Más allá del tiempo

Las lágrimas del tiempo

Desde el momento en que mis labios prueban el sake comprendo que debo pagar un precio y ya es demasiado tarde como para arrepentirse. Un calor se extiende sobre mi cuerpo y poco a poco se va haciendo más intenso.

Quema.

Trato de gritar pero mis palabras se ahogan entre las llamas que me envuelven.

Caigo de espaldas pero nunca llego al suelo. Frente a mí, puedo ver un hilo rojo extendiéndose hacia la eternidad. No se trata sólo de llegar hacia ella. Hay una infinidad de individuos que tejieron la historia y el destino de esa persona y tengo que conocerlos primero. Así también sabré el origen de esa herida que los ha marcado y que ahora comparto.

En un poblado cae un cometa. Muere gente, se hace un cráter. Éste se convierte en un lago. Los pobladores no pueden explicar lo que ha sucedido, pero no desean olvidarlo tampoco. Surgen historias de dragones despiadados y una tormenta de fuego que cae del cielo y sacude las entrañas de la tierra.

Los lugares con poder atraen a las personas con poder. Ellos llegan y se establecen en el pueblo. Conocen las tradiciones y encuentran un significado más profundo. También descubren al dios de esa tierra, le construyen un altar y se nombran guardianes del territorio. Sus poderes no se pueden describir, pero de alguna manera logran prevenir desgracias. En ocasiones sólo triunfan parcialmente.

La gente tiene miedo de lo que no conoce, lo único que entienden los habitantes del pueblo es que esa extraña familia siempre está involucrada cuando pasa algo malo. Maldicen a todos sus miembros por lo bajo, pero no se ven capaces de expulsarlos.

Pasan los años. Aquella familia lleva varias generaciones establecida en el pueblo. Muchas veces se han casado con gente de fuera, aquello provoca que nunca pertenezcan del todo a tal lugar. El recelo hacia ellos continúa, pero cada vez se va haciendo más violento. Algunos miembros de la familia aparecen muertos en el bosque o ahogados en el lago, sus negocios fracasan. Es una maldición que cargarán de ahora en adelante. La misma que la ha herido a ella... la misma que yo he decidido compartir para pagar el precio.

Podrían haber huido, pero no lo hacen. El pueblo también es su hogar, los dioses los han acogido ahí y no piensan marcharse a pesar de la hostilidad. Pasan los años. Los desastres naturales, las guerras y las enfermedades van diezmando a la familia. El templo antes suntuoso cae en ruinas. Sólo quedan cinco miembros como el último bastión.

Cinco personas a las que es necesario eliminar.

Los tiempos han cambiado y la única manera para deshacerse de la maldición que ha llevado al pueblo a la ruina es acabando con aquella familia de mal agüero. Este pensamiento se esparce entre los habitantes como una enfermedad. Y así como hay brotes epidémicos que parecen surgir de la nada, nadie sabe quién inició el fuego.

De igual manera, nadie escucha los gritos de las personas que perecen entre las llamas.

Y así habría podido terminar.

Un mal erradicado con la acción purificadora del fuego, o al menos eso pensaban.

Pero hay hierbas muy difíciles de arrancar. Y esa familia se rehusa a morir.

Es una doctora de fuera quien logra salvar a la única persona que pudo escapar de la casa en llamas aunque no sin sufrir heridas graves. Y aquella joven sobreviviente aún conserva el poder y con éste una buena parte de las tradiciones y conocimientos ancestrales del pueblo. Ella sabe que no se trató de ningún accidente. Conoce la maldición y está dispuesta a tomar aquella espada en llamas y blandirla en contra de sus enemigos.

Huir nunca será una opción.

Mientras veo a la joven Elnora Samaya, vuelvo a sentir la punzada de sus ojos penetrantes. No le tengo miedo, ya que puedo ver lo que hay detrás de esa mirada: toda la furia y el dolor transmitido por generaciones. Sin embargo aún no la entiendo del todo. Hay algo que hace falta.