Capítulo 11

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El corazón de Minho se sentía cálido, así como su mano entrelazada con la de Jisung.
—Quédate esta noche—Habló el príncipe.

—¿Aquí?-Los pestañeos de Minho se volvieron arrítmicos por el asombro.

—Aquí en el jardín no, dentro del castillo-Bromeó entre risas indicándole que lo siguiera.

Minho soltó una risa sincera después de mucho tiempo y se dejó guiar por los pasillos del castillo hasta el cuarto de Jisung, que tan bien conocía, no había cambiado mucho desde sus últimos encuentros allí, solo un poco la decoración.

En el momento en que Jisung puso el cerrojo y ambos se encontraron solos entre cuatro paredes, todo lo que había sucedido pasó a un segundo plano y solo importó la rapidez con la que sus cuerpos se pegaron como dos polos opuestos impidiendo que ningún tipo de hueco hiciera presencia entre ellos.
Sus labios se enredaron como las ramas de una vid en una guerra sin tregua, el oxígeno no importaba en esos instantes, y sin saber bien cómo se encontraban sentados en el borde de la cama.
Se separaron lentamente con los cuerpos agitados, las manos de Minho se colaron entre la ropa de Jisung, haciendo que el contrario soltara varios suspiros, en menos de un segundo la parte de arriba del traje de Han había tocado el suelo y los pulmones de Minho rogaron por aire, sabía que los músculos de sus brazos estaban formados, se notaba incluso a través de la ropa, pero no se esperaba que tanto.

Jisung miró el traje que Minho llevaba con ganas de que se volatilizara.
Era tan ceñido que no dejaba lugar a la imaginación, pero aún así lo quería fuera, no quería nada que pudiera estorbar entre ellos.
A los pocos minutos toda la ropa hacía de alfombra en el suelo, y solo quedaba el contacto de piel con piel sobre las sábanas blancas.

No sabían cuánto tiempo habían esperado este momento, pero las respiraciones aceleradas y los suspiros involuntarios después de cada beso en el cuello y cada roce de sus cuerpos hacían pensar que quizás lo habían esperado toda la vida.
Esa noche fue un antes y un después, el inicio de la segunda parte de su historia, Jisung no permitiría que se escapara de nuevo, y Minho dejaría de huir.
Su amor había dejado de ser una carrera con dos perdedores, para convertirse en un paseo a dos manos unidas, a la luz de los barcos reflejados en el mar.

[...]
Llevaba varios minutos totalmente inmóvil, haciendo su mejor esfuerzo para no despertar a Jisung, que rodeaba su cintura con su brazo y rozaba su piel tortuosamente con su aliento.
No estaba seguro de si estaba en su casa en medio de un sueño que lo dejaría desgarrado para toda la vida, o realmente estaba en el castillo despertando junto a él, con el albor siendo testigo de la escena tras una cortina diáfana.
Realmente tenía serias dudas, porque la escena era tan perfecta ante sus ojos que parecía digna de lo onírico.

Sin importar si era un sueño o no, se tomó la libertad de disfrutar del arte, sus labios estaban ligeramente separados, sus pestañas formaban un arco perfecto sobre sus mejillas, y su nariz de vez en cuando se arrugaba como si en su sueño estuviera teniendo una discusión, tal vez otra pelea con el tabernero por defender a los actores, se rió en voz baja ante su pensamiento.

Reprimió el deseo de besar su rostro por miedo a despertarlo y tirar por la borda el momento con el que tanto tiempo había fantaseado: Despertar con Jisung aferrado a su cuerpo con la fuerza de quien desea robarse tus latidos.
Cerró los ojos unos instantes para disfrutar del dulce aroma de su cabello y unos labios cálidos sobre los suyos lo trajeron de vuelta.
Ahí estaba, Jisung con los ojos abiertos y brillantes, besando su despertar con una tierna sonrisa.
—Estás despierto-Comentó Minho.

—Buenos días—Respondió con una sonrisa.

—Buenos días—Atacó sus labios con fuerza deseando que Jisung no pudiera notar lo emocionado que está su corazón.

Se quedaron por unos momentos en silencio sin soltarse, simplemente ahogando sus sentimientos en la mirada contraria.

—Quiero dejar de esconder quien soy—Dijo de pronto Minho.

—¿Te refieres a tu trabajo? Creo que ya todos saben que eres actor—Habló acariciando su pecho lentamente.

—Lo sé, pero quiero que lo escuchen de mis propios labios y no por un garabato en un cartel y especulaciones que todos han hecho, quiero hacerlo público yo mismo, aunque todos ya lo sepan, creo que necesito decirlo en alto para sentirme liberado.

—Si es lo que necesitas por supuesto te apoyaré, yo seré tu monedita de acero—Dijo con una sonrisa.

—¿Mi monedita de acero?—Alzó las cejas…

—Cada miembro de mi familia lleva siempre consigo una moneda de acero, dicen que da buena suerte y fuerza cuando necesitas dar un paso importante, yo seré la tuya.

Minho sonrió con luz en los ojos y se acercó a besar su frente.
—Muchas gracias Jisung, no sabes cuanto significa para mí que estés conmigo…

—No me separaré de ti nunca más—Buscó sus labios y los atrapó entre los suyos en un beso lento y lleno de todo lo que no podía decir con palabras.

[...]
Ese día, después de que Minho se escabullera por la ventana, Jisung se dirigió al salón.
Se sorprendió al ver más sonrisas que platos en la mesa.

—A juzgar por vuestras caras luminosas, imagino que la fiesta de ayer estuvo interesante—Comentó su madre sonriendo.

—Chris se lió con el zapatero debajo de las escaleras—Comentó Changbin entre risas, hasta que el dolor agudo de una patada por parte de su hermano le cortó las ganas de reírse.

—¿Siempre tienes que ser tan metiche?-Contraatacó Chris.

—¿Acaso dije alguna mentira?.

—¿Acaso te dije mentiroso? Te llamé metiche.

—No discutáis mientras coméis, os vais a atragantar—advirtió su padre.

—¿Y tú Jisung? ¿Algo que quieras compartir con la clase?.

—Yo hice las paces con Minho—Dijo tan tranquilo tomando un sorbo de agua.

—¿QUÉ?—Gritaron todos al unísono.

—Estuvimos hablando y solucionamos todos los malentendidos y ahora volvemos a estar juntos—Explicó sonriente.

—Hijo, eso es una noticia maravillosa… Ya lo creo que sí-Sujetó su mano sobre la mesa.

—Gracias mamá—Su sonrisa no dejó de aumentar en todo el tiempo que duró la comida.

Al fin sabía quién era, ya no necesitaba el violín en sus manos para identificarse, era Jisung, un chico que tras un tiempo perdido, ahora luchaba por un sueño, por su sueño, y esta vez no lo dejaría escapar como agua entre sus dedos.
Un nuevo capítulo estaba a punto de escribirse en su vida y tenía como objetivo dibujar él mismo cada una de sus letras, comas y puntos.

Tu moneda de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora