Más allá del tiempo

El secreto de Miorine

🦝🦝🦝

Suletta despertó pensando en Miorine.

Cuando se comenzaron a dar los cambios a la chica le costaba trabajo recordar qué había sucedido el día anterior porque los detalles del tiempo que pasaba en el cuerpo de Miorine se hacían tan difusos como tratar de recordar un sueño tras despertar. Sin embargo, conforme pasó el tiempo, le fue mucho más fácil estar consciente de que la otra joven realmente existía y que los cambios de cuerpo eran algo real. Quizá no podía acordarse de todo, pero las experiencias no le parecían tan difusas. Sin embargo, la última vez que había pasado en el cuerpo de Miorine, se enteró de cosas que eran imposibles de olvidar por más que Suletta no quisiera pensar en eso.

Esa mañana, realizó su rutina usual. Se levantó, se vistió, recogió todas las cosas que estaban desperdigadas en su cuarto y se puso a leer su diario para ver qué había hecho Miorine el día anterior mientras estaba en el cuerpo de la pelirroja. Procuraba leer siempre el diario antes de revisar sus mensajes de texto para así no sentirse tan confundida por lo que pudieran decirle sus amigos. Ese día, quedó muy preocupada cuando vio lo que Miorine escribió en el diario.

Tuvo que releerlo varias veces para poder encontrarle un sentido. La escritura de Mio solía ser formal y algo distante, sin embargo en esta ocasión ese no era el caso. En el diario, Miorine no paraba de disculparse por ser una entrometida mientras trataba de explicar lo ocurrido. Por lo que Suletta podía entender, Miorine se había peleado con la mamá de Suletta el día anterior porque creía que apreciaba más a Ericht que a su hija menor. Mio aclaraba que a ella realmente no le constaba eso, pero cuando se dio cuenta de su equivocación ya era demasiado tarde y se arrepentía por haberle causado problemas a Suletta.

Comenzó a dolerle el estómago de los nervios y la cabeza le daba vueltas en su afán de comprender lo ocurrido. Por lo visto, Miorine había hablado con mamá por primera vez y el resultado no fue el ideal. A Suletta también le había tocado hablar con el padre de Mio y al recordar esa experiencia, comenzaba a entender mejor a la chica... o al menos eso esperaba. El padre de Miorine la trataba muy mal así que no sería de extrañar que ella pensara que todos los padres eran así. Seguramente malinterpretó algún comentario de mamá y por eso explotó contra ella. Sí, aquello tenía sentido... más o menos. Ahora el problema era cómo disculparse con mamá y resolver todo ese embrollo.

El sonido del teléfono la hizo casi caer de la silla. Alguien la estaba llamando. Tomó el aparato con manos temblorosas y se aguantó las lágrimas al ver el nombre en la pantalla.

Era su madre.

Tragó saliva e hizo acopio de todo su valor para contestar.

—Bu-bu-buenos d-días mamá. Yo...

—¿Ya te arreglaste para la escuela, querida?— preguntó su madre.

— S-Sí, mamá.... Pe-pero yo... a-ayer...— le costaba trabajo hablar mientras trataba de no llorar.

—Tranquila, mi amor. Ya te dije anoche que no estoy enojada contigo.

La chica sintió un gran alivio y se le escaparon algunas lágrimas.

—De... de todas formas siento mucho lo de ayer— sollozó.— De verdad no creo nada de lo q-que dije, yo...

— Descuida, anoche te encontré en un mal momento. ¿Verdad?

A Suletta no le gustaba mentir, pero no veía otra salida, no era como si su madre o cualquier otra persona fuera a creer lo de los cambios de cuerpo.

— Cierto... ayer me sentía mal. Estaba...estaba muy estresada.