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El cuerpo de Jimin temblaba de frío

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El cuerpo de Jimin temblaba de frío. Seguía sentado, esperando a su madre, se había hecho muy tarde, pero él debía seguir esperando.

—¿Sigue ahí? —El párroco de la iglesia hablaba con el guardián del lugar, ambos se habían dado cuenta de que el joven estaba ahí desde hace cuatro horas. Cuando se acercaron para indagar, se sorprendieron al escucharlo hablar como un niño pequeño.

—Sigue diciendo que su madre volverá con los dulces, y yo sigo creyendo que lo han abandonado —Susurró el guardián.

El sacerdote suspiró profundo, a menudo había caso así de niños abandonados en la iglesia –sea dentro o fuera– pero, ¿Un joven abandonado?

—Puedo suponer que lo consideraron una carga en la familia debido a su condición, por ello lo han dejado aquí.

El problema con Jimin a diferencia de los otros niños que habían abandonado ahí antes era que el sacerdote llamaba a entidades locales encargadas de los niños abandonados o abusados, se los llevan a casas de resguardo, pero Jimin no era un niño, era un joven adulto.

—¿Tendrá unos veinte?

El sacerdote asintió en acuerdo con su amigo.

—Quizá, ven hay que actuar. No podemos llamar a nadie y solo esperar a que su madre se arrepienta y regrese por él.

Los dos hombres que llevaban tiempo observando a Jimin sentado en aquella banca se acercaron.

El rubio dio un brinco del susto al ver a los hombres acercarse. Rápidamente, se hizo una bolita en la banca de la iglesia.

—Hola, muchacho, volvimos. ¿Aún no vuelve tu madre?

Jimin los observó detenidamente, su madre le había dicho antes que no era bueno hablar con extraños. La señora Park lo hacía para protegerlo, pues pensaba que las personas al oírlo se burlarían y le harían algún abuso psicológico. Por eso le decía que las personas eran malas, los extraños eran malos; sin embargo, esos dos hombres parecían muy amables.

—N-No, mami no vuelve aún. Minnie debe esperar a mami aquí.

Los dos se vieron a la cara tratando de no hacer ningún gesto que Jimin captase y se sintiera mal. El párroco carraspeó fuerte para llamar su atención.

—Mira, muchacho, aquí ya hace frío y es muy tarde. Quizá tu madre se entretuvo en algo que hacer y se retrasó. Vamos adentro, hay comida caliente y leche tibia, Mingseon cocina muy bien.

Cuando aquel hombre de extraño vestido habló de comida, Jimin recordó que no había comida nada en todo el día; además de la golpiza que le dio su padre. Lo pensó mucho, no quería abandonar su lugar porque su madre iba a volver y se asustaría si no estaba ahí. Pero sus tripitas nos pensaban lo mismo que él, finalmente aceptó.

El señor del vestido tenía razón, Mingseon cocinaba muy bien, había repetido tres veces su plato de comida y cuatro vasos de leche.

—Mañana iremos al supermercado a traer más leche, Mingseon —Habló el sacerdote, mirando a Jimin beber lentamente.

En su casa jamás había bebido esta deliciosa leche porque su mami nunca podía comprar.

—Me parece que alguien no comía bien saber desde cuando. —Dijo Mingseon, mirando con algo de lástima al rubio.

—Y a mí me parece que tienes un nuevo fan de tu comida.

Ambos hombres rieron mientras observaban a Jimin beber la leche, cuando los escuchó reír también sonrió dejando su vaso sobre la mesa. Sus ojitos desaparecieron y un lindo bigotito de leche adornaba su boca.

.  . • ☆ . ° .• °:. *₊

—Minnie, ven, mira estos de aquí, ¿Te gustan?

El rubiecito llegó rápido a donde Mingseon señalaba los sabores de leche que había en el supermercado. Sus ojos brillaron al ver tantos sabores.

—Lechita… Lechita para Minnie!

Algunas personas que pasaban veían aquello con extrañeza, un hombre adulto llevando todos los sabores de leche que otro joven adulto pedía.

Jimin iba feliz recorriendo los pasillos del supermercado, era la primera vez que conocía uno y se asombraba de todas las cosas que había ahí. En el carrito ya llevaban de todo y cabe mencionar que la mayoría eran cosas para Minnie como: Fruta, leche, pan, cereal y cosas con las que se pudiera alimentar.

Al pasar por el área de juguetes le fue imposible no salir corriendo a verlos, asombrado miraba cada uno, los colores, los tamaños de los autos, los cubos para armar.

De pronto un ligero dolor en su estómago lo hizo hacer una mueca, era débil, pero molestaba un poco. Se llevó las manos al vientre apretando ahí , su visión se tornó borrosa por un segundo y luego un ligero dolor punzante en la cabeza.

—¿Minnie, estás bien?

El pequeño asintió, estaba acostumbrado a todo tipo de dolor a los que era sometido en casa con su padre, pero jamás uno como el que estaba sintiendo, aún así podía soportarlo.

Decidido a seguir viendo los coloridos juguetes, volvió a caminar cuando un sutil y extraño aroma le llegó a la nariz. Era muy muy sutil, pero él lo captó.

—¿Chocolatito?

Mingseon volteó hacia Minnie, pues se había puesto a leer las etiquetas de los juguetes para ver si le alcanzaba el dinero para uno; sin embargo, vio como Jimin caminaba sin rumbo alguno.

—¡Hey, Minnie, espera! —Arrastrando su carrito de compras lo siguió por los pasillos—. ¿A dónde vamos muchacho? —preguntó casi jadeando por la larga caminata.

—Chocolatito. Minnie sentir olor y querer Chocolatito.

Era extraño porque una sola vez cuando era más pequeño su madre pudo comprarle un chocolate y era imposible que recordase su olor, pero ahí estaba. Minnie buscando el olor de chocolate y lo más sorprendente fue que salieron al estacionamiento y no al pasillo de las golosinas.

—Ah, caray. Casi no te alcanzo, ¿qué hacemos aquí, Minnie?

—Chocolatito ya no está —Dijo cabizbajo.

Mingseon se quedó ahí parado tratando de captar o entender lo que Jimin hablaba y al no encontrar respuesta lo llevó adentro.

—Vamos, Minnie, hay chocolates en el supermercado. Llevemos unos cuantos.

Jimin sonrió dando saltitos, feliz porque volvería a comer un chocolate después de mucho.

Jimin sonrió dando saltitos, feliz porque volvería a comer un chocolate después de mucho

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💌: ¿Chocolatito? 👀

El Bebé de los Alfas Jeon | Kookmin ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora