Capítulo 10

155 14 37
                                    

Un alma errante

Kagome jamás había visto tanta comida junta; Eran montones y montones de platos elaborados entre fina repostería y pequeños aperitivos. Su mirada estaba perdida en la mesa exuberante que abarcaba de esquina a esquina en la parte trasera del salón. Absorta en medio de diferentes tipos de carne; De res, cerdo, pescado y pavo; Camarones, langostinos y almejas.  Todo rodeado por recipientes con fruta picada, salsas, ensaladas, y tazones llenos de dulces, postres y cremas bañadas en exquisito chocolate negro; Ingrediente que era, por cierto, extremadamente costoso e inaccesible incluso para la alta sociedad. Con algo de timidez, tomó una verde aceituna y degustó en su paladar el adictivo sabor amargo y concentrado. Sus papilas gustativas hallaron la aceptación del individuo y activaron a su apetito como una respuesta casi inmediata. Después de todo, ella tenía hambre.

Rita por el momento había desaparecido. La dejó sola en medio de un ambiente cálido donde las parejas bailaban al ritmo armonioso de la orquesta situada en el fondo del salón; Todos parecían felices y más alegres que nunca, y Kagome se preguntó si en verdad era ella la razón de tanto gozo. Había algo casi inapropiado y fuera de lugar entre todas las cosas que la rodeaban. Descartó aquel receloso sentimiento en cuanto llenó su estómago con rebanadas de pan dulce y queso de cabra; La explosión de sabores en su boca desencadenaron en un flechazo directo hacia su antiguo hogar en la granja. Añoró estar en casa con toda su alma y se reprochó disfrutar de esta pizca de regocijo. Tan solo ese pequeño detalle la obligó a dejar de comer.

E-Excusez-moi, mademoiselle... —Hubo un tirón sorpresivo en uno de los pliegues azulados de su falda. Kagome se giró con un pequeño gesto desconcertado y centró su atención en un tímido pequeño de no más de cinco años de edad. Mechones rojizos caían sobre su frente y hermosas esmeraldas la miraban con embeleso. Una imagen regresó a su cabeza y lo recordó con una sonrisa. El niño se sonrojó, entonces ella no supo como resistir el deseo de pellizcar ambos cachetitos de tan hermosa criatura.

«E-Excusez-moi, mademoiselle: D-Disculpe, Señorita...»

—Hola, ¿Cómo estáis? ¿Estáis perdido? —Preguntó lo más gentil y cariñosa que pudo. Le encantaban los niños, sobretodo si aquellos se veían sumamente adorables al igual que ese. Notó un frunce dubitativo en la expresión del muchacho y entendió que no comprendía el inglés fluido con el que ella se comunicaba—. ¿Tes parents? —Lo intentó de nuevo, tomando nota mental de que no todos ahí manejaban su dialecto de nacimiento.

«¿Tes parents?: ¿Vuestros padres?»

Una triste expresión surcó por los ojos del infante instantes después de mencionar a dichas personas, y el corazón de Kagome se le encogió enormemente cuando el nene negó muy despacio con pequeñas lagrimitas acumuladas en sus orbes. No necesitó de palabra alguna como para discernir su significado; Aquel pequeñín estaba huérfano.

—Perdón... no quería... —Sin pretenderlo, sus propias cuencas marrones se enjugaron automáticamente—. ¡Oh! Lo siento tanto —Enfatizó otra vez, avergonzada, a pesar de que el peque la miraba sin tener idea del extraño idioma que usaba. Quedando absorto como si Kagome fuera lo más hermoso del mundo, se decidió por apretarse atrevidamente contra su cuerpo; Manitas diminutas la rodearon por las caderas sin abarcarla completamente y de inmediato su reciente lástima la abandonó. Fue reemplazada por una encantadora calidez que la hizo sonreír a ella y al bebé mientras compartían miradas encontradas. Era como si creasen un fuerte lazo de madre e hijo artificial.

¡Shippou!  ¿Que fais-tu là?  Je t'ai dit de ne pas me quitter... —Se interrumpió una señora mayor que corrió hasta el muchacho bramando una fuerte regañina. El nene se encogió asustadizo, escondido detrás de Kagome vigorosamente aferrado a ella. Por un segundo, la joven levantó una curiosa ceja al sentirse utilizada como una especie de barrera entre la mujer y él, pero no obstante, lo protegió—. ¡Ma-Mademoiselle Kagome!

LA PROFECÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora