Capítulo 3

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La familia Sangre de Acero se encontraba reunida en el salón para la cena, el ambiente era alegre como casi siempre.

—Hijo mío, has estado impresionante—Lo halagó su padre con un bocado de carne estofada entre los dientes.

—Una presentación suntuosa, y perfecta—Concluyó su madre en la esquina contraria de la mesa.

—Por cierto hijo, quería darte las gracias por haber tocado “Chalybe”, ha debido ser difícil para tí, con el barón Lee Minho presente, pero aún así lo hiciste por todos los presentes, te estoy verdaderamente agradecida Jisung—Su sonrisa era tierna y sincera y brillaba en sus iris convirtiendo el simple marrón de sus ojos en dos aventurinas doradas.

—No hace falta que me agradezcas mamá, el barón Lee forma parte de mi pasado—Cuchillos invisibles rasgaron sus cuerdas vocales.

—El destino a veces se acuerda de aquellas historias que quedaron pendientes y les ofrece otra oportunidad hijo—Intentó animarlo su madre.

—Yo no quiero que el destino se acuerde de nosotros madre—Apretó los puños bajo la mesa—Quiero que nos olvide, como si nuestro idílico cuento fuera una invención jocosa del viento, y que cualquier mínimo rastro quede sepultado bajo la nieve que todavía no cae—El rencor se había hecho con el control de sí mismo en esos momentos y lo mejor sería dar el tema por zanjado.

—¿Y tú qué me dices Chris? Me ha dicho un pajarito que te pasas muchas horas en la taberna de Cuatro Puntas, charlando con el zapatero—Su madre alzó una ceja juguetona dando un respiro a Jisung.

—¡Basta ya de chismorreos amorosos en esta sala!—Vociferó con las mejillas al fuego vivo—Además, a mí no me gusta el zapatero, cuando se emborracha se saca los zapatos para mostrar lo bien hechos que están y le apestan los pies-Una expresión de disgusto tiñó su cara, mientras bebía un sorbo de
agua claramente nervioso.

Todos en la mesa estallaron en carcajadas, las cenas en familia siempre serían la parte favorita del día para todos, en ese instante las coronas y los deberes reales se quedaban bajo la alfombra, bien escondidos.

[...]
Había llegado el momento más esperado por Jisung, la noche del diecisiete de Junio, cada año por esta fecha, el Bosque de Platino en el Reino de Alea, se veía bañado por miles de resplandecientes luciérnagas que viajaban desde lugares lejanos.

Esa noche la oscuridad se veía salpicada por tonos verdes flourescentes y amarillos chilón que transmitían color y alegría al reino.

Lo que pocos sabían era que hacia el final de la noche, las luciérnagas se dirigían a vuelo lento y tranquilo hacía la Caverna de Bromión, a la derecha del bosque, y allí descansaban e iluminaban sus paredes hasta el rayar del alba.

Minho y Jisung lo habían descubierto unos años atrás y desde entonces esperaban su llegada cobijados en la caverna hasta que los insectos hacían luz de la oscuridad, dispuestos a descansar de su largo viaje.

Jisung estaba seguro de que este año podría disfrutar del espectáculo en soledad, allí podría estar tranquilo, solo la voz de su cabeza se levantaría por encima del sonido de los árboles, no habría preguntas ajenas sin respuesta, se sacaría la máscara con sonrisa de plástico y tela y no tendría que dar explicaciones a nadie sobre su rostro sombrío.

Minho estaba casado, no se atrevería a llevar a su mujer a un sitio tan oscuro y tenebroso como la Caverna, ¿Verdad?, además, le había dejado claro que el Jisung que había compartido momentos con él en aquel lugar ya no existía, no tenía a quién buscar allí, era inútuil que el barón acudiera a aquel sitio ese anochecer.

[...]
El acontecimiento de las luciérnagas ocurría en el día más corto con la noche más larga de todo el año, por eso a las ocho de la tarde el cielo ya se había tiznado de hollín.

Tu moneda de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora