Capítulo 10

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Esa noche la luna llena teñía de color plata la hierba del jardín, y el frío congelado empezaba a llenar de escarcha las ligustrinas y las flores que crecían en ellas.
Pero a Jisung no le molestaba el frío, su piel erizada bajo su presencia le hacía sentirse más vivo, más humano.

—He escuchado que el tabernero de Cuatro puntas ahora se pone colorete en las mejillas-Habló Minho a sus espaldas.

Jisung se mordió con fuerza el labio inferior para reprimir un grito, no lo había visto entre el público.
Se tomó un tiempo fingiendo admirar las ligustrinas para calmar el calor repentino en todo su ser, antes de contestar.

—¿Ah sí? ¿Y le quedan bien?—Se volteó a mirarlo y sus ojos casi ruedan hasta el suelo, al notar lo ceñido que era en ciertas zonas de su cuerpo el traje negro que llevaba.
Tragó duro. Eso si era quedar bien, y no el rubor de su puño en la mejilla del tabernero.
El frío se había esfumado.

—¿Cómo hiciste algo semejante? Tú no eres así de impulsivo.

—Quise probar como se sentía eso de dejarse llevar.

—¿Y se sintió bien?—Preguntó acercándose varios pasos a él, quedando ambos en un espacio reducido.

—Se sintió…Excitante…—¿Qué demonios acababa de decir?.
Se llevó una mano al cuello y lo frotó de forma circular buscando una pizca de control, no la encontró.
Su respiración se entrecortó con un jadeo ante la sonrisa ladeada de Minho.

—¿Excitante?—Alzó una desvergonzada ceja. Empezaba a divertirse con la situación.

—Pues si… La adrenalina me inundó por un momento, creo que la mezcla de rabia y frenesí es algo muy peligroso, fue una experiencia nueva, que no repetiría porque la mano todavía me duele pero de la que no me arrepiento—Sonrió en grande sintiéndose relajado al lado de Minho por primera vez después de mucho tiempo.

—Es una pena que me lo haya perdido, me hubiera encantado verlo en primera persona—Compartieron la sonrisa y se acercaron un poco más inconscientemente, como si una cuerda invisible los uniera y alguien reduciera el espacio a su antojo.

—¿Si hubieras estado presente me dejarías cometer esa locura?—Preguntó con curiosidad guardando una mano en el bolsillo de su pantalón de traje.

—Por supuesto, y después le pegaría otra paliza por haber dañado tu mano—Rió.

—Mi mano está bien, no tiene la cara tan dura como parece—Bromeó—Pude tocar el violín, eso es todo lo que necesito-Sacó su mano del bolsillo extendiendola hacia él para mostrar que estaba bien, Minho la sostuvo entre las suyas, acariciando sus nudillos, enviando chispas de calor a cada nervio.

—Siempre tienes las manos frías—Comentó sin dejar de acariciar su piel suave como el satén.

Jisung no supo qué contestar, su cerebro se había desconectado, solo podíaantener la vista fija en sus manos juntas.
Todo este tiempo había intentado tener el mínimo contacto con su piel, porque sabía a la perfección lo que provocaba en su cuerpo tocarlo y ser tocado, pero en esos momentos no podía centrarse en nada que no fuera sentir cada una de las sensaciones que los dedos de Minho lanzaba contra su piel, haciendo arder sus células.
—¿A qué has venido en realidad? No te he visto durante las actuaciones, eso significa que solo querías hablarme de algo—Consiguió preguntar tras varios minutos que se le antojaron horas.

Minho dejó escapar una gran cantidad de aire de sus pulmones, pero no lo ayudó en nada, deseaba adentrarse en medio de un matorral y no salir más de allí.
—He venido a hacer lo de siempre, intentar contarte algo que al final no saldrá de mis labios-Soltó su mano levemente y llevó su mirada al suelo con vergüenza.

Estaba claro que Minho necesitaba un empujón, y su madre le había dicho que si quería formar parte de su vida debía actuar.
Pues eso haría.
—Ven conmigo—Jisung tiró de su mano y lo llevó a la parte más alejada del jardín dónde descansaba un banco en el que podían sentarse, la noche sería larga.
Jisung le indicó que se sentara y Minho le hizo caso, igual que un cachorro asustado.

—El coraje para actuar, o en este caso para hablar no significa la ausencia de miedo Baron Lee, al coraje también le tiemblan las rodillas, se atora con sus palabras, y su corazón se siente ahogado por la incertidumbre, pero de todas formas, se atreve a dar un paso adelante.

—No lo entiendes Jisung, de mis palabras depende que tu sigas mirándome así esta noche—Sintió las lágrimas subir a sus ojos, pero las eliminó con un rápido pestañeo—Y yo no quiero que tus ojos pierdan el brillo que tienen en estos momentos, porque es así como más me gustan—Notó el temblor de sus labios y quiso morirse.

—Suéltalo Minho, déjalo salir, no pienses en mí ahora.

—Claro que pienso en tí. Siempre lo hago, y siempre lo haré, lo último que quiero es hacerte daño, no podría perdonármelo jamás.—Se despeinó el cabello con frustración.

—Yo ya no soy aquel Jisung débil que se sentía herido por cualquier palabra Minho, he cambiado, he crecido, he vivido experiencias que me han hecho más fuerte-Sujetó su mano como antes lo había hecho él—Dime eso que guardas, por favor.

El pánico se aferraba a lo más profundo de su ser, pero no podía negarle nada a Jisung y mucho menos cuando tomaba su mano, suplicando por la verdad, con luceros en lugar de ojos.
—No estoy casado con Liz, no es mi esposa, estoy soltero—Sus ojos se cerraron con fuerza, sus manos y piernas temblaron como un flan, su mandíbula se apretó como una tenaza, y cada uno de sus sentidos se mantuvo más despierto que nunca, alerta, esperando una reacción brusca, un golpe, los pasos de Jisung alejándose, un grito, algo, pero nada sucedía, la mano de Jisung seguía tomando la suya, y ni una sola hoja se había movido de su sitio en el suelo.
Abrió con lentitud los ojos y se volteó a mirarlo, la sangre le regresó al cuerpo cuando observó una sonrisa en sus labios.
—¿Sonríes? ¿No estás enfadado conmigo?.

—¿Enfadado? El chico que me gusta no está casado, eso me deja un paso más cerca de poder conquistarlo de nuevo, es la mejor noticia que me podías haber dado.

—¿Jisung estás bien?—Posó una mano en su frente buscando restos de fiebre—Deberías estar llenándome de patadas por inventarme un casamiento y aparecer con una novia falsa, deberías odiarme por mentirte el día que me fui, por todo, deberías… Tú… deberías aborrecerme.

—¿Enserio crees que yo me tragué lo que me dijiste el día que te subiste a ese barco? Vamos Minho… Yo sabía que me estabas mintiendo, soy la persona que mejor te conoce en este reino, y supe al momento que no te ibas para casarte con nadie sino para perseguir tu sueño como siempre habías querido. Entendí a la perfección que tus palabras eran fruto del miedo a lo que se venía y a que yo te siguiera. Por eso te dejé ir… Es cierto que hubo días en que la soledad era más fuerte que yo y odié el hecho de que no me llevaras contigo, pero me refugié en el deseo de que encontrarías la felicidad, eso me mantuvo cuerdo mucho tiempo.
Miró al cielo unos instantes antes de seguir.
—Pero después llegó esa carta anunciando tu casamiento, y la torre de buenos deseos que yo había creado se cayó sobre mí de golpe, había sucedido aquello que yo más temía, en ese momento la rabia se apoderó de mí, y todo lo que tenía que ver contigo dejó de ser consuelo y esperanza, y se volvió furia y descontrol.
En esos momentos Minho, tenía el corazón tan roto que cuando caminaba podía escuchar sus cristales, no me podía creer lo que habías hecho, fue el momento más doloroso de mi vida, pero aún así lo soporté, ahogándome en mi propia pena.

Las lágrimas cubrían el rostro del cobrizo y una parte de su corazón se estaba tiñendo de negro esa noche, al escuchar el daño que le había hecho a la persona que más amaba.

—Pero ya no soy esa persona, ese Jisung ya no existe desde que regresaste Minho, y el nuevo está dispuesto a luchar por su sueño. ¿ Sabes cual es mi sueño? ¿Lo recuerdas? Mi sueño eres tú, y esta vez no te dejaré ir, tú perseguirás tu sueño y yo el mío, y eso nos mantendrá juntos.

Minho estaba a punto de colapsar, todos los escenarios catastróficos que se había imaginado en su mente, eran solo eso, su imaginación, y la realidad se parecía más bien a un cuento de hadas.
Años de culpabilidad, de angustia, de miedo, años de sufrimiento en vano. Todo por imaginar una reacción incorrecta.
Sin saber cómo, habían manipulado el tiempo y de nuevo eran cómo dos desconocidos queriéndose descubrir.

Tu moneda de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora