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Eros Rey era un chico que siempre hacía lo que quería, en general, sin pensarlo mucho antes. Era la clase de persona que vivía con lema de "disfrutar el momento sin importar las futuras consecuencias".

Fue por eso que cuando Alexander Díaz había sugerido que Eros quería verlo desnudo y el rubio se dio cuenta que quizás había una parte de él que no estaba tan disgustada con aquella idea (es más, no había ninguna parte de Eros disgustada con la idea de ver a Díaz desnudo), durante toda la práctica de fútbol de aquel día no había podido sacarse la imagen del cuerpo de Alexander de la mente. Así que Eros hizo lo que siempre hacía, o sea, hacer lo que se le dé la gana. De ahí que, dejándose llevar por su curiosidad, y sin pensarlo dos veces, decidió que entrar a la ducha con Alexander para verlo desnudo era, sin duda, una buena idea. Fue por eso que se metió en la ducha con él. Por supuesto, nunca esperó que las cosas terminaran como lo hicieron: besándose, masturbándose y posiblemente teniendo uno de los mejores orgasmos de su vida.

Eros jamás se había esperado algo así, menos que menos cuando se trataba del mismísimo Alexander Díaz. Pero ver las gotas de agua resbalar por el pecho de Alexander había provocado  un deseo de tocarlo que no pudo contener; y los labios del morocho, entre abiertos, sorprendidos de ver a Eros allí con él, habían lucido demasiado apetitosos como para frenar su impulso de unirlos a los suyos.
También era cierto que nunca se había sentido atraído por ningún otro hombre, no que le importara mucho el género de sus acompañantes sexuales porque, después de todo, buen sexo era simplemente eso, buen sexo.

Si había otra cosa que caracterizaba a Eros Rey, además de su arrogancia y sus ganas de siempre hacer lo que quisiera, era cuánto le gustaba divertirse. Y, joder Alexander era divertido. Siempre lo había sido.

Y, luego de lo que había pasado, Eros no estaba seguro de que las cosas entre los dos chicos pudiesen volver a como eran. No después de aquella mirada de Alexander llena de emociones contrariadas; esa resistencia que ponía, tratando de no sucumbir a su deseo, tratando de controlarse. No, Eros no creía ser capaz de olvidar aquella mirada.

Una sonrisa se deslizó por los labios del rubio mientras caminaba a su clase y un nuevo pensamiento apareció en su mente. Romper esa oposición, hacerlo enloquecer por él, por su tacto, llegar al punto en el que Alexander tuviera que suplicar por más, eso, eso sonaba como una excelente idea. Ver a Alexander Díaz, quien perjuraba una y otra vez odiarlo, con el que desde el día uno había existido una inmensa rivalidad, verlo deshacerse por él...de tan solo pensarlo Eros quería reír; sería tan entretenido.

Sonriendo e ignorando las miradas de los presentes en el pasillo sobre él, entró a su clase.

Sí, Eros Rey nunca había pensado terminar así, sin embargo, ahora tenía un nuevo objetivo. Y estaba seguro que estar con Alexander iba a ser lo más divertido que le hubiese pasado en mucho tiempo.

Porque después de todo, era sólo diversión; otro juego de enemistad con Alexander.

Un juego en el Eros no iba a perder.

Un juego en el Eros no iba a perder

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Mentiras piadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora