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AVISO: volví a subir el capítulo porque me di cuenta que Wattpad no me había guardado unas modificaciones que había hecho.

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¡Hoy les traje un capítulo largo para compensar mi falta de actualización! 🥳
Espero que les guste 💜
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El entrenamiento del jueves a la mañana fue duro y cuando el silbato de la entrenadora Hernandez sonó indicando el fin de las vueltas que el equipo de fútbol tuvo que correr alrededor de la cancha, los chicos se acercaron hasta formar un semicírculo enfrente de ella. 

Eros y Alexander eran los más rápidos del equipo; sus tiempos de velocidad rondaban los mismo números aunque, como bien le gustaba recordar al morocho, Alexander siempre le sacaba un buen par de centésimas a Eros.  Aquel día no había sido diferente, ambos chicos habían dado el máximo de sí mismos para tratar de pasar al otro, así que para el fin del entrenamiento estaban exhausto.
Alexander se detuvo detrás de sus compañeros y se apoyó en sus rodillas respirando con dificultad; el fuerte sol golpeaba contra su rostro y el calor únicamente estaba contrarrestado por una leve brisa que movía su cabello morocho. Era un día peculiarmente cálido para el invierno que estaban acostumbrados.

—¡Eso es todo por hoy!—exclamó la entrenadora con sus brazos en las caderas en forma de jarra. Todos se contuvieron de soltar un suspiro de alivio sabiendo perfectamente que la señora Hernandez lo tomaría como una señal de queja y según ella solamente los perdedores tenían el tiempo de quejarse—. Mañana nos encontramos en el gimnasio con el equipo de basquetbol—se apresuró a levantar una mano antes de que alguno pudiera siquiera emitir un comentario—. Visto que los dos equipos necesitan el espacio para entrenar y que el horario que le sigue está ocupado, los viernes compartiremos gimnasio—avisó con una mirada dura que hizo que ninguno se animase a hacer una mueca—. Y si llego a ver alguna clase de pelea mañana o en alguno de los próximos encuentros, hoy será un chiste comparado a lo que les haré hacer.

Sin más, la entrenadora los mandó a ducharse y vestirse para que no llegaran tarde a sus respectivas clases, dándole una mirada furtiva a Félix, quien comprendió inmediatamente lo que debía hacer. Cuando la señora Hernandez desapareció de la cancha, nadie se había movido y un murmullo de voces enojadas se hizo presente; no era secreto que el equipo de fútbol y el equipo de basquetbol no estaban en los mejores de los término (por no decir en los peores).

Alexander todavía con la respiración agitada se irguió en su lugar cuando Felix tomó la palabra, callando las voces de protesta.

—Chicos—tomó aire—, no les voy a pedir que se lleven bien con ellos porque no espero milagros, pero antes de actuar necesito que piensen en las consecuencias. Y no me refiero únicamente al castigo de la entrenadora—dijo con severidad el castaño, haciendo una pausa para que puedan digerir sus palabras—. Si queremos ganar los Intercolegiales no nos podemos permitir que suspendan a ninguno. Y todos sabemos que en caso de algún problema al señor Adams no le va a temblar la mano, en especial después de lo del año pasado—le dirigió una mirada de advertencia a Abel, uno de los defensores, aunque Alexander pudo jurar ver una de las comisuras de los labios de Felix levantarse levemente—. ¡Así que no los dejen meterse en su cabeza porque al final del día, este año, vamos a ser nosotros los que traigamos el trofeo a casa!—hubo un rugido de festejos que luego de unos segundo Felix acalló con su mano—. Y recuerden, si cae uno...

—¡Caemos todos!—exclamó el equipo con el pecho inflado de orgullo y hermandad. El humor habiendo mejorado notablemente.

Felix asintió con solemnidad.

—Ahora, ¡a las duchas que no quiero mas quejas de profesores por el olor! Y sí, Newman, eso fue una indirecta—dijo el castaño y se escucharon unas risas por lo bajo.

Mentiras piadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora