Capítulo 5

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No miréis hacia atrás

Los latidos de su corazón brotaban a cada segundo en un ritmo constante y acelerado. No solo temblaba por el frío, sino también por la impensable azaña a la que decidió someterse a causa de una intuición maligna en torno a su padre. Independiente a eso, ella optaba por creer que lo que hacía no era más que el arranque de un acto valiente. Aunque, tal vez, intentar considerarse de esa forma solo la convertía en una mujer hipócrita cuando, en verdad, ella moría del pánico que se acrecentaba ante el paso lento y paulatino de la Percherón entre las arboledas tupidas y los susurros de sus habitantes.

Nunca antes se había atrevido a alejarse tanto de su pueblo. De hecho, era la primera vez que surcaba por fuera de los límites de Callassya y sus expectativas a esto no eran exactamente positivas. Era tan solo una joven rebelde que avanzaba sin conocimiento alguno por las tierras que rodeaban a su villa, y la inevitable desesperación había inundado su sentir. Sin darle algún tipo de relevancia, superó aquella inseguridad y se aventuró a mano limpia en las oscuras profundidades. A falta de equipamiento o recursos, y sin analizar en demasía sus acciones, se había introducido resguardando su apariencia dentro de una capa verde bosque de franela. Algunos trazos del delicado perfíl se le escapaban por fuera de la capucha, y con ello también caían los rizos negros que se le agitaban con el viento leve. Esa noche era particularmente helada, y temblaba sobre la montura de su yegua mientras ansiaba encontrar al herrero que seguramente perecía a la deriva.

En el fondo, ella sabía que su actuar era conformado por un instinto impulsivo, y que lo más sensato habría sido pedirle ayuda al Alcalde para que éste encomendase una búsqueda inmediata junto a los demás hombres y campesinos del pueblo. Era más fácil hallar su pista con más voluntarios en diferentes puntos del relieve, no obstante, contaba con un impedimento que la orilló a ejercer las cosas por sí misma y así descartar al instante la otra alternativa anterior; El cazador.

Después de lo amenazada que se sintió con su presencia, también había descubierto que al contar con el apoyo de aquel hombre daría falsas esperanzas a una unión de la que no estaría dispuesta a forzar. Se negaba a sufrir humillaciones y toda clase de abusos sin compasión en manos de Naraku Jons. Sin duda su padre lo negaría, y saberlo perdido le causaba una angustia tremenda porque también conllevaría a aceptar la alianza que tanto rechazaba. Quería ser ella misma quien dominase su propio destino, y si para eso debía tomar acciones precipitadas, entonces, no existía espacio para las dudas. Ser conciente de las consecuencias a las que era conducida por culpa de sus miedos no era algo que le provocase algún cargo de consciencia.

Sin su padre, toda su vida se vería sumida en un abismo que no se creía merecer.

—¿Estáis segura de que es por aquí? —El ansía iba en aumento junto a la impaciencia. Kagome no tenía idea de por donde estaban andando. Sensaciones como la inquietud e incertidumbre se gestaban en su pecho, y por más que no reconocía el camino, al menos hacia un esfuerzo al memorizar cada tramo de lo recorrido en caso de regresar a casa.

Lo cierto es, que probablemente esté forzando a su cerebro en algo que sería en vano cuando ni siquiera tenía la certeza de si iba, o no, a regresar en buenas condiciones. Al menos esperaba que su padre, en donde sea que estuviese, se encontrase sano y con vida.

«¿Estará bien? ¿Habrá sido atacado? ¿Le habrá dado una hernia? ¿Un ataque pulmonar? ¿Una fractura de cadera?» Aquello último la hizo suponer un escenario desolador; Conocía los fallos en la zona lumbar del anciano y eso la entristecía más de la cuenta. Por mucho que mantuviese la calma, era imposible no imaginarse hechos que distaban en demasía de la realidad. Intentó no llorar otra vez y ser fuerte. Seguramente no se salvaría del sermón de su padre como castigo; Y eso si llegaba a encontrarlo vivo.

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