II

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Luego de dejar a su caballo atado en las vallas en un pequeño establo que tenían los hermanos Baum, Aiki entró a Luna con él al refugio. Por dentro el lugar era simple, pero bastante bonito. Un gran sillón cuadraba el centro, encima de una alfombra redonda hecha a mano. En el medio de la cuadratura se encontraba una pequeña mesa de madera, sobre la cuál posaba un pergamino en papiro el cual era un periódico, quizás sacado del pueblo Galíni, y su título mostraba la frase Actualidad de Dako. En las paredes habría estanterías llenas de libros, donde había una gran variedad, entre ellos libros relacionados a la Magia Marcial (Un tipo de magia muy común en el mundo, sus practicantes son los magos marciales, y es diferente a la magia practicada por los hechiceros morganianos). En otra de las paredes, junto a una puerta que tenía una escalera descendente, se hallaba un perchero con diferentes vestuarios. A su alrededor también había encontrado otras tres puertas, quizás una siendo para ir al baño, otra hacia la cocina, y la última que llevaría para la habitación de los hermanos Baum.

Los hermanos se quitaron la capucha y Tilo se sentó en el sillón a leer el periódico, mientras que Cedro se dirigió hacia la puerta de la cocina. Aiki se sentó directamente en el sillón, sintiendo cierto alivio después de haber montado a caballo durante unas siete horas aproximadas dentro del caluroso desierto.

—¿Por qué no te quitas las botas? —preguntó Tilo—, hasta me da calor a mí el verte con eso.

—Está bien, gracias —repuso Aiki, y se las quitó con cierta fuerza, apenas desatando los cordones que llevaban.

—Ahora mi hermano nos traerá probablemente un té, ¿Quieres? —preguntó Tilo.

Aiki a pesar de haber sufrido mucho calor durante la tarde, en ese momento comenzó a sentir un poco más fresco el ambiente; quizás idóneo para un té.

—Está bien —contestó Aiki.

—¡Hermano! ¡otro té para el chiquillo! —llamó Tilo.

—¡Enseguida! —contestó Cedro al otro lado de la puerta.

En ese momento, Aiki observó detenidamente el periódico que Tilo tenía en sus manos:

Desaparecen dos funcionarios de la cámara de diputados de Dako, ambos eran hechiceros morganianos. Se cree que esto pudo haber sido cometido por un grupo neohaigeriano; alguno de los tantos grupos políticos actuales que siguen las ideas del imperio de Haiger; antiguo faraón de Dako...

—Esas lacras están arruinando la paz en Dako —opinó Tilo—; después de la Gran Guerra, muchos conflictos comenzaron por todo nuestro planeta. Los de Dunnh quieren quedarse con nuestro país, y los heigerianos siguen provocando el caos de forma interna. ¿Acaso venís a defender nuestro país?

—Me dijeron que hay un grupo de dunnhitas armando caos en este país, así que tengo que encontrarme con mi ejército en Galíni, y ver qué me ordenan hacer. —repuso Aiki.

—Esos tipos solamente odian —opinó Tilo—, desde que a Dako miraron hechiceros morganianos e instauraron la democracia, los dunnhitas quieren eliminarlos a todos para instaurar un nuevo gobierno dunnhita.

En ese momento regresó Cedro, y en su mano tenía un plato con tres pocillos y una jarra. Dejó todo en la mesa, y Aiki se dio cuenta que los pocillos tenían hojas y semillas. El chico le sirvió agua encima a ambos y dejó ambas infusiones en la mesa, para después servirse la tercera él y sentarse en el sillón.

—¿De qué hablaban? —preguntó Cedro.

—Hablábamos de los dunnhitas que estuvieron asesinando hechiceros morganianos estos últimos tiempos.

—Sí, algunos grupos de dunnhitas se dedican a asesinar ministros que pertenezcan a la magia morganiana —explicó Cedro—; con lo pacíficos que son los hechiceros morganianos; sin embargo en Dunnh tienen reglas muy estrictas que si no se cumplen te dan cuello, así que unos pequeños grupos tienen a su propio pueblo de rehén.

—Ahora que lo pienso —interrumpió Tilo—; hay bastante pocos hechiceros morganianos en los ministerios. En su mayoría son seguidores de la magia marcial o cientificistas.

Aiki bebió un poco de su té. El sabor que sintió era muy suave, sin embargo se sentía como tener una hierba en la boca. Aquello que al inicio le erizó la piel, en seguida le generó una sensación de placer y paz. El té era muy rico, y no era casualidad que se diga que por esos lugares se hagan las mejores infusiones.

—Son pocos, pero aún así hay gente que cree que por haber diez ministros de entre cientos que practiquen la hechicería morganiana, ellos dominan el país —se quejó Cedro.

—Es la herencia que tenemos de tantos ciudadanos fanáticos locos de la magia marcial, de la Dako de Haiger y de tener vecinos intolerantes. —respondió Tilo...

Pasó el tiempo, y todos terminaron el té. Aiki se sentía algo somnoliento, acariciaba a Luna mientras ésta dormía, y la celaba por poder hacerlo. Cedro bostezó profundamente, y Tilo se contagió.

—Bien, creo que nos vamos a dormir —dijo Cedro, pareciendo que le preguntaba a Tilo si también tenía sueño.

—Vamos, entonces —repuso Tilo—; Aiki, este sillón es muy cómodo para dormir, pero antes debes saber algo. Te regalaré un libro que te será útil, éste se halla dentro de aquella puerta, bajo las escaleras. —agregó.

—Bueno —dijo Aiki—; ¿Ustedes vienen conmigo?

Ambos hermanos se miraron y al poco tiempo soltaron una carcajada.

—Creo que es muy tarde, así que irás solo. Nosotros vamos a dormir.

—¿No temen que pueda ser un bandido y robarles algo? —inquirió Aiki.

—Ese lugar está protegido por magia, así que cualquier otra cosa que agarres, lo sabremos y te lo reclamaremos. —repuso Cedro.

Ambos se despidieron de Aiki y se metieron en otra de las puertas de ahí, la cuál llevaba a la habitación. Aiki se acercó a las escaleras descendientes que había frente a él, y comenzó a bajarlas. A medida que descendía, unas antorchas se prendían fuego en su camino, y fue así hasta que bajó del todo. Un sótano lo esperaba en el pie de las escaleras, dónde había muchas estanterías, sin embargo, un libro negro de tapa dura y sin inscripciones resaltaba de entre todos, ya que se hallaba encima de una mesa en el centro del lugar. ¿Acaso alguno de los hermanos lo había dejado ahí para él?¿Por qué no solamente me lo dio? Se preguntaba. Entonces agarró el libro y volvió a subir las escaleras. Al lado del sillón se hallaba la mochila que Aiki llevaba mientras cabalgaba en el desierto, entonces pensaba guardar el libro ahí, cuando se dio cuenta que éste tenía una cerradura. Intentó abrirlo, sin embargo, no pudo, lo cual le hizo sospechar que necesitaba una llave, sin embargo, se lo preguntaría al día siguiente a los hermanos, ya que en ese momento se moría de sueño. Y así fue como se acostó y durmió...

Génesis: El faraón de Dako ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora