❄ 19 ❄

16 3 6
                                    

No fue tan difícil distraer la atención de los superiores de Clara para que ella pudiera colarse hacia el paseo de trineos. En realidad, Michelle estaba tan emocionada bailando que nunca se hubiera dado cuenta de que la recepcionista se había colado entre la fila de huéspedes para tomar el recorrido.

En su rostro, se reflejaba una verdadera ilusión que nacía entre los sonidos de cascabeles. Con los ojos tranquilos, intentaba encontrar a Lorenzo. Aún estaban a tiempo, pero tenía la horrible experiencia de haber sido plantada por Ramiro hacía poco y no quería que aquello se repitiera.

Para su tranquilidad, entre la gente empezó a abrirse paso, sin ningún esfuerzo, aquel joven apuesto, que le mostraba su elegante sonrisa. Se acercó con las manos tras la espalda y la saludó de beso en la mejilla.

—Clara, me alegra mucho que hubieras aceptado —dijo el hombre observando cuántas personas faltaban en la fila—. Debí llegar un poco antes, pero te agradezco que guardaras un lugar para nosotros.

Finalmente estaban ahí, pero ahora no sabía qué hacer. Podía percibir una pequeña barrera en sus palabras. Como si no pudiera comprender muy bien la frecuencia en la que se comunicaba el chico, y por lo tanto, las palabras no se permitían fluir. Le molestaba esa sensación, porque se quedaba como flotando, junto a los copos de nieve, hostiles entre esos silencios.

—¿Sabes cuánto tiempo dura el paseo? —preguntó Lorenzo, rompiendo un poco la tensión para Clara. Él no se estaba sintiendo incómodo, como la chica, así que le resultaba mucho más sencillo compartir ideas.

—No tengo idea.

—Dura veinte minutos —respondió, dando la impresión de un profesor.

Clara asintió, sin saber qué más decir. Para ese momento, las cosas no eran como las había visualizado. Pensó en las fantasías que ya había puesto a trabajar la noche anterior, sobre esa cita. Sabía, muy en el fondo, que aquello era una trampa para ella misma. Si colocaba demasiados escenarios ficticios en el plano, era probable que la escena real llegara a decepcionarla, como estaba pasando en ese momento.

El silencio los persiguió durante toda la fila, hasta que finalmente llegó su turno. Se acomodaron en el largo y acojinado asiento. Notó lo alto que era Lorenzo mientras estaban sentados, después se estiró para tomar la manta que habían colocado al frente del trineo. La estiró para que esta cubriera a ambos, pero Lorenzo retiró la parte que le había tocado.

—En realidad estoy bien —dijo el chico observando el paisaje—. Será un viaje divertido.

Clara suspiró. Eso esperaba, aunque no podía quejarse demasiado, al final de cuentas, Lorenzo (el sospechoso que más le gustaba) la había invitado a una cita, ¿no? Ella estaba ahí para averiguar si era el chico de las notas. ¿Sería que era buena idea preguntarle directamente?

Se mordió los labios, reflexionando si era un buen momento para abordar el tema, cuando el trineo comenzó a avanzar.

La mente la ocupó un rato en encontrar las mejores palabras para empezar a hablar de las notas. Y cuando por fin se sintió lista, volteó hacia Lorenzo, quien sacaba algo de sus saco. Clara se quedó un momento pensando qué sería, pero lo último que imaginó fue esa pequeña libreta café, dispuesta ahora sobre el regazo del joven.

—¿Qué es eso? —preguntó Clara, confundida.

—Oh, no le pongas atención... Es para mis notas.

Por un momento volvió a hacerse otro silencio. ¿Notas? Pero... ¿de qué estaba hablando?

—Sé que fue un poco raro que te invitara a este paseo, pero creí que serías la persona adecuada para responder algunas preguntas.

El chico sacó un bolígrafo y le quitó la tapa antes de acomodarse en el trineo para estar más cómodo.

—¿Alguna vez ha pasado algo extraño en este hotel?

—¿Qué?

—Sí, sí... algo escandaloso... No te asustes si lo pregunto directo... pero, ¿algún asesinato?

Clara abrió los ojos de inmediato. Recordó las palabras de Brandon y comenzó a sentir cómo la piel se le erizaba.

—Pero... ¿Por qué quieres saber eso?

Lorenzo comenzó a escribir algunas cosas indescifrables en su cuaderno. Ahora que lo tenía frente a sus ojos, podía confirmar que, en efecto, aquella no era la letra de las notas.

—Es curiosidad... ¿Entonces?

—Bueno, no que yo sepa. Es un lugar bastante tranquilo.

—¿Dirías que es "el pueblo perfecto"?

Ni siquiera esa apariencia de ángel, podía evitar que Clara quisiera saltar del trineo en ese instante. Se acomodó en el asiento también y aclaró su garganta tan solo para tranquilizarse.

—Sí, pero no de una forma extraña. No como en una utopía, supongo. Es un lindo lugar.

—Entiendo. —Lorenzo volvió a garabatear en su cuaderno, con la mirada clavada en cada palabra que trazaba—. ¿Quién dirías que es la persona con la que debería hablar para conocer los secretos de este pueblo?

—Pues... no lo sé. Dudo que encuentres lo que buscas, si hablamos de cosas tan... siniestras.

Lorenzo volvió a escribir y Clara suspiró sin disimulo. Hubiera sido maravilloso que eso detuviera el interrogatorio de Lorenzo, pero no fue así. Todo el paseo estuvo atado a un montón de preguntas que giraban alrededor de los mismos temas: asesinatos, secretos del pueblo, misterio.

En cuanto el recorrido terminó, Clara se levantó de un movimiento, y sin decir una sola palabra, comenzó a caminar hacia la puerta de emergencias que llevaba al salón de baile. La fiesta de los colaboradores aún seguía, quizá así sentiría que no había perdido el tiempo en vano.

Lorenzo comenzó a seguirla entre la nieve, que para ese momento ya tenía un grosor importante, al tiempo que lanzaba más preguntas a la chica.

—¡Basta! ¡Basta o llamaré a la policía! —gritó Clara volteando abruptamente.

—¿Qué? ¿A la policía? —cuestionó Lorenzo abriendo los ojos.

—Sí, no creas que no sé lo que eres. Vienes a nuestro tranquilo pueblo a hacer planes retorcidos, ¡pues entrevistaste a la persona incorrecta! Declararé todo a la policía.

El chico volvió a colocarle la tapa al bolígrafo y después guardó su cuaderno en el bolsillo de su saco.

—No, Clara. No es lo que piensas —expresó acercándose a la chica.

—¡Alto! ¡Tengo un gas pimienta! —Sacó de su bolso un pequeño artefacto color rosa y apuntó hacia él amenazándolo.

—Clara, no soy un asesino...

—¿No? ¡Entonces explica todo lo que acaba de pasar!

Lorenzo reflexionó un momento. En ocasiones olvidaba dejar de lado su excentricismo, así que liberó una suave risa y levantó las manos para mostrarse inocente.

—¿Aceptarías charlar un momento más conmigo? Te explicaré todo.

—¿Aceptarías charlar un momento más conmigo? Te explicaré todo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A Holly Jolly Love Story ❄✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora