PARTE 3 (Sin corregir)

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Martes. Jodidos martes. 

Dije la misa de mañana a un santuario en su mayoría vacío, dosabuelas con sombrero y Rowan, y luego salí a correr, catalogandomentalmente todas las cosas que quería hacer hoy, incluyendo laelaboración de un paquete informativo para nuestro viaje del grupo dejóvenes la próxima primavera y escribir mi sermón de esta semana. 

Weston es una ciudad de ríos fluviales, una topografía de campos enpendiente hacia el río Missouri, salpicado de castigadoras colinasempinadas. Correr por aquí es brutal, vicioso y esclarecedor. Después de losprimeros nueve kilómetros me hallaba cubierto de sudor y respirando condificultad, subiendo mi música para que la voz de Britney ahogara todo lodemás.

Doblé la esquina hacia la calle principal por la ciudad, las acerasmayormente despejadas de las personas que buscaban antigüedades ytiendas de arte, dado que era un día de semana. Solo tuve que esquivar unapareja de ancianos mientras me obligaba a subir por la carretera empinada,los músculos de mis muslos y pantorrillas gritando. Sudor escurría por micuello, hombros y espalda, mi cabello se encontraba empapado, cadarespiración se sentía como un castigo, y el sol de la mañana se aseguró deque me recibieran oleadas de calor de agosto surgiendo del asfalto.

Me encantaba. 

Todo lo demás salió volando, la próxima renovación de la iglesia, lashomilías que necesitaba escribir, Kim Seokjin. 

Especialmente Kim Seokjin. Especialmente él y el conocimientode que el mero hecho de pensar en él me ponía duro. 

Me odiaba a mí mismo un poco por lo que pasó ayer. Era claramenteuna hombre  inteligente, interesante y bien educado, que vino a mí, a pesar deno ser católico, por palabras de ayuda. Y en lugar de verlo como un corderoen necesidad de orientación, fui incapaz de fijarme en cualquier otra cosaque no fuera su boca mientras hablábamos.

Era un sacerdote. Juré a Dios no conocer otro cuerpo mientras viviera,ni siquiera el mío propio, si nos poníamos técnicos al respecto. No eracorrecto tener el tipo de pensamientos que tenía sobre Seokjin.

Se suponía que debía ser el pastor del rebaño, no el lobo.

No el lobo que despertó esta mañana moliendo sus caderas contra elcolchón porque tuvo un sueño muy intenso con Seokjin y sus pecadoscarnales en el papel protagónico.

La culpa me atravesaba todo el cuerpo por el recuerdo. 

Me voy al infierno, pensé. No hay manera de que no vaya al infierno.

 Porque tan culpable como me sentía, no sabía si podría controlarmesi lo volvía a ver. 

No, eso no era del todo cierto. Sabía que podría, pero no quería. Nisiquiera quería renunciar al derecho de llevar su voz, cuerpo e historias enmi mente. 

Lo que era un problema. Cuando me acercaba al último kilómetro ymedio de mi carrera, me pregunté lo que le diría a un feligrés que seencontrara en la misma situación. Lo que ofrecería como mi visión honestaacerca de lo que Dios querría.

La culpa es un signo de tu conciencia de que te has desviado del Señor. 

Confiesa tu pecado a Dios abierta y honestamente. Pide perdón yfuerzas para superar la tentación si surge de nuevo.

 Y por último, aléjate de la tentación completamente.

Pude ver la iglesia y la casa parroquial a poca distancia. Ahora sabíalo que haría. Me ducharía y luego me gustaría pasar una larga hora deoración y pedir perdón.

P    R   I   E    S    T -KOOKJINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora