11.- En casa

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Era viernes, ya había pasado casi una semana desde que Dazai y tú tomasteis la decisión de vivir juntos. Durante aquellos días no tuviste mucho descanso. En tu escaso tiempo libre habías estado preparando la mudanza con ayuda de tu novio. Enviaste tus pertenencias más relevantes a su apartamento y las secundarias fueron de vuelta a casa de tus padres; aunque tampoco es que tuvieras muchas cosas propias, ya que el apartamento donde viviste tú sola estaba bien amueblado de antemano y tenía casi de todo. Eso facilitó mucho la mudanza con tan solo unas cuantas cajas y dos maletas de ropa.

Durante la mañana debías arreglar el papeleo correspondiente para finalizar el contrato de alquiler y entregar las llaves a tu casera, cosa que te llevaría bastante tiempo; por lo que Dazai se encargó de la parte de la mudanza dentro de su apartamento. Estaba deseoso de que ese día al fin pudierais convivir como una pareja, por lo que te juró y perjuró que fueras tranquila y dejaras todo en sus manos. Además, aquella tarde te recogería una vez hubieras finalizado todos los trámites para así llegar juntos a vuestro hogar. 

El edificio dormitorio de la agencia se encontraba situado en un barrio tranquilo de Yokohama. Desde fuera se veía antiguo y desaliñado, pero siempre lo encontraste acogedor.

—¡Las damas primero! —Dazai abrió la puerta de una forma increíblemente caballerosa y te invitó a pasar, dándote también la bienvenida.

¿Qué había pasado en su apartamento? No es que hubieras tenido la ocasión de inspeccionar a fondo aquel lugar con anterioridad, pero era obvio que aquello no era normal. Tú no te lo imaginabas esmerándose trapo en mano. Cada rincón relucía hasta deslumbrar, aquel lugar estaba limpio e impoluto como los chorros del oro. Te quedaste con la boca abierta.

—¿Te gusta, amor? Le pedí ayuda a "mamá" Kunikida-kun para la mudanza. Se puso a limpiar como loco antes de colocar tus cosas —aclaró—. No te preocupes si se perdió algo, solo pregúntale y te dirá: "¡a que voy yo y lo encuentro!". —Recreó una escena bastante divertida, metiéndose por completo en el papel de progenitora con poderes mágicos para encontrar los objetos perdidos de sus vástagos—. Es como una madre.

Te partiste de risa con aquello, pero ahora todo tenía sentido. ¿Que Kunikida le ayudó? ¿No será más bien que lo hizo todo solo?

—Invitaremos a comer a Kunikida el domingo. ¡Lo tiene más que merecido! —propusiste aún sorprendida entre risas.

Justo en ese momento alguien llamó al timbre. Dazai abrió de inmediato y allí estaba el rubio. Hablando del rey de Roma... o, más bien, de la mamá de la agencia.

—¡(TN), bienvenida a tu nuevo hogar! —exclamó muy educadamente y tú le agradeciste con una gran sonrisa y una reverencia.

—Kunikida-kun, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó el moreno con algo de fastidio.

—Fui a comprar unas cosas que seguramente necesitareis. —Os mostró la bolsa que llevaba consigo—. Además, tú no sabes en absoluto dónde está colocada cada una de sus pertenencias, ¡cabeza hueca! —Le gritó—. He venido para explicárselo con todo lujo de detalles.

Aquel comentario te avergonzó un poco. ¿Fue su compañero quien colocó todo, TODO? ¿También tus cosas más... íntimas? Tu cara se puso roja y Dazai se percató de ello de inmediato.

—Oh, no te preocupes, mi belladonna. —Se dirigió a ti con demasiada inocencia en su voz—. De tu lencería me he encargado personalmente con mucho gusto. Todo está perfectamente colocado por orden de preferencia mio. Lo más sexy, que es casi todo, lo clasifiqué por transparencias y colores. Los tangas de encaje ultratransparente están los primeros —declaró orgulloso sin pudor alguno.

Tapaste tu rostro con ambas manos muerta de vergüenza. ¿Cómo podía decir eso tan a la ligera delante de Kunikida? Más que aliviarte, su comentario te puso de los nervios. Aunque, en el fondo, sabías perfectamente que lo estaba haciendo aposta para presumir y divertirse viendo vuestras caras descompuestas. Su sonrisa de disfrute y satisfacción al ver aquella escena lo decía todo. Solo deseabas que la tierra te tragara en aquel instante. El rubio carraspeó con la garganta para aclarar su voz y hacer como que no había escuchado nada.

Misión en Yokohama | Dazai OsamuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora