2. Esther

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Aquella mañana me encontraba despierta en mi cama cuando el sol aún no había despertado, contemplando mi maleta hecha a la víspera de una despedida de soltera que incluso yo sabía que era un error, pues entendía que solamente se trataba de una prueba planeada por la madre de mi futuro esposo para ver la clase de mujer que era, no hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta de sus intenciones.

En aquel momento me parecía mentira que tan solo un par de semanas atrás me había graduado de la preparatoria con el mejor promedio de mi generación, parecía muy lejano aquel sueño que llegué a tener donde me veía a mí misma siendo una arquitecta respetable, inaugurando mi primer edificio, valiéndome por mí misma, sintiéndome orgullosa de lo que había logrado en mi vida; sin embargo, ahí estaba yo, recostada en mi cama, con las piernas cruzadas, pensando en cómo sería mi futuro esposo, preguntándome si me llevaría bien con él, si en algún momento llegaría a amarlo, si él podría enamorarse de mí; pero en aquel momento, tal clase de cuestiones carecían de relevancia, pues el contrato ya había sido firmado, dejando una idea muy clara en mi cabeza: si yo me casaba con Felipe, mamá salvaría la casa donde vivíamos con mi hermana y mi tía Celia.

Viendo las cosas en retrospectiva, me parece increíble que me hubieran convencido para aceptar tal clase de humillación, o mejor dicho, que no hubiera visto la clase de manipulación que utilizaron conmigo mi tía y mi madre, para aceptar un contrato de compromiso donde se estipulaba que, para que las nupcias ocurrieran, el día de la boda debía practicarme un estudio para verificar que seguía siendo virgen, junto con otras cláusulas que hablaban del peso que debía mantener en el matrimonio, las horas de ejercicio que debería cubrir a la semana, el tipo de ropa que me estaba permitido usar, entre otras muchas denigrantes condiciones que me imponían para casarme con un tipo al que ni siquiera conocía, quien a cambio de entregarme a él como su esposa, le daría a mi madre una gran suma de dinero, con la cual se podría salvar la casa e incluso vivir de ello durante algunos años.

Definitivamente mi situación era horrible, odiaba cada parte de aquel contrato y cada cosa que implicaba el haberlo firmado, aceptando con ello esas horribles y denigrantes reglas que debía seguir para que todo siguiera su curso y mamá no se quedara sin un hogar; lamentablemente mamá y mi tía me echaron en cara los años de educación que me dieron en escuelas costosas, lo difícil que supuestamente había sido mantenerme desde que era niña dado que mi padre nos había abandonado y lo endeudada que estaba con ellas por lo que decían que había sido una vida privilegiada para mí; una suma de factores que me llevaron a aceptar esa clase de convenio, los cuales se sumaban a su vez al miedo que mamá me inspiraba, pues no dejaba de recordar las palizas que le daba a mi hermana cuando ella cometía un error o hacía algo que mi madre calificaba de inmoral, un detalle que por cierto me hizo comportarme como lo que mamá llamaba "una niña modelo" desde que era muy joven, pues en verdad me daba mucho miedo que me pegara de la forma como lo hacía con mi hermana; y aún a pesar de mi buen comportamiento, no podría enumerar la cantidad de veces en que mi madre me golpeó por cosas que carecían absolutamente de importancia real.

- ¿Estás lista cariño? Ya llegaron por nosotras - dijo mi mamá desde afuera de mi alcoba, un segundo antes de que me levantara de la cama, suspirara resignada ante algo que no podía cambiar, me pusiera una sudadera y saliera de mi cuarto cargando mi maleta, encontrándome con mi madre, ridículamente vestida con un atuendo con el que parecía dirigirse a una cena elegante, que nada tenía que ver con la cabaña en medio del campo a la que nos dirigíamos, donde tendría lugar mi supuesta despedida de soltera, organizada por Martha, mi futura suegra, y Julia, mi futura cuñada - ¿En serio te vas a ir vestida así? - dijo mamá con un desagradable gesto de fastidio en el rostro, arrugando la nariz al verme enfundada en un pants, con una camiseta cualquiera y cubierta por una sudadera que lucía mucho más cómoda que elegante.

Esther: despedida de soltera en familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora