VI

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Al día siguiente llovía de forma copiosa, por lo que lady Holt-Barron decidió no ir a la Sala de la Fuente.

Jimin pasó la mañana escribiendo a Tae y a Jin, sus cuñados, y también a Jungkook.

Les relató el paseo a caballo del día anterior, incluyendo el paso de caracol que llevaban las temerosas Darwin y la molesta insistencia del conde de Willett en tratarlos como si fueran delicadas plantas de interior.

Describió su escapada con el marqués Min y su carrera a campo abierto, sin omitir las cercas que saltaron por el camino.

No describió lo que sucedió después de la carrera, por supuesto, pero sí que se quedó sentado unos minutos para reflexionar al respecto mientras se acariciaba la barbilla con la pluma de forma distraída.

Había sido un beso escandaloso y lascivo, y temía que quizá hubiera sido el instigador.

El marqués le había tomado la cara entre las manos para besarlo y se había limitado a acercar sus labios.

Ninguna otra parte de su cuerpo lo rozaba en ningún otro sitio.

El episodio habría acabado de forma casta y de lo más dulce si no se le hubiera ocurrido agarrarlo por la cintura para guardar el equilibrio y después apoyarse contra él y después abrazarlo.

Y después…

En fin.

Y después.

Frunció el ceño, furioso.

Claro que no debía asumir toda la culpa.

Fue él quien comenzó a lamerle los labios y a meterle la lengua en la boca y a hacer todas esas cosas que sin duda sabía que acabarían por distraerlo.

No le cabía duda de que lord Min estaba bien versado en las tácticas empleadas durante los interludios románticos… y en otro tipo de interludios más apasionados.

Él había sido el instigador de todo lo que había sucedido a continuación.

Sin embargo, la idea no le reportaba consuelo alguno.

Como en otras ocasiones, había bailado al son que él había tocado.

Probablemente se había pasado el trayecto de vuelta a casa riéndose de él, y había continuado durante toda la noche.

Probablemente todavía seguía riéndose mientras ingeniaba formas de conseguir que acabara haciendo el ridículo de nuevo.

Lord Park Jimin no se tomaba a bien que le hicieran quedar en ridículo.

Pero ¡por el amor de Dios!, exclamó para sus adentros al tiempo que suspiraba y hundía la pluma en el tintero a fin de seguir con la carta de Jungkook, ese único beso había despertado anhelos que había creído que solo Kit podía avivar.

Quizá no había sido el amor, sino más bien la pasión propia de su temperamento lo que había florecido en todo su esplendor el verano que creyó estar enamorado de Kit hacía ya cuatro años.

Una idea digna de consideración.

Ser virgen a los veinticinco años era algo horrible, decidió, y sopesó unos instantes la posibilidad de añadir a la carta para Jungkook el consejo de que se pusiera a buscar con ahínco un marido cuando hiciera su presentación en sociedad en primavera.

No obstante, los Park no eran precisamente famosos por dejarse aconsejar, incluso (o mejor, especialmente) si el consejo provenía de otro de ellos.

Y Jungkook lo creería aquejado de una enfermedad mortal si se le ocurriera hacer algo tan inusual como aconsejarle que participara de forma activa en el mercado matrimonial.

леко скандално YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora