4. Futuros condes

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No he podido dormir en toda la noche pensando en cómo escaparme de este matrimonio de conveniencia, pero sé que no hay salida posible. Tendré que seguir los consejos de Amalia para que mi futuro esposo no pueda controlarme a su antojo.

De repente, la puerta de mi habitación se abre y aparece mi madre con dos doncellas que no he visto nunca en mi vida. Vienen cargadas con vestidos y joyas, las cuales dejan en mi tocador.

–¡Buenos días, futura condesa! –exclama contenta mi madre.

Cathy se despierta somnolienta sin saber qué está pasando mientras yo resoplo cansada; la pesadilla acaba de empezar.

–¿Qué son todas estas cosas? –pregunto sin ánimo.

–El conde de Bristol nos ha dado dinero para que te compre lo necesario para encandilar a su hijo.

–¿Cómo? Yo no tengo que impresionarle.

–Por supuesto que sí, hija. No te preocupes, te he comprado los vestidos que te gustan.

En eso tiene razón, pues la mayoría de las prendas son de tonos claros con algún detalle de flores.

–No necesito tanta ropa.

–No seas cabezota, Lily. Serás condesa de Bristol, no puedes llevar siempre los mismos vestidos.

–¿Y por qué no?

–La sociedad tiene que saber que serás una gran condesa.

–¿Eso lo definirán solo por mi vestir?

–Pruébate uno –me ordena ignorando mi comentario.

Me levanto de la cama y vuelvo a preguntar:

–¿Por qué hay doncellas?

–El conde nos las ha traído para que te ayuden para esta noche –me informa mi madre–. Cuando te cases, serán tus doncellas en el palacio de Bristol.

–No necesito que me vistan, soy perfectamente capaz de hacerlo sola.

–¡Ni se te ocurra rechazar a las doncellas del conde! –exclama molesta– Sería como insultar a su familia.

Ya no puedo más y esto solo es el comienzo...

–Entonces, ¿me puedo comprar más vestidos? –pregunta mi hermana.

–Si te casas con alguien importante, tendrás eso y mucho más.

–¡Madre! –grito para detenerla.

–¿Qué te ocurre? A mí no me chilles, niña.

–No le digas eso –me quejo–, ella tiene que casarse por amor.

–Eso no es lo más importante, sino que su futuro esté asegurado con un hombre adinerado.

–Cathy, no la escuches –digo tapándole los oídos.

–No lo hago, tranquila.

Mi madre bufa frustrada y me obliga a ponerme uno de los vestidos; tengo que admitir que es muy bonito.

–Este vestido es el que llevarás esta noche –me ordena mi madre–, así enamorarás a tu futuro esposo.

Esa última palabra me provoca náuseas de lo mal que suena cuando se repite en mi cabeza. No estoy preparada para casarme, y mucho menos con alguien que no conozco.

–Cambia esa cara, niña –me dice mi madre–. Da gracias que tienes unos meses para conocerle y, además, vivirás rodeada de lujos.

–Madre, déjame sola –digo malhumorada.

ESENCIA DE LIRIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora