Moon Dong-eun soñaba con ser arquitecta pero tuvo que abandonar la escuela secundaria, víctima de una terrible violencia escolar, y planea vengarse tanto de los perpetradores como de los que presenciaron los hechos sin intervenir.
Como lo es el caso...
—La policía me citó para declarar. ¿Qué hago? —hablaba Sa-ra tras la linea.
—X, es una declaración común ¿por qué? ¿mataste a Myeong-oh? Mantente limpia hasta entonces.
—¿Tú también lo crees? Mierda ¿lo maté?
—Cielos, eres un desastre, que vergüenza.
—Llevo limpia mucho tiempo, ya no tengo proveedor, no sé que hacer, necesito mi droga.
—Espera hasta la declaración, veré si puedo conseguir algo para ti.
—¿Lo harías por mí, amor?
—Sí, no soporto escuchar como devoras el refrigerador.
—¿Sabes que te amo mucho, amor de mi vida?
—Claro, lo sé —sonrió de lado, mirándose las uñas recién decoradas por la manicurista.
—No recuerdo la ultima vez que lo vi o si lo dejé vivo o no.
—Mínimo estabas drogada.
—¿Qué preferirías tú, bebé? ¿homicidio o posesión de drogas?
Morir.
—Se puede matar por accidente ¿no?
—Sí, en defensa propia.
—Pero ¿tener drogas por accidente? No me lo creerían ¿verdad?
—Verdad —confirmó.
—¿A ti te llamaron? Yo voy la próxima semana.
—No sé, no administro mis llamadas. Pero sé que Jae-jun declara hoy.
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Llevaba tanto tiempo esperando que se había quedado dormida recargada a la pared, ese día no había hecho más que regañar a la nueva asistente por su incompetencia, pero eso la había dejado exhausta. No se puede regañar a alguien todo un día sin perder energía.
—Señorita —la voz del chico le entró como un susurró por los oídos, pero al creer que era parte de un sueño, no despertó.
Al menos hasta que la sacudieron ligeramente, haciéndola sobresaltar y abrir los ojos con susto.
—Señorita, ¿se encuentra bien? —el chico estaba agachado a su altura, con las manos en sus hombros, y de alguna forma cerca de su rostro.
—Estoy excelente ¿no se nota?,. ¿Quién eres tú?
—Yo vivo aquí.
—¿Qué? —sacó su teléfono y revisó el mensaje, quizá había leído mal la dirección.
—¿Me estaba buscando a mí?
—No, yo ni siquiera sé de donde saliste. Mierda ¿me drogué sin darme cuenta? —susurró lo último.
