Capítulo 20

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Capítulo 20

Candy miraba el inmenso azul del mar, mientras la impaciencia crecía cada vez más dentro de ella, anhelaba tanto ver la cara de sus seres queridos cuando vieran que Stear estaba vivo, ya podía imaginar la sorpresa grabada en el rostro de Archie, Annie seguro se desmayaría, y que decir de Patty, aunque la tía abuela…. No, ojala no le caiga mal la noticia, pensaba Candy.

—¿En qué piensas pecosa?—la voz de su amado la sacó de su ensoñación, provocando que pegara un brinco debido a la sorpresa.

—¡Me asustaste!—respondió Candy llevándose la mano al pecho—pensaba en la sorpresa que todos se llevaran al ver a Stear.

—Sí que será una sorpresa para todos—dijo Terry recargándose en la barandilla mirando seductoramente a Candy—y dime ¿me has extrañado?—preguntó sugerentemente Terry.

Desde que habían abordado el barco, habían estado muy poco tiempo a solas, solo había besos robados a la luz de la luna, que lejos de amainar esa necesidad de estar juntos, solo incrementaba la ansiedad; sin saberlo, Terry se había convertido en una adicción para Candy, pues siempre que los besos que ambos se daban comenzaban a subir de tono, Terry los daba por terminados, dejando a una Candy realmente confundida por la ansiedad que crecía porque Terry no parara.

—Todo el tiempo—dijo Candy suspirando, mientras dirigía su mirada al mar, descansando su barbilla en la palma de su mano—ya quiero que lleguemos a Nueva York, así podremos estar más tiempo juntos—finalizó haciendo un puchero, que solo logró que Terry riera por esa expresión poco común en su amada.

—No te rías de mi—lo acalló Candy—bien, sigue riendo, yo me voy.

Candy dio la media vuelta airadamente, un gesto aprendido de Elisa, pero no avanzó más de diez pasos cuando, sorpresivamente, Terry la tomó por la cintura, pegándola a la pared más cercana, mientras que con su nariz trazaba un camino que iba de la mejilla a la mandíbula y de ahí a la comisura de los labios de Candy, mientras su fresco aliento enviaba oleadas de calor que provocaban el sonrojo de Candy, y sin resistir más, un sonoro gemido salió de los labios de Candy.

—Hueles deliciosamente bien—murmuró Terry sobre la suave piel de su mandíbula, mientras una sonrisa cruzó sus labios al sentir un loco palpitar justo debajo de ella.

—Terry… alguien nos podría ver—decía Candy entre susurros, mientras su corazón palpitaba locamente, que ella llegó a creer que de un momento a otro se saldría de su pecho.

—Bien… si quieres que pare…—dijo Terry, enderezándose sin llegar a erguirse totalmente, pues repentinamente Candy tomó su cabeza entre sus manos, acercando sus labios a los de él.

El beso estaba lleno de hambre, deseo, provocando pequeños jadeos por parte de ambos, mientras las intrépidas manos de Candy recorrían los hombros de su amado, Terry la tomó por la cintura acercándola aún más a él. Candy fue consiente de la creciente erección de Terry, que por alguna extraña razón desconocida para ella, provocaba el querer estar aún más cerca.

—Vayamos a un lugar más seguro—dijo entre jadeos Candy, provocando que Terry abriera enormemente los ojos, al escuchar a su pecosa decir eso.

Terry sabía que no se podrían dirigir ni a su camarote ni al de Candy, pues rápidamente serían reconocidos y no podrían gozar de intimidad. Solo había un lugar, aunque, no estaba seguro de que Candy quisiera ir.

—Sabes que no podemos ir a tu camarote o al mío—dijo Terry, mientras Candy asentía en silencio—aunque… hay un lugar… pero no sé…—decía atropellando las palabras, mientras a Candy se le escapaba una risita.

La fuerza del destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora