La colaboración en el proyecto empujó a Axel, Rose y Bruno a trabajar juntos en una ecuación de la vida real. Se encontraron en bibliotecas, cafeterías y laboratorios, compartiendo no solo ideas sino también risas y momentos fugaces. Axel, acostumbrado a la precisión de las matemáticas, se sorprendió al descubrir que las variables emocionales eran más difíciles de controlar que cualquier teorema.

A medida que el proyecto avanzaba, Axel se dio cuenta de que cada uno aportaba una perspectiva única. Rose, con su enfoque pragmático, y Bruno, con su creatividad desbordante, desafiaron las limitaciones de la lógica pura. La ecuación de sus emociones se volvía cada vez más compleja, con momentos de tensión y complicidad.

En las pausas entre clases, Axel se encontraba reflexionando sobre la naturaleza cambiante de su relación con Rose y Bruno. La incertidumbre lo llevó a cuestionar las fórmulas que solían guiar su vida, descubriendo que, en el juego de las variables emocionales, no había una única solución.

Con el proyecto llegando a su fin, Axel, Rose y Bruno se encontraron frente a una nueva asignatura: la del corazón. La decisión de cómo equilibrar el afecto, la amistad y las complejidades emocionales pendía en el aire, dejando a Axel en un dilema donde el resultado no se encontraba en los libros, sino en la experiencia de vivir y aprender a amar.

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