Camino a la tranquilidad -COMPLETO-

Capítulo VI

¡Ahora, capítulo 6!

Nota: NO soy dueño de PJO o HOO. De lo contrario, no estaría subiendo esto aquí.

Capítulo VI

Su sueño era tan problemático como sus horas de vigilia.

Percy se tiró en su cama, perdido en su paisaje de sueños mórbido. Se suponía que los dioses no debían soñar, pero parecía ser la excepción, como siempre. "Las cicatrices del Tártaro nunca se desvanecen realmente, supongo", dijo una vez.

El fuego lo rodeó por todos lados, sin una sola ruta abierta para que escapara. Los gritos resonaron desde el apartamento en llamas ante él, sonando contra su oreja como una sentencia de muerte. Una voz resonó en toda la escena, "Tu culpa, solo la tuya."

La escena cambió. Se inclinaba ante el poder de todo el consejo olímpico. Dioniso estaba acurrucado hacia un lado, sollozando sobre los fragmentos de su antiguo trono. En una voz monótona vacía de emoción, dijo, "Acepto."

Recordó el dolor que corría a través de cada célula de su cuerpo, su sangre mortal siendo reemplazada por icor dorado. La luz emanaba de cada poro de su cuerpo. Después de lo que se sintió como una eternidad, cayó al suelo, jadeando por aire. El poder crudo, más de lo que nunca poseía, fluía en su ser. Débilmente escuchó el sonido de tres personas parpadeando. Sus ojos se ensancharon al ver los tres destinos ante él.

"Todo salve Señor Perseo, el Decimocuarto Olímpico", coreaban.

El sueño cambió una vez más. Estaba sentado con su padre en una de las hermosas habitaciones del palacio real de Atlantis. "Es esto realmente necesario? No hay forma de que pueda salir de eso?" su voz era frenética, bordeando desesperada.

Su padre suspiró. "Lo siento, hijo. Traté de hacer que Zeus viera la razón, pero él es inflexible sobre el pacto. Si tú o yo nos negamos, significará una guerra civil en el Olimpo." La voz de Poseidón estaba llena de arrepentimiento.

Percy se recostó en su silla. "Sabes que una vez que le ponga ese anillo en el dedo, nunca podré dejar de amarla, sin importar lo que haga. Puedo sentirlo. No sigue ningún tipo de lógica en absoluto, pero lo sé. Supongo que puedo agradecer mi defecto fatal por eso."

Poseidón se frotó las sienes, claramente tan frustrado como su hijo. "Todo lo que podemos hacer es esperar lo mejor. Tal vez salga bien."

Qué optimistas eran.

Una vez más, fue arrojado a otro de sus recuerdos. Estaba en su cabaña, una furiosa Annabeth en la puerta.

"Cómo pudiste, Percy? Son nuestros amigos!" Su grito se rompió en su alma. Entonces incluso ella le cree.

"No hice nada, Annabeth", suplicó. "Juro que no lo hice."

Ella no estaba convencida en lo más mínimo. "Debería haber sabido que harías algo como esto. Eres como Teseo, amable y amoroso al principio, pero un pedazo de mierda egoísta dentro. Debería haberlo sabido mejor que salir con un spawn marino como tú." Cada palabra era como un golpe de martillo en su corazón.

"Annabeth, por favor.." su voz tembló bajo la tensión de contener sus lágrimas.

"No me importa, Perseo. Hemos terminado. No quiero verte nunca más. Al menos Sally no tuvo que verte ser tan despiadada." Esas últimas palabras lo rompieron de una manera que nada más podía.

Los zarcillos negros ataron lentamente su visión. En unos momentos, no había nada que pudiera ver dentro de la oscuridad. Justo cuando estaba a punto de despertarse, una presión aplastante lo envolvió, llevándolo de rodillas. Una risa maníaca resonó en toda la extensión, estrellándose contra sus tímpanos. Las llamas estallaron de la nada, el rojo y el naranja se mezclaron con grandes cantidades de negro. Una voz demoníaca se elevó desde las profundidades, "Pronto, pequeño ahijado, muy pronto."