5. Rodrigo

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Tenía muy claro que ese último beso había provocado algo en los dos, al igual que lo hizo aquella mirada que compartimos después de que me corriera en la boca de Esther, lo sabía, pude verlo en el fugaz vistazo que le eché a mi prima antes de salir de la habitación, pude sentirlo en los efectos que me provocó aquel beso, en el vuelco en el estómago que sacudió mi cuerpo y la forma como mi piel se erizó cuando sus labios y los míos hicieron contacto en ese breve instante, fue como si el tiempo no hubiera pasado desde la noche en que estuvimos jugando, horas antes de que me apartaran de su vida, como si ese momento en que compartimos nuestra intimidad nos hubiera instalado de nuevo en el instante en que éramos un par de niños ignorantes del futuro tan difícil que nos esperaba.

Cuando salí de la habitación, mis emociones estaban hechas un caos y no lograba entender lo que sentía, así como tampoco lograba controlar lo que hacía mi cuerpo, experimentando un ligero pero incontrolable temblor en mis extremidades, algo que no había sentido de nuevo después de aquella vez que hice el amor con Paola

Muy a mi pesar no tuve mucho tiempo para esclarecer lo que me estaba pasando ni lo que aquellas expresiones de mi cuerpo trataban de comunicarme, pues antes de que pudiera entender lo que me ocurría o fuera siquiera capaz de recobrar la compostura, un nuevo grito de mi madre me regresó a la realidad, haciendo que volteara a verla mientras ella avanzaba lentamente y con sobrada dificultad hacia mí, a la vez que sostenía una botella de vino en la mano y un par de copas de vidrio escapaban de su otra extremidad para hacerse añicos en el suelo.

Celia se abrazó a mi cuerpo con una sonrisa turbada en sus labios, la mirada perdida en la nada y un aliento alcohólico tan fétido que resultaba bastante repulsivo; rodeando mi cuello con uno de sus brazos mientras se apretaba contra mi anatomía, restregando sus senos en mi pecho y metiendo una de sus piernas entre las mías, presionando la carne de su muslo contra mi miembro antes de que sus labios comenzaran a besar mi cuello sin que yo respondiera de forma alguna, luchando en mi interior con las ganas que tenía de empujarla al suelo y dejarla tirada ahí, justo en medio del pasillo.

- Mi amor - dijo mamá, provocando con esas simples palabras un efecto devastador en mis emociones, las cuales no habían logrado recuperarse de lo que acababa de vivir minutos atrás con mi prima Esther - mi hermana me dijo que haces maravillas en la cama - dijo con las palabras arrastradas y sumamente pausadas, un modo de hablar que no resultaba sorpresivo dadas las grandes cantidades de alcohol que había ingerido, un aspecto que me resultó completamente irrelevante después de haber escuchado aquellas dos primeras palabras que me dejaron paralizado - te daré cinco mil pesos si pasas la noche conmigo, amor, es una oferta razonable y seguro que también yo te podré hacer sentir muchas cosas, después de todo, tengo un cuerpo muy lindo y también sé hacer muchas travesuras, cariño, ¿Qué dices? ¿Quieres probar la carne de esta hermosa y experimentada mujer? ¿Quieres ganarte unos billetes extra?

Era extraño escuchar a mi madre hablando de aquella forma, me resultaba irreal oírla al dirigirme palabras como amor o cariño, pues hasta ese momento ni siquiera concebía como una posibilidad el que una mujer como ella pudiera pronunciarlas, pero la verdad era que me habían afectado mucho, que habían removido cientos de recuerdos, pensamientos y emociones en mi interior, al ser aquella la primera vez en que mi madre me dijo palabras que sugerían la ilusión de un amor que en realidad nunca existió, pero que crearon en mí una instantánea necesidad de seguirlas escuchando y me llevaron a aceptar la propuesta de mi madre, aún sabiendo que estaba a punto de coger con la mujer que me trajo al mundo, accediendo tan solo por la posibilidad de sentir un poco de afecto de parte de quien me lo negó durante toda mi infancia a pesar de ser su único hijo.

Entramos en la habitación mientras los gemidos de Julia y Martha seguían contaminado el aire de toda la casa, dejando en claro que aquella recámara atestiguaba un encuentro pasional a tres bandas que solo acabaría cuando ninguno de ellos fuera capaz de seguirse moviendo, pues conocía a mi amigo y sabía de sobra la gran cantidad de energía que ese chico era capaz de desplegar en esa clase de circunstancias.

Esther: despedida de soltera en familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora