𝙎𝙊𝘿𝘼

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La mañana era agradable; los rayos del sol, junto a una fresca brisa, relajaban su cuerpo tenso

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La mañana era agradable; los rayos del sol, junto a una fresca brisa, relajaban su cuerpo tenso. Y aunque sus oídos estaban opacados por el ruido de la inmensa ciudad, estaba perdido entre sus pensamientos. Mentiría si decía que no estaba nervioso. No era de hacer amigos, pero esta vez realmente quería hacerlos, tal vez haría su nuevo trabajo más ameno.

Después de una corta caminata, llegó a una inmensa librería. Inhalo y soltó el aire lo más lento posible, haciendo que una correntada de electricidad recorra todo su cuerpo. Una radiante sonrisa se posó en su rostro, y con pasos un poco torpes, ingresó al establecimiento.

Su mirada chocó con una chica de piel morena, quien realizaba papeleo de manera mecánica. Un poco inseguro, se acercó a ella.

-Disculpa -tartamudeó.

Aquella chica dejó de lado su trabajo y miró con atención al joven que tenía delante.

-Soy...
-¿Eres el nuevo? -interrumpió.
-¡Sí! -respondió un poco exaltado-, quería saber...
-A la derecha, pasillo dos. Deberás ordenar cada libro según la estación a la que pertenecen -explicó sin muchos rodeos, volviendo a su trabajo.

El joven asentó, tal vez un poco decepcionado.

-Por cierto, me llamo Aziraphale, un gusto -intentó decir con su mejor sonrisa.
-Uriel, el gusto es mío -dijo, sin levantar la mirada.

Sin poder aguantar la pequeña presión en su pecho, su cerebro, sin analizar la situación y a modo de defensa, activó sus piernas caminando al lugar previamente dicho por Uriel.

Si contara sobre sí mismo mantendría su alma al borde de un abismo. Sin mucha experiencia, diversión, o amigos. Permaneciendo en su mundo.
Pero estaba bien, se sentía bien... o era bueno fingiendo.

Soltando un largo y pesado suspiro, intentó alejar aquellos pensamientos y se dispuso a ordenar las pilas de libros de aquel carrito.

Soltando un largo y pesado suspiro, intentó alejar aquellos pensamientos y se dispuso a ordenar las pilas de libros de aquel carrito

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Estando de cuclillas, tarareaba una de sus canciones favoritas. Sus dedos eran largos, un poco toscos, ásperos, eso lo tenía en cuenta para no hacerles daño a las flores.
Con delicadeza, paseó la yema de sus dedos índice y pulgar por los pétalos de un ramo de tulipanes amarillos. Sus labios se fruncieron en una sonrisa la cual pasaba desapercibida.

𝙴𝙽𝚃𝚁𝙴𝚃𝙴𝙽 𝙼𝙸 𝙵𝙴 | 𝘎𝘰𝘰𝘥 𝘖𝘮𝘦𝘯𝘴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora