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Terminó el turno con la dulce sensación de que todo había salido como debía ser. Ahora le quedaba una duda, ¿quién era en realidad el chico de las notas? Había descartado a todos los sospechosos y no tenía más personas en la lista. Miró la caja de quejas, pero cuando la volteó, estaba completamente vacía.

Quería contarle a sus amigos cómo es que todo había terminado. Ya no había tiempo, al siguiente día era Navidad y los huéspedes irían abandonando uno a uno el hotel.

La cena Navideña comenzaba a desarrollarse, Gino se quedaría horas extras a trabajar, al igual que todo el equipo de meseros del Villa. Clara sí que podía retirarse para que tomaran el turno de la noche, pero sabía que aún tendría oportunidad de platicar con sus dos amigos antes de que empezara la cena de los huéspedes.

Gino le dijo que se vieran afuera del salón en donde había sido la fiesta, en la escalinata de la última vez, y así lo hizo la chica en cuanto se hubo cambiado para volver a casa. No quería pensar demasiado en que la historia había acabado, porque muy en el fondo, eso la ponía muy triste.

—Llegué —anunció Gino que portaba una bolsita en las manos—. Creí que no lo lograba. ¡Allá es una locura!

—¡Gino! ¿Y Brandon? ¡Tengo que contarles!

El chico extendió la bolsa hacia ella, mientras rascaba su cabeza con gorro de duende y suspiraba.

—Dejó esto para ti. Se fue temprano, dijo que estaba enfermo y que necesitaba fuerzas para mañana.

La rubia abrió la bolsita. Miró los dos bastones de caramelo que le había dado a su amigo, así como el collar de su abuela. Devolvió el rostro hacia Gino confundida y él se colocó de puntillas con las manos en los bolsillos.

—Me dijo que era su trato.

—Pero, yo no lo encontré —soltó la chica sacando uno de los bastones—. No lo encontré, no era Ramiro.

—¿A qué te refieres con eso?

—Es lo que venía a contarles, un misterio sin resolver. No era Ramiro y tampoco saldré con él ni nada, es... No sé, no sé quién pudo haber sido.

Clara soltó una exhalación de estrés y se regargó en la pared que estaba a un lado. De pronto, algo llegó a su mente, al tiempo que sentía que el frío comenzaba a resultarle molesto.

—Un momento, ¿por qué me citaste aquí? Pudimos haber hablado dentro del hotel.

Gino volvió a ponerse de puntillas y miró a Clara como si fuera un niño pequeño que hubiera hecho una travesura.

—Es que creí que aquí podrías reaccionar mejor. ¿Sabes? No tendrías que guardar la compostura.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Clara... yo era el de las notas.

Por un instante el mundo se detuvo para la rubia. ¿Cómo era posible que hubiera sido así? ¿Gino? ¿Gino el gran romántico con el que había estado fantaseando?

—Es que... Te aprecio mucho como mi amiga y sabía que tenías la ilusión de vivir una gran aventura... como en tus libros.

Clara seguía escuchándolo, pero era como si estuviera lejos de sí, en una burbuja, mientras ella procesaba todo.

—Creí que sería emocionante, al inicio, tan solo una. Pero hicimos tan buen equipo y todo fue tomando forma, pensé... No sé, que quizá sí podrías encontrar a alguien en el camino.

—Gino... —comenzó a decir con la voz enfurecida—. ¡Gino! ¿Cómo pudiste? Tú sabes la gran ilusión que tenía... tú sabías lo mucho que creía... ¡Oh, Gino! He quedado como una verdadera crédula... Aunque eso soy, la crédula de Clara. La de las historias, ¿no?

A Holly Jolly Love Story ❄✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora