"Si me amaras lo harías"

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Bryane Rossell

Luego de que la princesa de Asturias diera su discurso y terminará el evento, nos regresamos al palacio de Zarzuela.

Apenas terminamos de cenar ella y yo fuimos a un pasillo distante de los demás. La atraje a mi por la cintura.

—Lo hiciste increíble.—le sonreí orgullosa—Y te vez totalmente espectacular, seguro ni escucharon tus palabras por estar observando tu belleza.

—¿Tu lo hiciste o por que lo dices?—me pregunta divertida, sus manos pasan lentamente por mis hombros hasta unirse detras de mi cuello.

—Claro que lo hice, es inevitable no hacerlo, que bueno haber coincidido esa noche contigo—Digo recordando la vez que nos conocimos en el camerino de los directivos, la tensión que nos teníamos como dos imanes, y que aún es perceptible.

—Pienso lo mismo.—ella me sonrió, de una forma hermosa. La miré a los ojos, esos ojos azules que me hipnotizaron desde aquellas fotos donde la veía cuando todavía era menor de edad, tenía solo 14 y me propuse tener toda su belleza algún día. Es cierto que Leonor me llevaba cuatro años, pero eso no le importaba a mis deseos, mientras tuviera menos de 24.

Yo acerque mi rostro al suyo, hasta que nuestras narices rozaron y el aliento de la otra nos chocaba. Mi mirada bajo peligrosamente a sus labios, finos y rosados, el inferior ligeramente más grueso. Los humedeció tentadoramente y yo me contuve más a besarla.

Disgustaba sus labios con gloss mientras hacía movimientos circulares con mis dedos en su espalda baja, apretándola contra mi pecho. Poco después el aire hizo falta y nos separamos, su respiración algo descontrolada.

—Quisiera quedarme más tiempo aquí,—mencioné, quitando una mano de su cintura para subirla y pasar un mechón de su rubio cabello detrás de su oreja—Pasar más tiempo con esta chica que me tiene loca.

—Entonces hazlo, quédate más tiempo conmigo, podrías empezar a establecerte aquí y dejar atrás a México.—sonreí divertida, negando ligeramente.

—No lo creo, tengo que volver, resolver algunos pendientes, hacer documentos, firmar otros cuantos, atender algunos clientes—suspiré frustrada—Pero en fin, servir a los superiores es lo que más he amado, amo mi trabajo.

—Bryane...—Leonor se escucho algo insatisfecha—Quiero que estés aquí, siempre, conmigo.

—Pero no puedo, tengo todo una vida hecha allá—le dije, una de mis manos acariciando su mejilla para animarla—Deja de preocuparte y disfrutemos el ahora, todavía me quedan unos días más.

Intenté besarla y ella bajo sus manos a mi pecho alejándome levemente. La miré con mi ceño fruncido.

—Bryane, te amo.

—Lo sé, me gusta escucharlo.

—Deja todo por mi, no te hará falta nada—sabía que tenía razón, pero eso no era lo que yo quería.—Quédate.

—No es tan fácil, hermosa—dije y vuelvo a besarla solo para que ella me vuelva a esquivar—Ya no estés enojada, cuando me vaya, permaneceremos a distancia, y luego volveremos a vernos aquí, en España.

Leonor me vio con desesperación, no atinando a lo que ella quiere.

Sim embargo, no esperé a que me gritará—¡No Bryane! ¡No voy a poder estar contigo a distancia!

—¡Pues si me amaras si pudieras!—le respondí de la misma manera.

—¡Y si tu también me amaras harías todo por mi!—dijo a regañadientes presionando su dedo índice en mi pecho.

—¿Que les pasa chicas?—la reina Leticia no tardó en llegar a nuestro lado.

Suspiré pesadamente y tome la mano de la princesa con fuerza, ella la resistió un poco.

—Solo un pequeño inconveniente.

Nunca había pensado a futuro lo que podía vivir con Leonor, tampoco sabía a dónde ella podía y quería llegar conmigo




.......






—Deja de pensar tanto.—dije mirándola tumbada en su cama y viendo el techo, me subí sobre ella y la besé.

Negó un poco pero no tardó en responderme. Sus manos acariciaron mi cuello y el ambiente no evitó cambiar a uno más agitado cuando acelere mis besos y los bajé a su cuello. Acaricié sus muslos y me incliné para susurrarle al oído.

—Abre las piernas.—mordí el lóbulo de su oreja, ella lo hacía, y yo no iba a retroceder.

—¿Piensas que todo se resolverá de un acostón?—ella decía eso, pero sus manos me sacaban la camiseta por la cabeza mientras ponía sus piernas a mi alrededor.

—No resuelve, pero hará que te desestreses y te rejales lo suficiente para ya no estar de malas todo el tiempo,—Dije y la besé con más deseo, me separe un segundo y la miré a los ojos, sus dos luceros brillantes.—Te dejaré temblando..—murmure y mis manos no tardaron en incorporarse al iguales de las suyas con nuestras ropas.

Su cuerpo fue presa de mis manos y boca marcando cada trazo de su piel. En mi cabeza daba vuelta la idea que la heredera del trono solo se podía entregar con quien se casaría, ¿me amaba mucho como ella decía para darse conmigo? Si nisiquiera había sido en un momento y lugar especial. Éramos como una pareja en otro encuentro que se dejaba llevar por el deseo carnal.

«Señorita Borbón»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora