Capítulo 1

254 17 22
                                    

La más pura de las doncellas

"(...) Él la tomó en sus brazos, y la recostó sobre el cálido espacio que ambos ya conocían. Ni el mismo cielo se comparaba con la gloria de yacer en su toque. Creaban un ecosistema único ante las sensaciones que le ofrecía su aliento sobre su cuello, su beso en los labios, y el excitante placer.

Tan perfecto y cariñoso.

Tan mágico y especial.

Heather Katherine String; La dichosa Emperatriz y bella dama de cuna noble, esa tarde, gemía bajo la delicadeza de sus manos. Manos que fueron hechas para matar y hacer sufrir. Que la llevaban al delirio, prendado de sus pechos igual que lo haría la boca de un recién nacido. Sintió la suavidad, el ansía, y el deseo corrompiéndola. Sintió la protección de su ser amado y comprendió que todos sus miedos eran absurdos. Que aquello era más que una aventura o un momento irrelevante. Conoció la plenitud de la confianza acabando con la coraza de su orgullo.

Se abrió a él completamente. De la misma manera en que le dejó lamer la perla entre los pétalos de su virgen flor. Ella dejó que la transportara hasta su propio éxtasis. (...)"

Kagome liberó un jadeo ante la presión de sus pezones contra el vestido de otoño que su padre le había regalado en su décimosexto cumpleaños. Mordía su labio inferior por la vergüenza que le provocaba leer aquellas líneas explícitas del libro que llegó a sus manos hace tan solo dos días atrás. Su escritura cargaba con un matiz extremadamente maduro y descriptivo, que llamaron su atención de tal manera que se lo había devorado casi completamente y la distraía de sus labores cotidianas. Aunque prefería leerlo en soledad. Allí nadie sería consciente del sonrojo en sus mejillas ante lo sugerente del texto que se expresaba en sus páginas.

Era la primera vez que leía algo tan liberador como lo que ocurre entre un hombre y una mujer. No hacía mucho que fue presentada en sociedad y se sentía temerosa y nerviosa ante el afrontamiento de un matrimonio. No sabía como actuar y comportarse con un marido. Ellos tenían "necesidades", y aunque conocía más o menos del tema, le daba cierta pena indagar con su viejo padre para que éste le resolviera todas sus dudas. Desde entonces decidió explorarlo por sí misma; Y lo que en un inicio había sido demasiado aterrador, e incluso doloroso y mortal, para la percepción de otras mujeres, se había convertido en algo increíblemente excitante desde el descubrimiento de aquella novela erótica.

Era un cosquilleo constante en la parte baja del cuerpo cada vez que la protagonista abordaba el encuentro con su hombre. ¡Oh, Dios! ¡Por favor, apiádate del alma pecadora de la joven muchachita de dieciséis años, que perdía su inocencia mediante las páginas de un libro terminantemente "prohibido" para las jóvenes de su edad!. Si su padre supiera en lo que su hija perdía el tiempo, seguramente le diera un ataque al corazón, y por consiguiente, la azotaría en las nalgas como cuando era una niña.

Ella debía leer sus libros de fantasía y aventura que tanto le gustaban, y no novelas para mujeres casadas o viudas. Debía leer sobre historia, física, ciencias, y filosofía; No relatos que trataban sobre hacer el amor dentro de un pajar abandonado. Debía leer poemas, y cuentos románticos que culminaban en finales felices. Sí, de ese tipo de historias en donde el principe salvaba a la princesa, y luego se casaban y tenían hijos.

Kagome pensó que este libro era una de esas historias hasta que llegó al capítulo doce.

—¿Cariño, estáis ahí? —Escuchó la voz del viejo herrero por fuera del establo, en donde estaba seguro de que su hija se encontraría.

LA PROFECÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora