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La novia de Eros Rey.

La novia.

Novia.

¿Cómo Alexander había podido olvidarse de Tatiana? En realidad, no era extraño que el morocho olvidase a las personas que no fueran de su círculo cercano, así que no sería sorpresa alguna que se hubiese olvidado de ella sino fuera por el hecho de que Tatiana no era una persona cualquiera.

La primera vez que Alexander había escuchado sobre la existencia de dicha novia fue cuando la mismísima Tatiana se le había insinuado en una fiesta, luego de eso, Eros había tratado de golpearlo y Elena, la mejor amiga de Alexander, le había dicho algo sobre lo falsa que era la relación de noviazgos que tenían. Pero a Alexander, que estaba viendo como se comían la cara en el medio del pasillo, le pareció una relación bastante verdadera.

Un fuego que hacía días no sentía se formó en el pecho del morocho. Un fuego capaz de quemar el mismísimo amazonas; estaba enojado. Furioso.  Alexander sabía de primera mano lo que se sentía que alguien que amas te engañe y el maldito Eros ¡estaba engañando a su novia con Alexander de todas las personas!

Alexander contuvo una carcajada acida. Era irónico. Su novia lo había engañado un año atrás con Eros y ahora Eros estaba engañando a su propia novia con Alexander.

Un verdadero hijo de puta. Eso era lo que era Eros.

¿Como podía engañar a las personas sin que le temblara el pulso? 

Pero, en el fondo, el morocho sabía que una gran parte del enojo que sentía tenía poco que ver con los sentimientos de Tatiana y más con los suyos. Alexander era virgen, nunca había dejado que nadie lo tocara excepto por Eros; para el morocho masturabarse en un baño con alguien no era usual y que Eros pensase que no era la gran cosa lo enfurecía; saber que Eros hacía lo mismo, e incluso más, con otra persona con tanta sencillez, sin pestañear, le molestaba.

Alexander sabía que era un juego, realmente lo sabía, pero se sintió usado. Y la verdad era que no tenía ganas de pensar en lo contradictorio que sonaba eso, por lo que decidió ignorar esa parte de él y aferrarse a la idea de que únicamente le molestaba que Eros lo usara para engañar a su novia.

—¿Hijo?—preguntó Samara del otro lado de la línea. Alexander apenas pudo comprender lo que su madre le había dicho.

—Buscar a Ulises, sí, sí...Luego te llamo—no dio tiempo a que su madre pronunciara una respuesta y colgó la llamada.

Unos segundos después, al fin, Eros y su novia se separaron y de la mano se fueron caminando por el pasillo, dejando atrás a un muy confundido Alexander.

Alexander cruzó los brazos sobre su pecho mientras se recostaba en la pared de atrás suyo con los ojos clavados en donde momentos atrás la parejita había desaparecido. Odiaba a Eros. Quizás los encuentros que había estado teniendo con el rubio habían nublado su juicio, pero verlo besar a su novia hizo que el morocho recordara exactamente qué clase de persona era Eros.

Eros era el chico que se había follado a la novia de Alexander en su propia casa; era el chico que se burlaba del morocho siempre que podía; era el maldito Eros Rey que tocaba a Alexander y lo deseaba como ninguna otra persona lo había deseado antes para luego irse con su novia como si nada hubiese sucedido.

Eros Rey, el maldito Eros Rey.

Alexander apretó la mandíbula con fuerza.

—¡Lex!—exclamó Felix pasando su mano por enfrente del rostro de Alexander y llamando al fin su atención—. Joder, ¿en qué estabas pensando? Te llamé treinta veces—preguntó su mejor amigo que había salido de los vestidores y lo estaba mirando con preocupación. No era normal que Alexander estuviera tan perdido en sus pensamientos.

Mentiras piadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora