C. La boda real

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Mientras Charles es arreglado con esmero para la boda, se siente embriagado por la sensación de elegancia y belleza que lo envuelve. Las manos expertas de las chicas que lo peinan y maquillan trabajan con dedicación en cada detalle, realzando su apariencia hasta la perfección. Cada mechón de cabello está cuidadosamente colocado, cada trazo de maquillaje resalta sus rasgos de manera impecable. Se mira en el espejo y no puede evitar sonreír, sintiéndose radiante y lleno de confianza.

Sin embargo, en medio de la emoción y el brillo del momento, las palabras de Carlos resuenan en su mente como un eco constante. ¿Debería ir con Carlos, con su mejor amiga, con su familia? La pregunta lo persigue, haciéndolo dudar en el momento más crucial de su vida.

Las consecuencias de cualquier decisión que tome parecen más graves que nunca. Está a solo media hora de pararse frente a Sergio para casarse y a solo unas horas de ser nombrado Rey. ¿Cómo llegó hasta aquí, se pregunta, mientras lucha por comprender el giro vertiginoso que ha tomado su vida?

El peso de la responsabilidad y el temor al futuro se ciernen sobre él, amenazando con abrumarlo por completo. En medio del bullicio de los preparativos para la boda, se encuentra atrapado en un torbellino de emociones contradictorias, sin saber qué camino seguir en este momento crucial de su vida.

— ¡Dios mío, Charles, te ves absolutamente deslumbrante!

— Sí, estás radiante. El príncipe Sergio no sabrá qué hacer consigo mismo cuando te vea.

— Oh, son demasiado amables.— Sonríe tímido.

— ¡Qué suerte tiene el príncipe Sergio de tenerte como su elegido!

— Sí, suerte...— Forzando una sonrisa.

— Bueno, tenemos que irnos para que puedas prepararte para la ceremonia. Te deseamos un feliz matrimonio, Charles.

— ¡Nos vemos en la boda!

De repente, la realidad lo golpea con fuerza y siente como si el aire se hubiera vuelto más pesado a su alrededor. Quiere gritar, llorar, escapar de todo esto, pero se siente atrapado en un remolino de emociones abrumadoras. Su cuerpo comienza a sudar, sus piernas tiemblan en un tic nervioso, y muerde sus labios con fuerza para evitar un colapso.

Las campanas dan la primera llamada a la gran boda real, y Charles niega con la cabeza con desesperación. Sabe que no puede permitirse seguir adelante con este matrimonio que lo condenaría a una vida de infelicidad. Sin pensarlo dos veces, sale corriendo del cuarto con el corazón latiendo con fuerza en su pecho y la mente llena de ansiedad, se desliza entre las sombras del castillo, buscando desesperadamente una salida. Cada paso que da lo acerca un poco más a la libertad que tanto anhela.

Evita cuidadosamente las áreas más concurridas del castillo, buscando rutas alternativas y pasajes ocultos que le permitan moverse sin ser detectado. El sonido de sus propios pasos resuena en los pasillos vacíos, cada vez más fuerte a medida que se acerca a su destino.

Finalmente, llega a una puerta lateral que conduce al exterior del castillo. La abre con manos temblorosas, sintiendo el fresco aire de la tarde acariciar su rostro.

Se adentra a la luz del día, corriendo tan rápido como puede, dejando atrás el opresivo peso de las expectativas y responsabilidades que lo han atado por tanto tiempo. A medida que se aleja del castillo, una sensación de alivio y libertad lo envuelve, llenándolo de esperanza de ver a Carlos y estar unidos.

Con el corazón lleno de emoción, se acerca al pueblo, guiado por el sonido de la música y las risas que flotan en el aire. Cada paso lo acerca un poco más a la libertad.

Al adentrarse en el bullicio del pueblo, las miradas curiosas y expectantes de los lugareños lo rodean, haciéndolo sentir como si estuviera en el centro de atención. Busca frenéticamente entre la multitud, esperando encontrar a Carlos y a Charlotte entre las caras familiares, pero solo se encuentra con una abrumadora sensación de soledad.

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