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☾ Capítulo 7☽

"Aprendizajes"

Desperté muy temprano un sábado, hice el desayuno a mis padres y me propuse a trabajar en las creaciones de mis cuadernos hasta que Damiano me llamó porque los niños estaban reclamando por mí ya que prometí llevarles a la feria, estaban haciendo huelga de hambre y acabaría cuando me presentara a la mansión. Sin embargo, la feria era en la noche por lo que deduje que solo me extrañaban. Esperaba no equivocarme con ese pensamiento. Antes de ir a verlos, empaqué los cincuenta cuadernos que hice apenas en dos horas, fue un trabajo duro el cual trajo de premio el dolor de espalda y cuello. Pero como decía mi madre: sin esfuerzo no hay trabajo y sin trabajo no hay progreso.

La idea de pasar el día con los niños me parecía fascinante ya que en estos días no tuvimos tiempo de conocernos bien al tener ellos sus responsabilidades en sus escuelas o en sus actividades extracurriculares, o yo con la universidad. Además, también aprovecharía para hablar con la señora Florencia y el señor Leopoldo con respecto al trabajo, presentía que pasé la prueba y que me iban a dar el empleo, pero también estaba aquella vocecita que me decía que yo no era apta y que buscarían a otra chica que fuera más competente. Fuese la respuesta que fuese, la vida seguía, no era el fin del mundo, así que tendría que buscar otra alternativa para sobrevivir.

Llegué a la mansión alrededor de las nueve, los vehículos de la señora Florencia y del señor Leopoldo no se encontraban aparcados en el garaje abierto del patio, solo estaba un jardinero podando los arbustos. Antes de tocar el timbre, vi mi reflejo en el ventanal oscuro de la casa, por primera vez en la semana me había vestido muy bonita, aunque mi overol no fuera el más hermoso y mi cabello color chocolate tuviera frizz, de igual modo me sentía preciosa. A lo mejor estaba con un excelente humor que veía positivo a cada cosa y eso también involucraba a Damiano, tal vez en la mañana fuera un robot como siempre y en la noche se convirtiera en humano, por lo que tenía que ignorarlo hasta que el sol se escondiera para continuar con mi buen humor.

La puerta se abrió y el señor Monopoly esperaba por mí con una ceja en alto. Seguramente me vio desde adentro observando mi reflejo, la vergüenza se apoderó de mi rostro al haberme olvidado que desde adentro se veía todo, pero desde afuera no se lograba distinguir nada. Le di los buenos días y me adentré encaminándome a la sala principal.

Al que primero vi fue a Damiano parado al lado del sillón, tenía una pequeña taza de té en sus manos mientras leía la pantalla de su celular, notó mi presencia y pude percibir que reprimió una sonrisa. Le di una señal de que no dijera nada, quería sorprender a Ciro y a Kia quienes estaban sentados en el gran sillón junto a Mika. Mika estaba jugando un videojuego de guerra y Ciro gritaba al televisor indicando qué hacer para derrotar a los zombis. En tanto Kia, tenía puesto unos auriculares rosa y meneaba su cabeza, por supuesto con ella estaba Doguie durmiendo con su cabeza apoyada en las piernas de su amiga.

—¡Vino, Ara! —gritó Kia, quitándose los auriculares y girando su cuerpo hacia donde yo estaba parada.

Atónita, miré de inmediato a Damiano tratando de entender cómo ella lo supo. Él solo se limitó a sonreír a la situación.

—¿Cómo sabe si ella...? —No terminé la pregunta por miedo a ofender a la familia. Además, era una falta de respeto no encontrar las palabras adecuadas para referirme a su condición.

Damiano dejó su taza en la mesa ratona y caminó hasta mí.

—Sintió tu perfume.

Ahí entendí mejor. Por supuesto, Kia tenía muy bien desarrollado sus otros sentidos.

—¡Ara! —saludó Ciro por fin quitando sus ojos del televisor. Se paró en el sillón y se apoyó en el respaldo para mirarme, emocionado—. ¿Irás a la feria con nosotros? ¿Es en serio?

Cuando la noche sea eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora