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Zayn lo tenía agarrado de la mano de forma que le era imposible soltarse cuando se despidieron de su madre y se dirigieron a su dormitorio. Aparentemente no tenía ninguna prisa y, a Liam le pareció que, tal vez, quisiera disfrutar de la sensación de estar solos.

—No tenía ni idea de que te apasionara tanto eso de compartir un dormitorio conmigo, Liam —dijo el Alfa sarcásticamente—. Creía que lo considerabas más bien como un deber del matrimonio que lo que realmente desea tu corazón.

—¿Qué te ha dado esa idea? —le preguntó Liam sin saber qué le había causado a Zayn esa falsa imagen suya. No podía decir que no había cometido el error de no hacerlo sentirse deseado, pero nunca le había dicho que dormir en habitaciones separadas fuera más deseable, nisiquiera cuando estaba embarazado.

—Bueno, para empezar, elegiste una cama para nosotros en las que uno se puede perder. Bien podíamos haber dormido separados, dada la intimidad que provoca.

¡Zayn lo estaba juzgando por la cama que también le disgustaba tanto! Aquello era una ironía absurda.

—Fue el decorador el que eligió esa cama. Dijo que una habitación tan grande necesitaba una así. Era una cuestión de espacio y proporciones, no la elegí yo en absoluto.

—Entonces, ¿por qué seguimos con ella?

—No se me ocurrió nada mejor en su momento.

—Pues has tenido casi siete años para quejarte, Liam. La mayor parte de las noches ha podido pasar un camión entre los dos sin que lo notáramos. No me digas que no te habías dado cuenta.

Ese sarcasmo le hizo daño. —A mí no me gustaba más que a ti.

Entonces llegaron a la puerta de la habitación. Cuando Zayn tenía ya la mano en el picaporte, se volvió y lo miró.

—¿Te estás creyendo que mentirme te hará ganar a la larga?

—¡No te estoy mintiendo!

—Durante estos últimos siete años te podrías haber librado de esa cama en cualquier momento. Has cambiado muchos otros muebles que ya no te gustaban. Has tenido las manos completamente libres en ese asunto. Si no te gustaba la cama, Liam, ¿por qué no la has cambiado?

El estómago se le hizo un nudo. Aquella era una pregunta a la que no podía contestar. —No lo sé.

Entonces el Alfa abrió la puerta y, enfrentado a esa cama monstruosa, de repente Liam se dio cuenta de la razón por la que no la había cambiado. Una cama más pequeña no habría pegado en aquella habitación y, por eso, cualquiera que la hubiera visto se habría sentido tentado de hacer preguntas que habrían sido vergonzosas de responder explicando que él necesitaba minimizar el tamaño de la cama para hacer cosas que otros matrimonios consideraba normales. E, incluso si nadie hubiera preguntado nada, semejante cambio habría sido una insinuación demasiado evidente de que deseaba una situación más íntima, y eso no lo hacía un Omega decente.

Mentalmente, Liam pasó revista a todos los tabúes que habían dirigido su comportamiento con respecto al sexo. Quiso gritar que aquello no era culpa suya, que era lo que le había enseñado su padre Omega, los instructores del colegio, la vida limitada de un Omega hijo único, con pocas relaciones, la ignorancia de ser todavía virgen cuando se casó. Realmente no había sabido cómo comportarse.

Entonces la puerta se cerró tras él, sellando su intimidad. Liam y Zayn juntos en una habitación que era tan suya como del Alfa.

—Tú también podías haber dicho algo de la cama, Zayn —estalló—. ¿Por qué no lo hiciste?

—Un hombre es un tonto si no aprende de sus errores.

—¿Qué errores? —le gritó el castaño incrédulamente.

Recuperando a su AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora