4. No es el fin del mundo

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La habitación silenciosa le ponía los pelos de punta a Duxo, que estaba apretado entre el brazo derecho de su madre y el brazo izquierdo de su padre, implorándole al psiquiatra que lo ayudara a escapar del diagnóstico que él mismo le acababa de dar. Los ojos profundos de su padre parecían quemar su oreja derecha y quería romper en llanto por lo horrible que se sentía.

Era asfixiante ser juzgado.

¿Puede repetirlo?

Su madre parecía demasiado tensa, con los ojos incrédulos bien abiertos y las manos temblorosas apretando el muslo de su padre. El psiquiatra la miró con hastío porque sabía de antemano lo histérica que podía llegar a ponerse cuando algo no le parecía.

— He dicho, señorita, que su hijo ha presentado un caso de depresión crónica. — Buscó algo entre sus gavetas y sacó un par de folletos que le entregó a ambos adultos con una expresión severa. — En estos folletos hay más información al respecto. Necesitarán orientación a partir de hoy.

El problema era que sus padres odiaban seguir órdenes porque les gustaba más impartirlas. Por eso buscaron por sus propios medios la forma de 'quitarle esa estupidez a su hijo'. Rompiendo, sin saberlo, las últimas bases de una relación sana y llena de confianza.

Duxo nunca le dijo nada a nadie, pero ese día lloró hasta dormirse para no escuchar las disputas que sus padres tenían en el cuarto de abajo. Y si llamó a Aquino entre lágrimas buscando un poco de confort para saber que su mundo no se vendría abajo, era una cuestión para discutir más tarde. Cuando todo estuviera mejor.

El mundo no se acaba cuando tienes catorce años.

Después de todo.

Toc, toc, toc. ¡Pow!

— ¡Levántate cabezota!

Un almohadazo en su cara hizo que prácticamente saltara de la cama con los ojos bien abiertos, Kendo sonrió con maldad antes de darle otro golpe con la almohada y soltó muchas carcajadas cuando Duxo lo tiró de la cama a costa de patadas.

— ¡Kendo! — Exclamó con sorpresa y confusión. El otro chico le sonrió como una fiera antes de rodar hasta la puerta y gatear a su cajón. — ¿No estabas de intercambio? en...

— Tokio, sí, sí. — Sacudió la mano con desdén, restándole importancia mientras rebuscaba entre las cosas del cuarto de invitados. — Son vacaciones de navidad, cabezota.

Para contextualizar, Duxo había tenido una racha de malas noches y en su terror por estar solo y pasar por más decidió visitar a Locochon, quien amablemente le ofreció quedarse en la habitación de invitados. Él aceptó, completamente agradecido con su amigo.

— Ah. — Murmuró finalmente, comprendiendo totalmente a lo que se refería el rubio. — ¿Cómo te ha ido?

— Muy bien a decir verdad. — Él se encogió de hombros, su actitud resuelta y coqueta salía a la luz siempre que se sentía cómodo con alguien. — Los japoneses no son tan malos como pensaba, aunque las clases están un poco jodidas la verdad. Ah, por cierto, hablé con Soarinng y me dijo que tú y Aquino habían cortado y no le creí así que me dijo pues pregúntale y no pude estar quieto durante todo el vuelo así que dime, ¿es verdad?

El híbrido había hablado tan rápido que Duxo tuvo que repetirse el monologo para contestar, supuso que realmente había estado ocupado si no se había enterado de algo que sucedió hace meses; y aunque realmente no quería hablar del tema, Kendo era un buen amigo suyo y merecía, por así decirlo, la verdad.

— Uhh, sí. Fue cuando entré a tercero y la directora decidió anexar clases y aulas para juntar a los 'inteligentes' y hacer que la escuela mantuviera buena imagen, cosas así. — Admitió, removiéndose incómodamente entre las sabanas. — Aquino siempre fue un buen estudiante así que lo enviaron a una de esas aulas, pero yo nunca fui muy aplicado la verdad.. y.. una cosa llevó a la otra, como que nos distanciamos y después decidió romper conmigo.

Cómo (no) olvidar a tu ex  •  DuxinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora