La vida había cambiado drásticamente para mí desde el momento en que me despedí de Esther, todo carecía de sentido tras darme cuenta de que ella y yo pudimos haber sido felices si hubiéramos permanecido juntos. Tras aquel fin de semana, resultaba extraño pensar en que siendo primos hubiéramos justamente encontrado entre nosotros la conexión que probablemente nos hubiera hecho vivir felices por el resto de nuestras vidas, sin embargo, una vez más la vida me demostraba lo mucho que le gustaba patearme el trasero y lo difícil que era para algunos ver sus sueños hechos realidad.
No fue sencillo marcharme esa mañana y dejarla atrás, recordando la caricia de sus besos y el sonido de sus gemidos mientras hacíamos el amor, no fue fácil asimilar que ella no había querido irse conmigo, y el conocer las razones que tenía para tomar tal clase de decisión no simplificó el caos de emociones y sentimientos que me torturaba a cada segundo que pasaba; no, eso no hizo más fácil superar la separación ni tampoco mitigó el dolor y la impotencia que me causaba el haber encontrado a la única mujer a quien quería en el mundo, tan solo para luego verme obligado a separarme de ella.
Durante toda aquella semana pensé mucho en lo que pasó entre Esther y yo, tratando de entender cómo había surgido algo tan intenso entre nosotros, cómo fue que a pesar de los años en que estuvimos alejados, la conexión que formamos siendo niños había revivido al encontrarnos, en tan solo un par de días en que estuvimos juntos; sin embargo, tras mucho torturarme al pensar en ello, al final comprendí que tenía sentido que las cosas hubieran ocurrido de esa forma, después de todo, ella era la única persona por quien yo había sentido algo tan intenso, la única mujer a quien había amado en toda mi vida y correspondido tal clase de sentimientos, tanto en aquellos tiempos cuando éramos niños, como al reencontrarnos siendo adultos y transportar esa clase de emociones al intrincado caos que suponía el amor entre un hombre y una mujer.
La semana que siguió a la despedida de soltera fue devastadora para mí y todo empeoró cuando el día de su boda llegó, una fecha en la que no fui capaz de sobreponerme a la idea de que estaría con otro hombre, en el que me sentí enojado desde el instante en que abrí los ojos, sabiendo que la mujer que amaba se casaría con un imbécil a quien no quería, quien la había comprado como si solo fuera una mercancía; era frustrante saber que pudimos haber sido felices juntos, que nuestras vidas tuvieron una oportunidad de desviarse por una vez hacia el camino correcto y que nuevamente Celia y Ana habían impedido que eso pasara.
Al igual que los días que precedieron a ese funesto momento, no logré levantarme de la cama ni reunir la energía suficiente para ir a trabajar o siquiera levantar el teléfono ante las repetidas notificaciones y llamadas que lo hacían sonar una y otra vez; sin embargo, por la tarde algo cambió, la insistencia con que sonaba mi celular era tan insoportable que me vi orillado a apagarlo sin que con ello lograra que me dejaran en paz, pues cuando las llamadas dejaron de entrar por el móvil comenzó a sonar el teléfono fijo de mi hogar, sin descanso, algo que me llevó a pensar que tal vez se trataba de una emergencia y que quizás lo mejor sería contestar, no obstante, al mirar el número en el identificador, noté que una vez más se trataba de Román, pensando en que seguramente quería que me presentara a trabajar y no porque en realidad me necesitara en el bar, sino porque sabía que llevaba días sin abandonar mi hogar y probablemente no tenía idea de lo que me ocurría.
- ¡Román, no quiero salir de mi casa! ¿Por qué no...? - comencé a quejarme hasta que él me interrumpió en seco.
- ¡Cállate y escúchame! ¡No sé qué demonios pasó en esa despedida porque Alex no me lo ha querido decir! ¡Pero no puedes esconderte del mundo! ¡Eres un hombre, compórtate como tal! ¡Necesito que regreses al trabajo! ¡Rafa no pudo venir porque su criatura se puso mal! ¡Alex no aparece por ningún lado y Miguel está de vacaciones! ¡Necesito que vengas al bar y te pongas a trabajar! ¡Ya fue mucho descanso para ti y, lo siento, muchacho, pero si no vienes te puedes despedir de tu trabajo aquí! ¡Ya es hora de que te levantes y regreses a tu vida! ¡Tienes una hora para llegar o estás despedido! - dijo con un tono que me hizo pensar que no estaba jugando - ¡En serio, lo siento, pero si no vienes hoy, no regreses nunca!
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Esther: despedida de soltera en familia
RomansaTras años de no ver a su familia ni saber nada de las mujeres que le destruyeron la vida, Rodrigo es contratado para una despedida de soltera donde sorpresivamente se da cuenta de que sus clientas no son otras que su propia madre, su tía, un par de...