Luego de la batalla, el sentimiento de libertad que había experimentado en el pueblo se enfrenta de forma cruel con el regreso a la vida mundana y la monotonía entre las paredes del castillo.
Se quedó pensando lo que resta de la tarde-noche en ése momento de diversión que no había tenido jamás. Es decir, en el castillo eran frecuentes eventos de esa magnitud, sin embargo es diferente el ambiente. Su madre lo obliga a bailar con las princesas, tener una sonrisa radiante y ser caballeroso con las reinas, tiene que lucir su larga cabellera y caminar de forma majestuosa, se siente ridículo cuando hace todo ése ritual, además, aburrido.
— Es magnífico, madre. Deberías de impresionarte, cuando tengas oportunidad de ir, verás que..
— ¿De ir? ¿Al pueblo?.— La reina tose al atorarse con la comida, limpia su boca con la servilleta y vuelve a ponerla en su regazo.
— Al pueblo, podríamos ir, te va a encantar.— El príncipe sonríe aún soñando con aquel lugar, sus ojos brillan y no puede contener su felicidad.
— ¿Por qué te interesa tanto? Debes entender tu lugar, un futuro rey no estaría perdiendo el tiempo en esas cosas banales.— Dice el Rey, con su profunda voz y severo, clavando una mirada intimidante a su hijo.
— Es verdad, necesitas concentrarte y mejorar tus habilidades con la espada, hermano.— El menor de los Sainz comenta, siendo cruel y aprovechando la desaprobación ante su hermano mayor.— Es pésimo. — Susurra hacia la reina, la mencionada negó enfurecida hacia su primogénito.
— No tienes permitido volver, Carlos. ¿Entiendes?. — La Reina carraspeó acomodando su impecable peinado para reponer su compostura.
El príncipe suspiró rendido y teniendo que asentir a las órdenes de los Reyes, sus padres.
Quizás tienen razón, necesita poner total atención a su deber como heredero al trono, su sueño desde niño es ser llamado Rey, estar en el lugar de su padre y que se sienta orgulloso de él.
Ver la realidad fue un golpe muy duro para Carlos, caer en cuenta de su vida en el castillo, es una encrucijada entre su deseo por ser Rey y su deseo por desaparecer.
No es un secreto para los soldados y habitantes del reino sobre la diferencia de los príncipes del castillo: El mayor es bondadoso y justo mientras que el menor es cruel y avaro.
Los pobladores abajo del castillo de los reyes son felices y disfrutan la vida. Bailan y cantan sobre sus vidas libres y la libertad de la tiranía. Sin embargo, los reyes estan solos y aburridos en su castillo.
Carlos, cansado de su soledad y aburrimiento, hace caso omiso a las órdenes de sus padres y decide visitar el pueblo que se encuentra debajo del castillo otra vez.
Al llegar, se sorprende con lo animado que está el lugar y la felicidad que emana de los habitantes.
Los bailes y las canciones están llenos de alegría y vida, justo lo que esperaba.
Se siente como si fuera uno más entre la gente, en lugar de estar encerrado y sórdido en su habitación, aunque está nervioso por estar rodeado de gente. Los aldeanos se sorprendieron al verlo y algunos incluso lo saludaron como un amigo.
Carlos se da cuenta que esto es un sentimiento extraño pero a la vez le gusta. Se divierte bailando con las niñas del pueblo, señoras e incluso varios chicos y chicas. Su estamento en este momento es olvidado, nadie se preocupa por tratarlo como se debe, parece que ignoran que pertenece a la realeza.
— ¿Quién es él?.— Pregunta un agitado castaño mientras termina de tomar su agua.
— ¿Bromeas? Es nuestro futuro Rey, el primogénito de los Sainz.— Dice su amiga quién lo acompaña al baile muy animada y sin quitarle la mirada coqueta al príncipe.
— Claro, viene a burlarse de nosotros, ni siquiera debería estar aquí.— Resopla molesto y dirigiendo su mirada hacia otra cosa más interesante.
— ¡No lo puedo creer!.— La chica chilla y mueve emocionada el brazo de su amigo.
— No te dejes sorprender por ése tipo, te aseguro que viene a hacer alguna clase de campaña.— Dice aún irritado.
— ¡Se está acercando! ¿Cómo me veo?.— Acomoda sus mechones detrás de la oreja y golpea suavemente con sus palmas su sonrojada mejilla.
— Siempre te ves linda, apuesto a que serías muchísima belleza para ése patán.— Sonríe enternecido hacia su amiga quien parece sufrir colapsos por cada paso que da el trigueño.
— ¿Qué tal? Me presento, soy Carlos Sainz. Estaría encantado de que me permitas bailar una pieza contigo, lindo.— Extiende su palma para confirmar su invitación.
A la chica casi se le salen los ojos y su mandíbula jura que salió de su lugar.
El monegasco frunció el ceño y volteó en dirección al príncipe, mirándolo de arriba hacia abajo analizando sus acciones y palabras.
— Charles, mi nombre es Charles Leclerc.— Dijo con firmeza, levantando su rostro.
— ¿Y bueno, Charles?.— Sonríe y levanta una de sus cejas al escuchar una pieza ser reproducida.
— Vamos Charlie. ¡Es el príncipe!.— Susurra Charlotte, empujando leve a su amigo para motivarlo.
Charles no dice nada, simplemente suspira cansado y acepta tomar de la mano a Carlos, éste lo guió al centro del baile y lo tomó firme de la cadera para a pegarlo sutilmente, aún sin darse cuenta del pequeño rechazo del chico.
Charles sube su brazo al hombro del príncipe y se deja mover por el mayor, no puede evitar inhalar la deliciosa colonia que está impregnada en la bronceada piel del príncipe.
Sus hebras negras se mueven con el aire y cada facción masculina se mueve con gracia y elegancia mientras baila. Siente una gran fascinación y no puede dejar de admirar su belleza en cada paso que hace en el baile. Es todo un sueño y siente una gran emoción al estar tan cerca.
Y cuando finaliza la canción sale de su trance, la dulce mirada del mayor lo envuelve casi hasta hipnotizarlo. Suspira y el príncipe aprovecha para acercar su rostro con atrevimiento, listo para empezar un beso.
¿Qué carajos?
Charles tosió un poco y se alejó a paso veloz de aquella escena, dejando a Carlos desilusionado y triste. Todos aplaudieron por el baile y siguieron divirtiéndose, menos el príncipe.
Se dedicó a preguntar todo sobre aquel bello chico de ojos verdes y cautivadores.
Tal vez fue muy atrevido, debe reconocerlo, no sabe de dónde le salió tanta valentía para hacerlo. Ahora necesita remediarlo y quizá sea buena idea iniciar un cortejo.
ESTÁS LEYENDO
OUTSIDE | Charlos
Fiksi PenggemarEl príncipe no conoce el amor porque solo conoce el deber y el servicio. Ha sido criado por el rey y la reina para ser el futuro líder. Sin embargo, cuando conoce a un chico alegre y apasionado, siente el poder del verdadero amor. Carlos se enamora...