10. Esther

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Es difícil de explicar lo mucho que pueden cambiar nuestras decisiones e ideas después de haber dormido por un par de horas. Fue mientras despertaba y miraba a Rodrigo dormido, cuando analizaba lo hermoso de su rostro y la tranquilidad con que se había entregado al sueño, el momento en que entendí que aquella pequeña fantasía de hacer un vida a lado de ese chico, no era otra cosa que eso, una fantasía, algo que jamás podría pasar, pues a pesar de la terrible decisión que tomé la noche anterior y de que debería buscar la forma de que aquel contrato llegara a término y pudiera casarme con el hijo de Martha, arriesgándome al castigo que mi madre me impondría; tenía muy claro que no podría irme sin más, que no sería capaz de escapar con Rodrigo sin importarme nada, pues si lo hacía, seguramente mamá culparía a mi hermana y a pesar de que no me agradaba del todo, la confesión que me hizo antes me había mostrado una parte de Paola que no conocía, una faceta de mi hermana que me hizo entender lo duro que había sido para ella lo que hizo y la carga que ello supuso para el resto de su vida. Rodrigo abrió lo ojos y sonrió con tristeza antes de que su mano acariciara mi mejilla.

- No deberías casarte por la razón equivocada - dijo en un susurro mientras miraba mis labios. Varias lágrimas comenzaron a recorrer parte de mi rostro antes de caer sobre la almohada - sabes que quiero que vengas conmigo ¿Cierto? - asentí con pena, sintiendo un horrible dolor que recorría cada partícula de mi cuerpo - ¿Qué te detiene para irte conmigo? ¿Qué tengo que hacer para que dejes a esa familia y...? - un impulso me hizo besar sus labios mientras mi llanto se hacía más intenso y mi cuerpo era sacudido por violentos sollozos que coartaban mis intenciones de continuar con lo que debía hacer, pero pude separarme de él y mirarlo a los ojos por última vez.

- No puedo dejar sola a mi hermana, sabes lo que le harían si no me encontraran por la mañana, no podría vivir con ello; no, no puedo renunciar al plan de mi madre y tampoco sé qué voy a hacer para que no sepan que... - hice una pausa mientras un especial destello brillaba en sus ojos y compartíamos una deprimente sonrisa - ojalá las cosas fueran diferentes, ojala pudiéramos... - la puerta se abrió de pronto y por ella entró Mónica, con la ropa desarreglada y abriendo mucho los ojos al ver que nos encontrábamos desnudos, abrazados el uno del otro.

- ¿¡ Pero que demonios...!? - dijo antes de asomarse al pasillo y cerrar la puerta - ¡Por favor, dime que ustedes no...! - urgió mi amiga mientras su mirada se alternaba entre el rostro de Rodrigo y el mío, pero no podía seguir viéndola, así como tampoco fui capaz de volver a mirar a Rodrigo a los ojos mientras mi llanto se hacía más intenso y mucho más doloroso.

- Adiós - le susurré a Rodrigo sin mirarlo, acercando mis labios a los suyos para darle un último beso antes de levantarme de espaldas a él y vestirme tan rápido como pude hacerlo, mirando a Mónica sin dejar de llorar, viendo en ella a una chica cuyo rostro de pronto se había transformado de la sorpresa y el temor, a una expresión de lástima y pena por mí, una mujer que no podía estar con el hombre a quien en verdad...

- Yo también te amo - escuché la voz de Rodrigo a mi espalda, pero no quise voltear a verlo, pues si lo hacía sabía que no tendría la fuerza para renunciar a él, que no podría continuar por el camino que debía tomar, que no sería capaz de casarme con otro hombre y entregarle mi cuerpo después de haber hecho el amor con el chico más maravilloso del mundo, con mi verdadero hombre.

Fue un trayecto difícil el que recorrí de regreso a mi cuarto, no pude dejar de llorar y tampoco intenté hacerlo. Mónica caminaba detrás de mí, casi corriendo como yo lo hice hasta llegar a mi habitación y lanzarme a la cama, enterrar mi cara en una almohada y entregarme al llanto más desgarrador de había tenido la desdicha de sufrir en mi vida, sabiendo que no podría estar con el hombre que quería, que a partir de ese momento mi vida sería una empinada pendiente a un futuro doloroso y plagado de infelicidad.

Esther: despedida de soltera en familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora