Esa mañana de domingo Suletta se puso a trabajar en el templo como era su costumbre, sin embargo, le estaba costando mucho trabajo concentrarse en sus labores puesto que su cabeza no dejaba de zumbarle por la gran cantidad de pensamientos que la plagaban. Tenía tantas dudas y preocupaciones sobre todo lo que le estaba pasando que no sabía ni por donde empezar. Últimamente no sólo era el estrés normal causado por la escuela y los numerosos compromisos que tenía, sino que también estaba todo el asunto de las elecciones y el revuelo que estaban provocando en el pueblo. Por si esto no fuera suficiente, había una personita en la cual no podía dejar de pensar.
"Me pregunto qué estará haciendo ahora Miorine..."
—Buenos días, disculpe ¿está abierto el templo?
Una voz femenina sacó a Suletta de sus cavilaciones. A unos metros de ella se encontraba una mujer alta de cabello blanco y ojos azules que a la chica le pareció extrañamente familiar.
—Bu-buenos d-días. S-sí se encuentra abierto—dijo mientras apretaba el mango de la escoba— ¿Le gustaría hacer un recorrido?
La mujer sonrió tímidamente.
—Vengo de un pueblo vecino y siempre me ha llamado la atención este lugar. Es la primera vez que veo a una sacerdotisa por aquí y me gustaría saber más. ¿Entonces aceptan visitas?
Suletta se alisó la falda de su traje de sacerdotiza y se rió.
— D-Desde luego. Hemos estado ocupadas últimamente así que sólo abro los domingos cuando tengo la oportunidad. P-pase, le puedo enseñar la historia de este lugar a cambio de una pequeña donación.
Aunque una buena parte del templo se encontraba en ruinas, la familia Samaya solía hacer recorridos para los escasos turistas que pasaban por la zona. A Suletta le encantaba esta actividad y había practicado con tanto ahínco que era capaz de hablar con los visitantes casi sin tartamudear. Guió a la mujer hacia la única parte del templo que estaba abierta al público. En la entrada tenía algunos artilugios que se pudieron rescatar del incendio, los cuales estaba exhibidos como piezas de museo, también se podían apreciar fotografías viejas del templo y sus habitantes.
— Este es el templo más viejo del pueblo, los registros históricos se perdieron hace mucho tiempo, pero se cree que se edificó hace cerca de 900 años cuando la familia Samaya llegó a esta región. U-unos 30 años atrás hubo un gran incendio que casi lo destruye por completo, sin embargo, hemos hecho todo lo posible para mantener vivas nuestras tradiciones y algún día volveremos a levantarlo.
—Oh, creo haber escuchado algo de eso cuando era niña,—comentó la mujer pensativamente.— Los encargados originales de este lugar perecieron en el incendio ¿cierto?
Suletta tragó saliva, aquel era un tema que no le gustaba tocar.
—De... de hecho mi madre fue la única sobreviviente. La doctora Cardo la acogió y juntas pudieron rescatar una buena parte de las tradiciones de este templo. Mi mamá, mi hermana y yo tratamos de mantenerlas lo mejor que podemos.
—En verdad lo siento mucho, no lo sabía— dijo la visitante apenada.
—N-no se preocupe. Desconocemos el origen de muchas de estas costumbres, pero puedo enseñarle lo que hacemos aquí.
La chica dio el tour acostumbrado donde mostró algunas vasijas antiguas utilizadas para guardar el kuchikamizake así como una vieja pintura que representaba a un dragón lanzando fuego justo encima del lago. Finalmente, hizo una demostración de cómo se elaboraban los cordeles tejidos.
Aunque el recorrido había sido modesto, la mujer estaba muy satisfecha.
—Explicaste todo con tanto entusiasmo que no puedo evitar pensar que realmente te gusta este lugar.
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Más allá del tiempo
Fiksi PenggemarPese a gozar toda clase de privilegios, la vida de Miorine Rembran es un infierno. O al menos eso cree ella. No ha podido superar la muerte de su madre, su padre maneja su vida como se le antoja y en la escuela se encuentra rodeada de idiotas. Haría...