La fuerza del destino

capítulo 2

Después de múltiples insistencias por parte de Elisa, Candy decidió acompañarla a la reunión que se ofrecería en la mansión de los Swan, después de todo, como lo dijo su vieja enemiga, necesitaba distraerse, olvidarse por un momento del pasado. A la fiesta asistirían personas ya conocidas para Candy, incluyendo a viejos ex compañeros del colegio san Pablo, que ahora estaban en camino de ser personas igual de exitosas que sus progenitores. Así que se dispuso a arreglarse para que en su semblante no se percibiera la tristeza que siempre que se acercaba aquella fecha, salía a relucir, y más ahora con la noticia de que la carrera de Terry pronto llegaría a su fin.

Se hacia tarde, rápidamente, Candy tomó aquel abrigo de mink blanco que había comprado esa tarde y decidió lucir aquella hermosa gargantilla de diamantes que Albert le había obsequiado en su cumpleaños. En la sala la estaban esperando Elisa y Mark Fergusson, quien mostraba un gran interés por Elisa, pero esta no quería precipitarse ya que la herida de la muerte de James aún estaba latente.

-Esta noche seré la envidia de todos los presentes-fue el comentario que hizo Mark al ofrecer ambos brazos a Candy y Elisa.

-Eso no lo dudes Mark-dijo Elisa-después de todo, no es muy común que dos de las solteras más codiciadas de los estados unidos anden solas.

Una vez que llegaron a la mansión Swan, se dieron cuenta de que no se trataba de una simple reunión; al parecer, toda la alta sociedad de los estados unidos se encontraban ahí reunidos, había reporteros y fotógrafos por todas partes.

-Vaya, esto si que es sorprendente-exclamó Mark una vez que entraron al vestíbulo.

-Y no es para menos Mark, toda la alta sociedad está feliz de que la guerra haya terminado-había una nota de tristeza en la voz de Elisa al pronunciar las palabras. Inmediatamente, Candy se acercó a su lado, y la tomó por el brazo.

-Si no te sientes bien, nos podemos retirar Elisa-dijo dulcemente Candy.

-Para nada Candy-respondió con una gran sonrisa Elisa-hemos venido a divertirnos así que vamos.

-Esa es mi chica-dijo Mark, ofreciéndole el brazo a Elisa, así Candy se quedó rezagada, conversando con algunos ex compañeros del colegio san pablo, los cuales la trataban como una igual, dejando atrás el mal trato que le daban.

Se encontraba en la terraza, conversando con la señora Kennedy, esposa de uno de los socios de la familia Andrey, observaba al pequeño John, preguntándose si algún día tendría la dicha de ser madre. No había tenido la oportunidad de pasar al gran salón donde se estaba llevando a cabo la fiesta ya que siempre encontraba a alguna persona que la entretenía preguntándole por Albert y el resto del clan Andrey. Tomaba alguno de los bocadillos que los meseros pasaban ofreciendo en unas grandes charolas de plata, el champagne corría por todas partes, mientras en su interior rogaba porque Elisa no se le ocurriera estar tomando de más. Al ver a Mark sin la compañía de Elisa, no pudo evitar sentirse ansiosa.

A la llegada a esa enorme mansión, Susana se sentía fascinada ante tanta opulencia, era consciente de los saludos que recibía Terry por parte de esa gente tan acaudalada. Siempre se había preguntado cómo era posible que él conociera a gente tan importante, pues a pesar de que algunos de los ahí presentes eran patrocinadores de algunas de las obras de la compañía, aquellos que lo saludaban eran de su edad, siendo sus padres e incluso sus abuelos los patrocinadores. Sabía que Candy pertenecía a este tipo de gente, aun recordaba la rabia y envidia que sintió cuando se enteró de ello hace poco más de tres años, mientras leía el encabezado en el que se daba a conocer al heredero y cabeza de una de las familias más adineradas de todo norte América William Albert Andrey, y su hija, Candice White Andrey. Su enojo quedó disminuido al pensar que, aunque Candy tuviera todo con lo que ella soñaba tener, ella poseía algo que Candy nunca tendría, a Terry.