michelle apareció de la nada y tomó del brazo al botones.

—Vamos, la fiesta es en dos días y aún necesitamos hacer los ajustes de las luces. Espero hayas traído zapatos cómodos.

—Esta no nos la perdonará en un buen rato —dijo Clara sonriendo—. Gino, ¿hueles eso?

—¡Las galletas, las galletas! Le dije a Alhelí que las vigilaría. ¡Nos vemos!

De nuevo sola en la recepción.

Había un ténue sonido, el de la canción navideña que recorría todos los pasillos. Sonaba desde las esquinas hacia el corazón de la chica y se convertía en el inevitablemente perfecto fondo musical para imaginar cómo sería la cita con Ramiro.

De vez en cuando, levantaba la mirada del escritorio, para verificar que no estuviera por ahí. En esos escenarios que no existían, pensaba en que sería maravilloso chocar miradas y guiñar el ojo, como en esas escenas románticas de las películas; sin embargo, el reloj siguió avanzando y la recepción estaba tan vacía y tranquila, como había estado esos días.

Con los talleres, los huéspedes habituados al horario y los buffets, la verdad era que el ajetreo se estaba disipando. Aquellos que seguían cargados de trabajo eran los colaboradores que cooperaban con la fiesta de empleados, y por supuesto, la cocina que nunca paraba.

Tal vez fue la paz que inundaba cada esquina, la que provocó que Clara pudiera escuchar con suprema claridad cómo es que unos elegantes zapatos entraban en escena hacia su zona de trabajo.

—¿Cómo estás, Clara? —soltó con aquella voz que parecía de comercial.

La chica levantó la vista y de inmediato, sus defensas bajaron. La estaba contemplando el rostro perfecto, una mirada perfecta. Titubeó un poco (como le había estado pasando cada que Lorenzo se refería a ella), y finalmente recordó cómo hablar su propio idioma.

—Bien, estoy bien. ¿Cómo está usted? —cuestionó la chica acomodando el cuello de su suéter tejido.

—No, no me hables de usted. Pienso que no hemos de tener edades muy distintas —aclaró, levantando un poco la mano—. Precisamente, a eso se debe mi visita.

El chico mostró una pequeña sonrisa, lo suficientemente misteriosa como para que Clara quisiera adelantar el tiempo en el instante y averiguar qué era lo que le iba a decir.

El silencio fue breve, pero eterno.

—Espero no lo tomes como atrevimiento. Habrá paseos en trineo para los huéspedes y pensé que podría invitarte. Sé que será después de la fiesta que tendrán por aquí, así que quizá no te sea tan difícil acompañarme.

Clara rebobinó la escena, la repitió mil veces. Aterrizó en la realidad y observó un millón de ocasiones el manual de las cosas que no podrían ser verdad. Al final de su revisión, concluyó que era cierto lo que había escuchado, y que aquellas palabras necesitaban ser contestadas lo más pronto posible.

—Oh, sí, sí. No recordaba... los trineos. ¡Sí! Puedo ir, nos veremos para ese momento.

Lorenzo le guiñó un ojo y avanzó de regreso. Siempre en una pasarela.

¿Qué acababa de hacer? ¿Aceptó ir en trineo con él? Aún tenía la cita con Ramiro, pero bueno, así podría asegurarse de que él era o no era el de las cartas. Con base en lo que sucediera, definiría la decisión.

Ahora tan solo necesitaba esperar a la cita de la noche.

Ahora tan solo necesitaba esperar a la cita de la noche

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