13. Preparativos

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Me limpio unas cuantas lágrimas que se me han escapado mientras regreso a casa en el carruaje. No puedo creer que Sir Byron y yo hayamos vuelto a enfadarnos. No quiero casarme con él, pues no pienso ser una mujer infeliz y sumisa.

Al cabo de unos minutos, por fin llego a casa y entro a toda prisa. Mi madre está atendiendo a unos clientes y decido esperarme hasta que acabe. Cuando me ve, me abraza y me pregunta emocionada:

–¿Cómo ha ido con Sir Byron?

–Siendo sincera, ha ido muy mal.

A ella se le borra la sonrisa y, a continuación, frunce el ceño.

–¿Qué has hecho? –me recrimina.

–¡Nada! Él piensa que me quiero casar por interés.

–Es normal que piense así porque todas las damas van detrás de él por su fortuna.

–Yo no.

–Tendrás que convencerle de lo contrario.

–No lo conseguiré, es muy obstinado.

–Tú también.

–¡Madre!

–Solo digo la verdad –se excusa.

Yo suspiro cansada y le pregunto:

–¿Dónde está padre?

–Trabajando.

–Tengo que contarle algo importante.

–¿Qué ha ocurrido?

Decido explicarle a mi madre lo de la fiesta, así sabrá cómo es Adrien realmente.

–Madre...

De repente, oigo unos pasos bajar las escaleras y me encuentro con mi peor pesadilla.

–Hijo mío –le saluda ella–, tu hermana acaba de venir de la mansión Byron.

–Eso quiere decir que os lleváis mejor, ¿no? –me dice él con una sonrisa como si nada hubiera pasado.

–¡Es estupendo! –exclama ella contenta– En pocos meses Lily pasará por el altar.

–Y yo muy pronto –dice Adrien mirándome con una sonrisa maliciosa.

–¡En pocos días! –responde mi madre– Qué felicidad nos traerás a esta familia, sobre todo cuando nazca un heredero.

Pongo una mueca de asco, ya que si Adrien se casa no será un buen padre. Yo, sin despedirme, subo a casa y me encuentro a Cathy jugando con una muñeca en el salón.

–Hola, peque.

Ella corre a abrazarme y me dice:

–Te echaba de menos.

–Y yo a ti.

–¿Ha ido bien con el futuro conde?

–Ha empezado bien el día, sí –contesto obviando el hecho de que ha acabado de manera desastrosa.

–No te creo.

Yo suspiro apenada y respondo:

–Me conoces demasiado bien.

–Quiero conocer a tu prometido.

–Ya lo conoces.

–Digo hablar con él.

–¿Se puede saber por qué?

–Para saber si realmente solo quiere un heredero.

Qué niña más lista.

ESENCIA DE LIRIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora