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La anécdota de los huéspedes que quedaron atrapados por la nevada, y por la falta de gasolina del conductor, se extendió por todo el hotel. Cuando Clara estaba acercándose al escritorio para iniciar el día, escuchaba los murmullos de cada persona que se había enterado del incidente.

Los viajeros atrapados llegaron al poco tiempo y llenaron el lobby con las mochilas escurriendo nieve, y las anécdotas sobre las aventuras en el bosque de pinos.

La rubia se estaba haciendo paso de vuelta hacia la zona de la recepción, cuando notó que una mirada la buscaba. Por supuesto, era la de Ramiro.

—Clara —dijo acercándose en cuanto pudo desviar a todas las personas dispuestas alrededor—. Lo lamento mucho, creí que volveríamos a la hora indicada y después tú y yo...

—Está bien —respondió la chica acomodando unos papeles que cargaba—. Lo dejaremos para otra ocasión.

Ramiro parecía un poco decepcionado, quizá se había imaginado que la chica le diría que fueran esa misma tarde por el chocolate caliente, pero no fue así. Las palabras de Brandon habían llegado bien profundo al corazón y sabía que estaban llenas de verdad. ¿Cómo es que buscaba una historia romántica que desembocara en ese tipo de situaciones?

Aún sin quererlo, decidió dejar un poco la suerte al destino. Tarde o temprano saldrían. No tenía por qué estresarse por ello. Además, qué tal que la vida quería que volteara un poco hacia otro lado. Caminando en el fondo, pasando justo a un lado de Ramiro que ya tomaba su mochila empapada para subir a las habitaciones, Lorenzo desfilaba impecable hasta la recepcionista.

—¿Cómo estás, Clara? —saludó reflejando el blanco de sus dientes en la chica.

—Muy bien, gracias.

—Venía solamente a confirmar nuestra cita de mañana. Después de tu fiesta, ¿seguimos con el mismo plan?

La rubia asintió y el hombre le guiñó un ojo. Sí, era probable que lo de Ramiro no fluyera para indicarle, precisamente, que ese no era el camino. Era Lorenzo, no tenía ninguna duda... aunque... La mirada se le escapó a la caja de quejas. No había revisado su contenido el día anterior.

Verificó que ninguno de los clientes estuviera prestándole suficiente atención y después volteó la caja para dejar salir todo su contenido sobre el escritorio.

El papel rojo se hizo notar, ella lo tomó entre sus manos y lo guardó en el chaleco del trabajo. No podía arriesgarse a leer la nota con todos ahí.

La recepción permaneció como un caos por varias horas. Era común que en esas épocas, los viajeros solitarios, las parejas o incluso las familias, se hicieran amigos entre ellos. Pero en esta ocasión, estaba sumado un tema muy interesante en común.

Además de ellos, que empezaban a pedir chocolate caliente en la zona de sillones para seguir platicando sobre el bosque de pinos, los colaboradores que ayudaban con la fiesta abundaban. Brandon, por sobre todos, andaba de aquí para allá. Michelle, tenía el cabello desarreglado, que era algo muy poco común en ella, y Gino andaba también alterado, buscando con los ojos si es que podía ayudar en algo. Claudine había venido a verificar que todas las decoraciones del pequeño salón estuvieran quedando como se habían planeado.

Los regalos del árbol de talleres que tanto trabajo le habían costado acomodar a Brandon, ahora necesitaban ser transportados al pequeño arbolito que estaba puesto en el salón de fiestas, para que pudieran entregarse en la rifa.

—Brandon —llamó la chica mientras aquel avanzaba a paso veloz. Le hizo señas para que se acercara y el chico no dudó ni un minuto en hacerlo.

—Dime que me sacarás de una u otra forma de esto.

—A nuestro sitio secreto —indicó Clara, llamando a Gino que se encontraba cerca—. Cuida aquí, por favor. No tardamos.

La chica tomó un pequeño costalito que había guardado debajo de su escritorio. Luego, sujetó a su amigo del brazo para que ambos se retiraran hacia la entrada de la zona de baños en la que solían reunirse.

—Gracias, gracias. Te debo una.

—No, en realidad yo te debo una, por lo de ayer —indicó Clara abriendo el costal—. Te traje el kit de emergencias.

—¡Ah! El kit de emergencias —expresó Brandon con alegría.

Entre ellos habían creado el kit de emergencias, no especificaron jamás una lista precisa, pero no era necesaria porque se conocían muy bien. Nadie armaba el mejor kit de emergencias para Clara que Brandon y viceversa. Tan solo lo traían en casos especiales, y ambos lo agradecían con el alma cuando era recibido.

—Lo de siempre, tenemos por aquí un chocolate con arroz inflado.

—El del sobre azul, ¡gracias!

—Tu ungüento para el dolor muscular, pastillas para el dolor también, un jugo de mandarina, un paquete de galletas, y una lista de razones por las que no deberías renunciar justo hoy —enlistó la chica antes de entregarle el paquete.

—Necesito la lista más que nunca —sentenció desdoblando la hoja que llenaba Clara cada que le daba el kit. Siempre armaba diferentes razones y el chico las enunciaba cuando sentía que el ánimo no le daba para más—. A ver... Número uno: te compraste unos patines a crédito. No debí hacer eso, ¿quién compra unos patines a crédito?

—Tú, sin dudarlo —respondió la chica—. Pero la número dos es mejor, "porque así no podrás disfrutar la fiesta de mañana".

—Esa fiesta siempre es horrenda. Lo dices porque será tu primera, siempre te salvas, pero es horrenda. Gino se la pasa de aquí para allá intentando arreglar todo, la música siempre se traba, la comida es deliciosa, de eso no me quejaré, pero los regalos son tan feos como la licuadora que te ganaste el año pasado.

—Por cierto, gracias por recibirla en mi nombre.

—Me costó que me creyeran con la peluca —bromeó el chico retomando la lista—. Número tres: así podrás recibir nuestro regalo de intercambio. Son mis amigos, aunque renuncie podremos hacer los regalos de intercambio.

—No, es protocolo no hablar con ex empleados.

Brandon soltó una risa y guardó la lista en el costal.

—Es la lista más horrenda que has redactado. —Amarró el costalito y después señaló el bolsillo en el chaleco de Clara—. ¿Has recibido una nueva?

—¿Cómo lo sabías?

—Siempre metes las manos a tus bolsillos cuando traes una nueva.

Clara dio un saltito antes de hurgar en la bolsa y mostrarle el papelito rojo. 

—No lo he revisado. ¿Quieres leerlo conmigo?

El chico sonrió y ambos se juntaron para desdoblar el papel.

El chico sonrió y ambos se juntaron para desdoblar el papel

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A Holly Jolly Love Story ❄✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora