12.

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Paulo cerró la tapa del inodoro y se sentó en el piso del baño. Con la remera se limpió los labios y con los dedos las lágrimas. Le dolía la traición de Leandro, le dolía porque él en serio apostaba todo por el bostero y por una futura relación con éste, y Leandro no hizo más que cagarse en todo, una vez más. Pero Paulo ya no tenía diecinueve años.

—¿Paulo, estás bien? —Escuchó la voz de Cuti del otro lado de la puerta — ¿Puedo entrar?

—Entrá —contestó.

El cordobés de ojos claros ni siquiera se molestó en levantarse o limpiarse la ropa que ahora tenía rastros de vómito. En ese momento, no le importaba nada más que hacer mierda a Leandro. El único movimiento que hizo cuando vio a Cuti entrar al baño y cerrar la puerta, fue estirar la mano hasta el botón del agua.

—¿Qué pasó? ¿Algo te cayo mal? 

—¿Te acordás de la foto que te mande hace unos días, de Leandro?

Cristian asintió. 

—Cuando estaba buscando la foto que me pediste, encontré esa y estaba por borrarla y vi que atrás de Leandro había una foto donde estamos él y yo. Hace menos de un mes —Paulo negó con la cabeza, todavía sin poder creerlo. Cuti por su parte, se sentó en el piso frente a Paulo y apoyó la espalda en la pared.

—Ah pero es un gil.

—Es un hijo de puta —contestó Paulo mientras se ponia de pie. Se acercó a la pileta y observó su rostro en el espejo —, pero esto no se va a quedar así. 

—¿Qué vas hacer? —Paulo observó desde su posición a Cuti que continuaba sentado en el piso y sonrió.

—Por ahora fingir demencia. 

Criatian no llegó a responder, porque alguien tocó la puerta de la habitación y el cordobés morocho se puso de pie y salió del baño para abrirla. Paulo aprovechó para cepillarse los dientes y cuando escuchó las voces provenientes de la habitación, se quito la remera sucia. Cuando salió del baño, Paulo fue recibido por diferentes brazos mientras todos empezaban a cantar el feliz cumpleaños; en ese instante sintió ganas de llorar. Durante todo el día estuvo esperando este momento, éste tenía que ser un buen día, su día, y ahora tendría que pasar su cumpleaños número treinta fingiendo que todo estaba de maravillas. 

—Feliz cumpleaños, mi amor — Paulo escuchó la voz de Leandro y un nudo se formó en su garganta. El cordobés se dejo abrazar por el más alto, pero se quedo inerte en su lugar y cuando Leandro se acercó a darle un beso, estuvo tentado a correrle la cara y decirle que se vaya a la puta, pero tenía que esperar. 

—Ay, me mordiste fuerte —se quejó Leandro cuando Paulo soltó su labio inferior con una sonrisa.

—Perdón, mi amor —el ojiverde hizo énfasis en la última palabra —. Viste como dicen por ahí, el amor duele.

Leandro solo le mostró una leve sonrisa, sin comprender la profundidad de las palabras de Paulo. El cordobés recibió algunos regalos por parte de sus amigos y de a poco se fueron retirando todos a sus respectivas habitaciones; Leandro era el único que quedaba y Paulo realmente necesitaba que se vaya  porque cada minuto que pasaba frente a él, su enojo incrementaba e iba a terminar explotando.

—Estaba pensando en pedirle a Gio o Cuti para que nos cambien de pieza, así podemos dormir juntos. 

—Mañana —contestó Paulo. 

—¿Por qué?

—Porque mañana organicé una jodita acá, y después que se vayan todos podés quedarte —el cordobés estaba de pie frente a Leandro. La diferencia de altura no era mucha, la suficiente para que Paulo tenga que mirar apenas para arriba, los ojos celestes de Leandro lo observaban con atención; hasta esa mañana Paulo creía que Leandro lo miraba con amor, pero si amabas a alguien no ibas a cogerte a la primera que te ponían adelante. 

todos los caminos conducen a roma 🐺 paulo dybala, leandro paredes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora