𝙁𝙍𝙀𝙎𝘼

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Su fascinación por los postres viene desde muy pequeño, recuerda muy bien las veces que algunas vecinas, o señoras que se presentaban en misa, lo veían interactuar en las oraciones y le regalaba un postre por su buen trabajo cada domingo

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Su fascinación por los postres viene desde muy pequeño, recuerda muy bien las veces que algunas vecinas, o señoras que se presentaban en misa, lo veían interactuar en las oraciones y le regalaba un postre por su buen trabajo cada domingo.
El encanto por los postres fue creciendo con los años. Ahora también le gustaba hacer postres los fines de semana. Las recetas en sus libros le ayudan mucho en alguna preparación.

Él era feliz con eso, pero su apoderado no del todo. Su apoderado odiaba su gusto por degustar postres y de cocinarlos.

Pero él, por ahora, no está cerca.

Cada cucharada era un deleite para su paladar. Bizcocho esponjoso, la crema deshaciéndose en su boca, las frutas de decoración como punto extra para balancear entre lo dulce y el ácido, de una rodaja de kiwi, y una fresa que aún no había tocado.

—Deberías de comer algo —habló, después de limpiarse con pequeños toques los labios con una servilleta.
—No, gracias. El dulce no es lo mío.

Crowley desvió la mirada que, sin saberlo, estaba manteniendo en aquel chico de rulos dorados.

—¿Nada de nada?
—Bueno, en lo mínimo, ya sabes, como en este capuchino —señaló.
—Entonces, ¿qué postres comes?
—El budín me gusta, no lo como muy seguido.

Por un momento Aziraphale pensó en aprender cómo hacer budín solo por Crowley.

—Prefiero el ácido.
—¿Por qué ácido? —preguntó, llevándose otra cucharada de pastel a la boca.
—Me agrada el ácido, lo cítrico, sobre todo si es alguna fruta, aunque siempre varían. Depende de su cultivación.

Aziraphale miró su plato, ahí seguía aquella fresa libre de crema. No lo pensó en el momento, picó con el tenedor la fruta y su mano se dirigió sola.

Crowley le miró por un par de segundos analizando la situación, ¿Aziraphale le estaba dando de comer una fresa? Si estaba soñando esperaba no despertar.
Vacilante, se inclinó un poco y comió aquel trozo de fresa.

Ambos soltaron una pequeña risa.

La situación les era tan natural, para nada incomoda, divertida y hasta cierto punto delicada y mimosa, como si se conocieran de toda la vida. Solo eran ellos dos, en su momento.

—Gracias —sonrió.
—No hay de que —devolvió la sonrisa.

Crowley intentó pagar por ambos, al menos dar algo por la fresa consumida, pero Aziraphale ya se había adelantado y pagó su postre junto a su bebida, así que no le quedó de otra que pagar su capuchino y dejar propina.

Abriendo la puerta de la cafetería, Crowley hizo un ademán haciendo que Aziraphale salga primero de la cafetería. Lo siguió de cerca, tanto para igualar sus pasos más cortos y lentos, sin darse cuenta de que lo seguía hasta la librería.

—Entoncesss, ¿trabajas toda la semana? —siseó, ocultando sus manos en los bolsillos del pantalón.
—Descanso los fines de semana, bueno, los sábados no del todo, trabajo hasta medio día —respondió con tranquilidad—. ¿Qué hay de ti?
—Las plantas no descansan —alzó los hombros—, ocupan de cuidados. No trabajo los fines de semana, pero voy a la florería a darles lo que necesiten.

𝙴𝙽𝚃𝚁𝙴𝚃𝙴𝙽 𝙼𝙸 𝙵𝙴 | 𝘎𝘰𝘰𝘥 𝘖𝘮𝘦𝘯𝘴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora