Capítulo 4

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Ahí estaba, clavado con fuerza entre las cortezas albinas de ese árbol, el arco de aquel violín que Minho había firmado y coronado como suyo.

Ni la nieve del invierno, ni la frialdad del viento, ni las tormentas, ni el sofocante calor, habían sido capaces de separar al arco de ese clavo que parecía aferrarse al tronco con un hilo de vida imposible de ser cortado por las Moiras en el inframundo.

Las lágrimas se le habían convertido en escarcha.
¿Sería verdad que por sus venas corría el acero? Solo eso podría explicar por qué su sangre se sentía tan pesada.

—¿Qué hace ese arco ahí clavado?—Preguntó en un susurró afligido.

Jisung se volteó con brusquedad ante su presencia, todo su cuerpo se descompuso por dentro y las lágrimas que se habían quedado congeladas en sus ojos estallaron con furia salpicando el rostro de Minho.

—¿Qué haces tú aquí? No tienes derecho a estar aquí ¡Vete!—Bramó con un cuervo herido.

—¿Por qué no tendría derecho a estar en el bosque junto a mi castillo?—Intentó mantener la calma, pero su respiración ya se había acelerado.

—Porque en él reside el recuerdo de una historia de la que tu ya no formas parte—Reclamó con rencor atorado en la garganta y un puñal en el pecho, acercándose un poco más a él, en un intento por intimidarlo que terminó en el inoportuno e incorrecto deseo de sentir el roce de su aliento azotando su rostro.

—Según tengo entendido tú tampoco eres parte de ella, no es así "Su majestad"—Habló con un deje de amargura que intentaba parecerse a una burla—El Príncipe Han Jisung no fue partícipe de esa historia, no debería estar aquí.

—¡Cállate!—Le ordenó con temblor en los labios y lágrimas siendo cascada en sus mejillas.

—¿Por qué está colgado en un árbol el arco dónde prometiste guardarme?—Esta vez el dolor logró colarse entre las grietas de sus palabras y tuvo que morderse el interior de la mejilla para no llorar.

—¡Porque sujetarlo en mis manos me impedía respirar!—Rompió con la distancia que los separaba y estampó los puños en su tórax—¡Porque tu presencia en él era demasiado pesada para mi hombro, y tu ausencia ocupaba demasiado espacio en cada rincón que pisaba!—Le golpeó de nuevo el pecho, Minho no se movió.
—¡Por eso recorrí el reino de una punta a otra en una carrera sin descanso y lo clavé con afán al tronco de ese árbol, sellando así la promesa de nunca más encontrarte entre las notas de una partitura!”—Sus puños pegados a su pecho sujetaron con fuerza la tela de su traje, con la respiración fuera de control.
—Lo que yo no sabía, Barón Lee, es que te habías escondido en todos los arcos del reino, y crucificar el que firmaste no serviría de nada—Se tambaleó sobre la hierba que debería hacerle de soporte.
—Todas mis canciones ardieron para tí a pesar de que no estabas—Un jadeo traspasó sus labios al ser consciente de lo que había dicho y la cercanía de sus cuerpos acelerados.

Minho sujetó las manos contrarias todavía hundidas en su pecho y se sorprendió al ver que Jisung no las apartaba..

—¿Por qué has regresado Minho? Te fuiste persiguiendo tu sueño, a los dos meses enviaste una carta avisando a todo el reino de que te habías unido en matrimonio, y reapareciste un año después, como si nada, como si tus actos no hubieran clavado una espina en mi corazón igual de profundo y fuerte que ese clavo—Señaló al árbol.
—Al menos podrías haber tenido la decencia de enviarme una aguja con la que poder sacarla—Arrugó la nariz con reproche soltándose de su agarre.

—Todo tiene una explicación…—Tartamudeó.

-Para mí no la tiene.¿Cómo esperas que respete un sueño que robó el mío?.

—¿Que se robó el tuyo?—Sus cejas se acercaron.

—Tus sueños estaban más allá del océano—Señaló el mar con la mirada llena de la misma agua salada—Pero el mío estaba junto a ti, supongo que no podíamos ganar los dos, espero que hayas cumplido el tuyo, y ojalá no tenga nada que ver con esa dama que llevas de adorno en tu brazo cada vez que hay baile-Sabía que estaba soltando todo su rencor en esas palabras, pero no podía detenerse, se volteó y empezó a caminar de regreso a casa.

—¿Te vas sin ver a las luciérnagas?.

El silencio coronó el bosque, toda la naturaleza esperaba inquieta la respuesta.

—¿Luciérnagas?—Soltó una risa—Si alguien cortara mis venas en estos momentos, las chispas de acero en el viento serían más luminosas que cualquier luciérnaga—Se volteó con lentitud, sintiendo su cuerpo demasiado pesado y congelado.
—Creo que la luz de esos insectos ya no me impresiona tanto como antes—Se volteó exhausto.

—Haz brillar tus chispas entonces—Soltó sin pensar.

Jisung no se movió ni un milímetro, pero el único órgano de su cuerpo que no podía controlar dio un salto, amenazando con atravesar sus costillas. ¿Es que esa noche no terminaría nunca?.

—Si renuncias a las luciérnagas por cortar tus venas quiero estar ahí, quiero ver de cerca como arde el acero que llevas dentro—Quebrantó la distancia que había tomado y sujetó su mano para voltearlo, dejando sus pechos una vez más a una distancia de seguro prohibida en el evangelio.
—No me preocupa lo más mínimo verte partido en dos, porque me sobran las ganas de soldar trozo a trozo tus partes rotas-Suspiró enviando todo su aliento a un Jisung conmovido.
—Sé que no tengo motivos suficientes ni derecho para pensar que te hago falta Jisung, pero anhelo imaginar que sí, quiero ser así de egoísta, quiero pensar que me has extrañado, ansío creer que he aparecido en tus sueños, y en algún momento se ha cruzado por tu mente la intención de surcar el mar y salir a buscarme… Eso es demasiado egoísta ¿Cierto?—Una lágrima se deslizó por su mejilla porque sabía que sí, todo lo que había dicho era muy egoísta y no se merecía tales deseos.

Jisung tomó la respiración más honda y lenta de toda su vida, antes de pronunciar las siguientes palabras, sabiendo a la perfección lo que arrastraban.

—En la noche de las luciérnagas, se puede confesar un secreto, pero la otra persona está obligada a actuar como si ese secreto no existiera. ¿Lo recuerdas?—Apretó la mandíbula con más fuerza de la esperada.

Minho asintió cerrando los ojos, su pecho se estrujó.

—¿Quieres saber un secreto inconfesable que solo las luces amarillas tienen el poder de oír?—Se acercó un poco más, sus alientos se mezclaron.

Minho asintió de nuevo, sin poder hablar.

—Tienes razón, todo lo que has dicho es desmesurablemente egoísta, pero yo siempre fui muy estúpido y complaciente con los deseos de los demás, incluso con los que nunca fueron contados al aire, por eso confieso que me rendí de rodillas ante tu secreto egoísmo, te he extrañado cada día, he soñado contigo cada vez que mis párpados se cerraron, e incluso en algún momento llegué a plantearme la idea de cruzar el mar a nado para buscarte…

—Jisung yo…—Sus palabras se vieron interceptadas por el choque brusco y desesperado de los labios del príncipe sobre los suyos.

Se aferró a ellos con las ganas que les tenía guardadas desde que los había vuelto a ver, sonriendo, fruncidos o estirados, los labios de Jisung siempre reclamaban su atención, esta podría ser su única oportunidad de tenerlos entrelazados con los suyos así que los saboreó como si fueran la última gota de agua en el mundo, hasta que sus pulmones le rogaron por oxígeno e inhaló con brusquedad, sintiendo que perdía los estribos.

Sus labios se separaron haciendo un chasquido metálico y Minho tuvo que sujetarse a la cintura contraria para no caerse, pero la imagen de Jisung con las pupilas dilatadas y el cabello desgobernado sobre su frente no ayudaba a que su cordura regresara.
Cuando sus respiraciones empezaron a calmarse, una tenue luz se dirigió hacia ellos y los rodeó, ambos separaron sus rostros para ver la llegada de las luciérnagas, pero Jisung no tardó en clavar de nuevo sus pupilas en el cobrizo.

—Este secreto, Baron Lee, no existe, préstame atención con todos tus sentidos-Respiró ruidosamente—Esto, jamás, ha ocurrido, conoces las normas de esta tradición.—Le advirtió con sus ojos pardos teñidos del color cobre que Minho nunca quería portar en su ropa, antes de tomar de nuevo rumbo a casa, esta vez de verdad.

Tu moneda de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora