𝙄𝙉𝙏𝙀𝙉𝙏𝙊

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El día estaba muy calmado, con más segundos en los minutos, con más minutos en las horas y eso hacía ver el día muy aburrido en todos los sentidos posibles

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El día estaba muy calmado, con más segundos en los minutos, con más minutos en las horas y eso hacía ver el día muy aburrido en todos los sentidos posibles. En parte era porque, a partir de ese día, el jardín "Edén" ya no asistiría más a la biblioteca. Se sentía muy vacía la zona infantil.

Por un lado, extrañaba las mil y un preguntas que los niños le hacían, la curiosidad que los pequeños era adorable, también los extrañaba verlos escribir, dibujando, sobre todo, extrañaba a Muriel. Por el otro lado, ahora estaba más en calma ordenando los libros pendientes que cada día se amontonaban más en el almacén, además de organizar el desorden de cada estación, nada de monitorear las travesuras de pequeñas manitas.

Tarareando una canción —la cual fue contagiada gracias a los increíbles gustos musicales de Crowley—, salió del almacén y se dirigió a la sección de ciencia ficción en donde primero ordenó los libros dejados fuera de lugar en la propia estantería o alguna de las mesas cercanas, después prosiguió a ordenar los nuevos libros sellados.

—Buenos días, Aziraphale.

Al escuchar el tono de la voz reconocida al instante, el rubio maniobró con el libro que tenía sus manos para que no cayera al piso.

—B-buenos días, señor Archangel.
—¿Cómo va el trabajo? —señaló la estantería.
—Bien, va realmente bien.
—Me alegra escuchar eso —sonrió.

Para Aziraphale, la sonrisa de Gabriel le transmitía muchísimos nervios junto a un miedo que lo mantenía alerta. Era una sonrisa... fingida.

—Las nuevas tiendas ya están más que listas para ser inauguradas para este fin de mes, muchas de ellas con el personal listas para trabajar, pero sigo a la espera de tu respuesta.
—L-lo lamento mucho, bueno...
—Sabes Aziraphale —le interrumpió—, el tiempo se va muy rápido, jamás en la vida tendrás como estas oportunidades. Si tardas en aceptarlas, simplemente se irán.

Su estómago se hizo un nudo. Se sentía acorralado, pequeño.

—Entiendo, lo siento por esto —agachó la cabeza—. Le prometo que pronto tendrá mi respuesta.

—Mañana —sentenció.

Aziraphale tragó en seco, y nervioso agregó:

—Sí, señor.
—Ya te he dicho, llámame Gabriel —sonrió, abriendo los brazos a juego—. Somos amigos, ¿no?

Al momento de querer responderle a Gabriel, por el rabillo del ojo vio como una pequeña niña conocida se asomó a la estación.

—¡Señor Aziraphale! —gritó emocionada.
—Dale un momento, cariño, está ocupado —se escuchó una voz suave.

Gabriel no pasó desapercibida la escena.

—¿Tu familia? —señaló.
—Clientes frecuentes —respondió, después de balbuceos.
—Ya veo, en ese caso da lo mejor de ti —sonrió.

𝙴𝙽𝚃𝚁𝙴𝚃𝙴𝙽 𝙼𝙸 𝙵𝙴 | 𝘎𝘰𝘰𝘥 𝘖𝘮𝘦𝘯𝘴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora