Todos habían regresado al hotel donde se hospedaban, Aiki se sintió muy cansado, así que se acostó a dormir hasta el día siguiente. Despertó durante la madrugada, y como Koichi aún seguía dormido, se sentó en el sillón a leer un libro sobre la historia de Dako, costumbres y demás cosas. Una hora después, Koichi despertó, aunque el cielo nocturno seguía vigente. Koichi se acercó a Aiki, aún en pijama.
—Aiki —dijo Koichi—. ¿Qué era lo que hablaban las líderes con el presidente?
Aiki pensó un rato, barajando entre la posibilidad de decirle u ocultarlo, pero decidió contar.
—Bueno, el presidente les advirtió sobre un líder criminal —contestó Aiki—. ¿Cómo se llamaba? Darko... Darko Muskov.
—¿Un líder criminal? —preguntó Koichi—, eso suena bastante malo. ¿No es nuestro deber detenerlos?
—Si no nos dan la orden, no podemos hacer nada —contestó Aiki—, además, de eso se tienen que encargar las autoridades locales. A nosotros nos toca contra los dunnhitas.
Entonces en ese momento, alguien tocó la puerta. Aiki se acercó lentamente a la puerta con una lámpara de vela en su mano. Observó por la puerta, y era Samirina. Aiki abrió la puerta, y Samirina pasó saludándolos a ambos, y a continuación se tiró en el sillón con un ademán despreocupado.
—Al final, ¿Qué cosa hablaron las líderes con el presidente? —preguntó Samirina.
—Bueeeno... —dijo Koichi.
—Hablaron sobre un criminal —contestó Aiki—, o bueno, sobre el líder de una de las bandas criminales más peligrosas de Dako.
—¿Criminales? —dijo Samirina intrigada—, suena peligroso. Jajaja —agregó riendo levemente.
—Luces muy tranquila como para saber que es probable que Sonia nos duplique las tareas. —contestó Koichi.
—¿Y si le hacemos una broma a Sonia? —preguntó Samirina.
—Nada de bromas —contestó Aiki—, no quiero que nos castiguen limpiando todo el hotel; el vómito de los famosos que llegan borrachos o algo así.
—Era broma. —contestó Samirina en un tono burlón.
En ese momento, se sintió otros golpes en la puerta, ésta vez más fuertes.
—Ve a ver. —dijo Koichi.
Aiki volvió a revisar la puerta, y era Hayley. ¿Qué hace Hayley despierta a éstas horas? se preguntó, entonces abrió la puerta.
—¡No me digan que estuvieron espiando a Sonia! —gruñó Hayley— ¡Si los pescaba, podíamos estar ahora limpiando los establos! —agregó.
—Lo lamentamos, Hayley. —replicó Koichi.
—¿Qué información sacaron? —preguntó Hayley con curiosidad.
—Bueeeno —contestó Aiki—... Más trabajo para nosotros, supongo.
—Hay una organización criminal operando en Dako —dijo Koichi—. Aún no nos dirán nada, parece que las autoridades locales están intentando desbaratarla, pero puede que en algún momento nos involucren.
—En nuestra estadía en Norkele, Aiki logró desmantelar otra organización criminal. —replicó Hayley.
—Sí, La banda de Norkele —repuso Koichi—, pero esos eran unos tontos...
—Tampoco hay que subestimarlos —advirtió Hayley—, quizás algunos nos hayan perseguido, teniendo en cuenta de que nos tienen en la mira.
—No los subestimo —repuso Koichi—, solamente estoy siendo imparcial y objetivo —agregó—. Un grupo de adolescentes y una pre-adolescente logró derrotarles, y eso habla muy mal de una organización criminal.
—Tienes razón —contestó Aiki—, pero hay que tener en cuenta que eran solamente una rama de otra gran banda de Soka; la de las calaveras.
—El nombre Darko Muskov infunde respeto —dijo Hayley—, así que si no hay una orden de ir a capturarlo, mejor nos ocuparemos de otra cosa. Eso es un deber que solamente una tropa entera puede lograr...
La madrugada pasó volando, y recién había salido el sol. La primera en despertarse fue Sonia, quien con un conjuro abrió todas las puertas al mismo tiempo, e hizo sonar una corneta mientras gritaba ¡Es hora de despertar!. Al cabo de un instante, las cabezas adormiladas de la tropa se asomaban lentamente por las puertas, sin embargo, Hayley, al igual que Aiki, Koichi y Samirina, estaban preparados para ese escenario, ya que habían madrugado, pero aún así no podían dejar de sentir que era molesto el ruido.
—Desearía que se calle. —renegó Samirina.
—Dios te escuche. —contestó Hayley.
En ese momento, Sonia había recorrido todo el pasillo del hotel, y se había parado delante de la puerta donde se encontraba el cuarteto. Una de sus manos estaba posada por encima de su cabeza, en el marco de la puerta, mientras que con la otra sostenía su cintura.
—Ustedes dos —dijo Sonia dirigiéndose a Hayley y Samirina—, ¿No eran del cuarto de al lado?
—Nu —replicó Samirina, encogiéndose de hombros.
—Bueno, sí —replicó Hayley—. Pero nos despertamos temprano, no podíamos conciliar el sueño, y vinimos a...
—¡Ya, calla! —ordenó Sonia—, responde con sí o no: ¿Son del cuarto de al lado?
Hayley se encogió de hombros al igual que Samirina.
—Sí. —contestó Hayley.
—Entonces deben de estar en el cuarto de al lado —espetó Sonia—, ¿No estarán tramando algo?
—No. —repuso Hayley.
—Eso espero —contestó Sonia—, porque si fuese así, entonces me veré obligada a ponerles un castigo. Sonsos.
—¿Acaso no te enseñaron respeto, sargento? —preguntó Aiki en un tono muy bajo, el resto del cuarteto lo observó con un rostro que decía «¡Calla, por favor!».
Sonia hizo una mueca de disgusto, la cuál se pintó en su rostro al oír esas palabras. Entonces levantó la mano, apuntando hacia la habitación, el cuarteto se dio la vuelta, y ocurrió el caos. Los libros de los estantes comenzaron a volar, las cosas de la mesa parecían avanzar hasta lanzarse al suelo, y la cama se había desordenado.
—Limpien su habitación. —espetó Sonia, emitiendo una sonrisa mientras su cabello rojo brillaba, entonces se marchó.
—Mierda, ahora tardaremos unas horas haciendo esto. —se quejó Koichi.
—Creo que hay un conjuro que podría ayudarnos a ordenar todo esto. —contestó Hayley—, aunque con éste nos tomaría unos treinta minutos.
—¿De dónde sacaste todo eso? —preguntó Koichi.
—¿Acaso no escuchas cuando las líderes explican algo? —replicó Hayley.
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Génesis: El faraón de Dako ©
FantasyAiki, un joven soldado, es enviado a una campaña en Dako con el fin de hallar a dos ministros desaparecidos. Hay sospechas de muchos grupos criminales e incluso de sus vecinos Dunnh, pero nadie sabe que una amenaza aún peor acecha el país. Llegó la...