Duxo estaba dibujando un pene en el pupitre de Locochon cuando la profesora de socioemocionales decidió finalmente hacer acto de presencia esa mañana.
La profesora Roberta era una mujer viejita, de complexión robusta y bastante gruñona que no parecía disfrutar de su trabajo si no involucraba reportar alumnos vulgares o señoritas desvergonzadas. Era de esas señoras viejas que daban la horrible sensación de que en cualquier momento podrían jalarte de la oreja e inhalar tu alma entera con una sola bocanada de aire, y por eso, la mayoría de sus grupos tutorados se ponía serio en cuanto entraba al aula.
La mayoría.
— ¡Jóvenes! — Exclamó con su voz tan tosca cuando se vio ignorada con su llegada. Duxo sonrió con lástima cuando nadie pareció escucharla. — ¡Jóvenes!, ¡tomen asientos ahora mismo!
El grupo de Duxo era de esas generaciones del colegio a las que los profesores no les veían ni profesaban un futuro digno o exitoso, tal vez se trataba de algún tipo de dificultad o indisciplina, pero desde que habían pisado primer año, incluso los directivos se dieron por vencidos en la tarea de convertirlos en un grupo decente. Por eso los habían etiquetado y enviado hasta el fondo y la mayoría de sus materias eran impartidas por unos cuantos docentes que creían ciegamente en la posibilidad de que en su último año llegaran a cambiar.
Aunque aquello fuera improbable.
— ¿No crees que se esfuerza demasiado? — Le preguntó a Locochon con un deje de tristeza en su voz, a veces se sentía culpable por lo grosero que era su cubículo en conjunto contra los maestros, tal vez sólo era porque sus padres eran profesores también. — Debería habernos votado en segundo cuando.. ya sabes.
Su despreocupado amigo se encogió de hombros y acomodó sus lentes para leer mejor.
— Si yo fuera ella me habría ido hace tiempo de la escuela. — Lamió su pulgar para cambiar de página y Duxo observó la simple belleza de su amigo al leer con una ceja levantada. — Tiene los suficientes años de experiencia como para jubilarse y vivir bien, pero prefiere estresarse sin razón con un grupo de tercero que incluso la directora decidió abandonar a medio camino.
— Supongo que aún nos tiene un poquito de fe. — Admitió Natalan cuando finalmente dejó de masticar su sándwich de hace días. — Cree que puede volvernos jóvenes prometedores para que aspiremos a las mejores preparatorias o algo así.
— Eso es imposible. — Recriminó Duxo, mirando de reojo a Locochon que le sonreía con sorna. — Bueno, para nosotros. Supongo que Loco ya ha aplicado con antelación para.. ¿cómo se llamaba?
— Oxford.
Natalan rodó los ojos y una sonrisita que gritaba 'lo suponía' se confabuló en su rostro y en el de su azabache amigo. De los tres, Locochon era el que prometía tener un futuro más exitoso, siempre estaba leyendo algo, su caligrafía era impecable, era rápido para actuar y sus acciones mermaban en donde iniciaban sus más oscuros deseos. Era un muchacho bien formado, y si dejase de hablar con Duxo y Natalan, ganaría incluso más puntos a su favor.
Pero Locochon tenía muchas cualidades y valores, y la lealtad era una de ellas. Así que, por más tontos, estúpidos, imbéciles y fracasados que fueran sus amigos, al chico nunca le pasaba por la cabeza el abandonarlos a su suerte, no sería capaz de cargar con el peso de la culpa, además, su compañia no era tan mala. Le sacaban buenas risas.
— Entonces Loco será quien nos saque de este país cuando trabaje. — Se pavoneó Natalan con una sonrisita, Duxo le siguió el juego y Loco simplemente les sonrió mientras rodaba los ojos.
El bullicio de voces y risitas menguó cuando la profesora azotó su regla de madera contra la pizarra, luciendo tan hastiada y hasta el tope que al grupo no le quedó más opción que guardar silencio y observarla con curiosidad.
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Cómo (no) olvidar a tu ex • Duxino
FanfictionDuxo tiene un ex, uno muy bonito de cabellos castaños y ojos amielados que brillan contra el sol, uno amable y sincero que siempre está dispuesto a ayudar si es necesario. Duxo tiene también un mejor amigo que es consciente de lo mucho que podría a...