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Clara sentía que debería estar feliz. Por supuesto que encontrar a la persona que escribía esas notas era el fin de todo, pero ahora que sabía que era Ramiro, y que buscaba encontrarlo en el lobby para invitarlo a salir, algo raro empezaba a sentirse en el fondo de su corazón.

—¡Brandon me lo dijo! —soltó Gino de repente, llegando al escritorio de la rubia con una sonrisa enorme impresa en el rostro—. ¡Además justo a tiempo! Hoy es Noche Buena... ¿todo bien?

La chica tenía la mirada perdida en la nada, pero despertó en cuanto su amigo le hizo esa pregunta. Retomó el gesto que se esperaría de ella antes de responder.

—Sí, lo siento. No lo sé, creo que hoy estoy algo dispersa. ¿Has visto pasar a Ramiro?

—Lo vi en el buffet de desayuno en la mañana. ¿Le dirás algo?

—Iré a caminar con él.

Empezaron a pasar los minutos en el lobby. Por un lado, ella quería que el chico hiciera su gran aparición, pero por el otro deseaba que no fuera así. Estaba con la mirada atenta por si llegaba a encontrarlo bajando de las escaleras, o distraído con un libro, como también lo había notado de vez en cuando.

El corazón comenzó a latirle rápido cuando, finalmente, lo vio a lo lejos. Lucía ese porte tranquilo; a un lado de él venía Brandon, ayudándole a llevar unas maletas.

—Ramiro —dijo ella extrañada por lo que estaba presenciando—. ¿Te vas?

—Sí, creí que lo sabrías. Tú hiciste mi registro —comentó mostrando una sonrisa amable.

Clara intentó recordar las fechas, aunque en ese momento su cerebro no daba para ello. Abrió los ojos sorprendida e intentó retomar la calma.

—Quería invitarte a dar una caminata por ahí, ya sabes, por lo de la otra vez.

Ramiro miró su carrito lleno de maletas, y después observó a Clara por unos instantes. Pareció comenzar a considerar las posibilidades que tenía frente a sí en la mente. Después de un momento, asintió.

—No te preocupes, cancelaré ahora, pero podemos tomar esa caminata de todos modos. Aquí, en los alrededores del hotel.

La rubia asintió emocionada. Después de ello, no le quedaba la menor duda de que sí, estaba emocionada por salir con Ramiro. Sujetó las notas que portaba en el chaleco con mucha fuerza y empezó a contar los minutos para ese precioso paseo navideño.

El reloj nuevamente la torturaba, aunque no pasó demasiado para que corriera hacia Michelle con la misión de rogarle salir unos breves instantes a tomar aire fresco por los alrededores del hotel.

Michelle la miró extrañada, hubiera rechazado su petición, si no es porque notaba algo en ella. Probablemente era el estrés de las fechas que la estaba sobrepasando, y necesitaba que ella estuviera en la mejor forma para las toneladas de check-outs que habrían al día siguiente.

Ramiro lucía todavía mejor entre la nieve. Era como su ambiente natural. De igual forma resaltaba entre los copos y con esos árboles nevados decorando la escena. En cuanto lo vio, volvió a sentir esa duda extraña que la perseguía. ¿Por qué no estaba tan contenta de estar ahí con Ramiro?

Mientras comenzaban a avanzar por el hermoso camino que rodeaba el hotel, mismo que había recorrido con Lorenzo hacía unos días, agradeció finalmente estar viviendo eso. Esa gran aventura que tanto había anhelado desde que era una niña.

—Lamento de nuevo todo el malentendido con los camiones y el paseo al bosque de pinos —dijo el chico sonriendo—. Pensé en que pude haberte avisado, pero no tenía tu número.

—No hay ningún problema. También exageré un poco, era algo que no podías controlar.

Ambos se miraron con los ojos brillantes. A Ramiro le gustaba mucho ella, eso sin lugar a dudas. Le había llamado la atención desde el primer instante, pero no era el tipo de chico que se acercaba de la nada sin una excusa prudente.

—¿Puedo preguntarte algo? —cuestionó colocando sus manos tras de la espalda. Esperó a que Clara asintiera para continuar—. ¿Acaso habrá algo más en tu invitación a la caminata?

La rubia se quedó un instante mirando el paisaje, porque ya era la tercera vez que hablaba de esto, y se empezaba a sentir un poco tonta. No obstante, tomó todo ese miedo que tenía, y lo concentró en la fe de que Ramiro fuera aquel autor misterioso.

—¿Te enteraste? —preguntó Gino a Brandon, mientras aquel acomodaba unas luces.

—¿De qué? ¿De la caminata? Claro que sí.

—¿No quisieras...?

—Gino, te dije que no. No. —Brandon se estiraba para cambiar el foco, pero el chaleco que portaba ese día, le estorbaba un poco—. Este maldito chaleco. No tenía limpios los nuevos y tuve que usar este viejo. Me queda apretado.

El muchacho bajó de las escaleras en las que maniobraba para volver a acomodarse el chaleco. Estiró los bordes y después metió la mano a los bolsillos para sacar las cosas que había guardado ahí en ese momento. Colocó en una mesita cercana un paquete de chicles, una llave suelta y, para su sorpresa... el collar de Clara.

—¿Es lo que creo que es?

—¡Claro! —dijo Brandon emocionado—. Ya recuerdo, Clara me lo dio a guardar una vez. Estábamos por allá —comenzó a relatar con emoción—. Le había picado una araña en el cuello y no podía usarlo. ¡Lo tuve todo este tiempo! Voy a entregárselo.

—Pero, Brandon...

—No tardo. Es importante.

Gino se quedó observando a su amigo buscando la salida del hotel, con la mirada ilusionada y clavada en la joya.

—¿Un admirador secreto? —comentó Ramiro después de terminar la historia.

—Sí, tal vez suene tonto.

—Suena romántico, misterioso —dijo observándola fijamente—. ¿Crees que soy yo, verdad?

Clara se mordió el labio y soltó una risa.

—Realmente creí que sí, aunque... no importa demasiado ya.

El chico le dirigió una hermosa sonrisa, cálida y calma, como las de Ramiro.

—Quiero ser honesto contigo. Me gustas también, pero ahora estoy en otra etapa de mi vida. Hoy volveré a casa para celebrar Navidad con mi familia y... Quizá en otra ocasión, la vida nos vuelva a encontrar.

La rubia hubiera pintado un rostro de desilusión, pero la verdad era que aquella respuesta no le desagradaba del todo.

—Oye... realmente me hubiera gustado ser ese admirador —confesó el chico.

Ambos se miraron un instante, y se dieron un abrazo fuerte que duró un buen tiempo. Brandon apenas alcanzaba a llegar, corría, aún con la mirada clavada en el collar, hasta que ésta se levantó y se clavó en la escena frente a él.

Otro pinchazo en el corazón, pero ahora de muerte. Sujetó el collar y regresó al hotel silencioso.

 Sujetó el collar y regresó al hotel silencioso

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A Holly Jolly Love Story ❄✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora